El chavismo recicló todos los fracasos económicos de la historia

CorreaMad980

 

A pesar de que múltiples analistas y economistas lo advirtieron durante años, fue el propio presidente ecuatoriano, Rafael Correa, -uno de los últimos vestigios de la alianza socialista construida por Hugo Chávez- quien reconoció en una visita a Chile en mayo de 2014, que la crisis política venezolana fue ahondada por errores económicos cometidos por el gobierno de Nicolás Maduro.





Por: lapatilla.com

“Se han cometido, con mucho respeto, desde mi punto de vista, errores económicos, por ello hay problemas económicos y eso exacerba las contradicciones”, opinó el Jefe de Estado en su viaje para aceptar un doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago de Chile (Usach).

Sin embargo, durante los cuatro años que lleva Nicolás Maduro en el poder, el Mandatario ha hecho oídos sordos ante todas las críticas y ha optado por responsabilizar a “la guerra económica” de la escasez, inflación y la ausencia de producción nacional en incontables oportunidades.

Pero no hay argumento o falacia que permita exculpar la improvisación y la falta de planificación de un gobierno que busca imponer un “Estado Comunal”, mediante la ejecución del Plan de la Patria que ideó Chávez, bajo una visión ideológica única, cuyas bases no están contempladas en nuestra Constitución.

El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra  y lamentablemente para la revolución bolivariana, a pesar de las excusas, la historia nos lo demuestra:

La hiperinflación alemana en 1920 (República de Weimar)

Captura Youtube
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A pesar de su amplia bonanza económica en la actualidad, Alemania no ha estado exenta de graves crisis financieras a lo largo de su historia. Una de las más notorias ocurrió entre los años 1921 y 1923, en el territorio conocido para aquel entonces como la República de Weimar (nombre de Alemania durante el período de entreguerras).

La hiperinflación nació casi inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, gracias al primer pago de las reparaciones que varias naciones le impusieron a Alemania. Para poder honrar las deudas, en agosto de 1921 comenzaron a imprimir marcos de manera desbocada y por ende, inició la devaluación.

La moneda alemana pasó de un valor de 60 marcos por dólar a 8.000 marcos por dólar hacia finales de 1922. En otras palabras, el costo de la vida se multiplicó 16 veces en un solo año.

La inflación no aminoró hasta 1924, cuando concluyó la emisión indiscriminada de billetes y el gobierno decidió colocar en circulación una nueva moneda denominada Reichmark, la cual respaldaron con tierras y bienes industriales del país para darle fiabilidad.

La enfermedad holandesa

También conocido como el mal o el síndrome holandés, es un fenómeno que ocurrió en 1960 en el Reino de los Países Bajos, a raíz del descubrimiento de grandes yacimientos de gas natural. La exportación de este recurso aumentó los ingresos en divisas del país y generó un desequilibrio considerable en su estructura económica.

Con la apreciación del florín, se abarataron los productos importados y disminuyó la demanda de la producción nacional. Esto provocó el cierre de empresas y un incremento en las cifras del desempleo.

Los productos agrícolas y manufactureros para el consumo propio de la nación consiguieron una dura competencia con productos importados más económicos y los que tradicionalmente eran exportados, entraron en desventaja por la apreciación de la moneda local.

Asimismo, los privilegios que otorgó el sector público al ámbito petrolero y la carencia de medidas para hacer frente a la desigualdad, condenó al país a la monoproducción y la monoexportación.

Las estrategias más comunes para superar la enfermedad holandesa tienen que ver con controlar el incremento de la tasa de cambio, conservando una parte de las ganancias en fondos de inversión especial que pueden ser repatriados en el futuro de manera gradual y progresiva. Esto es una alternativa muy positiva para reducir el efecto del gasto público.

Los expertos también sugieren para reducir el amplio flujo de capitales y evitar el incremento desmedido de la tasa de cambio real, se puede estimular el ahorro con iniciativas como la reducción del impuesto sobre la renta. De esta manera, el país puede rebajar significativamente su necesidad de endeudarse para financiar el déficit público y las inversiones foráneas.

También es imperativo aumentar la competitividad del sector manufacturero a través de la inversión en educación y en infraestructuras (carreteras, comunicaciones, escuelas, hospitales, etc.), de manera que toda la economía se vuelva más productiva.

Países como Finlandia, Noruega, Australia, Suecia, Chile y, por supuesto, Holanda, lograron superar esta enfermedad exitosamente.

El efecto tequila

Ex presidente mexicano Ernesto Zedillo/ EFE/ Archivo
Ex presidente mexicano Ernesto Zedillo/ EFE/ Archivo

 

El asesinato del candidato presidencial mexicano, Luis Donaldo Colosio, en marzo de 1994 dio paso a una serie de decisiones que derivaron en la grave crisis financiera y bursátil del país azteca a mediados de la década de los 90.

La coyuntura política generó una fuga de capitales que desplomó las reservas internacionales de 29.000 millones a 10.500 millones de dólares. Ante este panorama, la administración del flamante presidente, Ernesto Zedillo, decidió el 19 de diciembre de 1994 devaluar abruptamente el peso mexicano (más del 50% frente al dólar).

“El efecto tequila”, como también se conoce este hecho histórico, causó daños enormes. Con el aumento de las tasas de interés y el desplome del peso, el sistema bancario sufrió un golpe mortal y un aumento espectacular de su cartera vencida.

Miles de acreedores de la deuda de la banca comercial se declararon en quiebra y diversas entidades bancarias desaparecieron o fueron polémicamente rescatadas con fondos públicos.

La situación también obligó a cientos de negocios a bajar las santamarías y a numerosos mexicanos a perder su patrimonio. Muchos expertos se atreven a afirmar que el costo de la quiebra bancaria lo sigue pagando la sociedad azteca en la actualidad.

Para poder amortiguar la crisis, México necesitó de un “paquete de rescate” que facilitó el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, por 20.000 millones de dólares, más otros 30.000 millones de “ayuda internacional”, que obligó a establecer un sistema de libre flotación.

De esta crisis, sin embargo, hay lecciones positivas. El hecho de que la moneda se haya mantenido en libre flotación hasta la actualidad ha sido muy positivo para la economía mexicana y los políticos han entendido que por muy poderosos que sean, nadie puede oponerse a la fuerza del mercado.

La crisis del sudeste asiático

 

En 1997, los países del sureste asiático eran considerados como las economías más dinámicas del mundo: presumían de altas tasas de crecimiento, superávit en cuentas públicas, gran apertura comercial, estabilidad cambiaria con tipos de cambio fijos y una baja inflación.

Sin embargo, los que se atrevieron a bautizar el fenómeno como “el milagro asiático”, desconocían las regulaciones bancarias deficientes, las especulación de divisas y la concesión de préstamos de alto riesgo (muchas en divisas internacionales), que se realizaban en países como Tailandia, Corea del Sur, Malasia e Indonesia.

Cuando Estados Unidos decidió bajar los tipos de interés para tratar de frenar su propia recesión, inmediatamente el mercado norteamericano se volvió más atractivo que el asiático, que pasaba a ser demasiado arriesgado para los inversionistas.

Ante una salida masiva de capitales de fondos de inversión y especuladores decepcionados (por un rendimiento menor en sus inversiones de lo esperado), el gobierno tailandés se decanta por devaluar su moneda el 2 de julio de 1997, colocando el bath de 24 a 40 por dólar en apenas una semana.

Como la moneda de Tailandia perdió un 80% de su valor, las deudas de las empresas y de las entidades financieras se dispararon en cuestión de días, con lo cual los inversores pidieron el reembolso de capitales en dólares.

Lo siguiente fue una reacción en cadena: reducción de las importaciones, bolsas devaluadas, altos precios, suspensión de pagos, bancarrotas, retiro de capitales, crecimientos negativos del PIB, subida empinada dentro de la deuda privada y desplome económico generalizado. Como una infección, la desconfianza contagió al resto de los mercados que registraron caídas fuertes (Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Tailandia).

En Indonesia, la exorbitante inflación en los alimentos generó un levantamiento en el país que derrocó la dictadura de Suharto (31 años en el poder) y comenzó la transición hacia la democracia.

La recuperación solo fue posible con la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y los países del G-7, que desembolsaron 95.000 millones de dólares a cambio de que las naciones afectadas se comprometieran a realizar reformas en sus políticas monetarias, elevando las tasas de interés y reestructurando tanto el sistema bancario como la gobernanza, para catalizar el crecimiento económico en el menor tiempo posible.

Es innegable que estos eventos históricos permiten afirmar que el pasado es un instrumento para comprender el presente y preparar el futuro. A pesar de que cada generación afronta los desafíos como si fueran únicos, los responsables de tomar las últimas decisiones económicas en Venezuela han demostrado que tienen poca paciencia para mirar hacia atrás y por ello, estamos repitiendo los errores del pasado.

Rectificar es una decisión que consiste en sacar fruto de las lecciones aprendidas a partir de coyunturas propias o externas, que permiten evitar el declive de una nación y la destrucción de las oportunidades de nuestro futuro.

¿Quién será capaz de tomar las decisiones correctas en Venezuela?