“Chernozem”, el otro oro negro que Putin desea monopolizar para controlar la despensa mundial

“Chernozem”, el otro oro negro que Putin desea monopolizar para controlar la despensa mundial

Vladimir Putin pisa una Europa agrietada

 

 

 





‘Chernozem’ es el nuevo El Dorado que Rusia quiere dominar. Putin quiere tierras, y no es el simple lance de un conquistador en busca de tiempos mejores y más metros cuadrados. Se trata de las tierras negras o ‘chernozems’ de Ucrania que son los suelos más fértiles del mundo. Pero para los agricultores ucranianos son a la vez una maldición y una bendición. Especialmente abundantes en los países del entorno de Rusia. Supone una moneda de cambio muy lucrativa, con la doble cara de la escasez o de la abundancia. Porque si, por ejemplo, se suman las producciones de Ucrania y Rusia, Putin podría monopolizar el 73% de su producción mundial, según revelan los datos del Servicio Agrícola Exterior de EE.UU. Eso significaría un verdadero shock para el mercado.

Por ABC

Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación / ABC

 

Rafael Espejo Serrano, catedrático de Edafología y Geología en la ETSIAAB de la UPM, especifica que «los ‘chernozems’ se sitúan en el dominio climático de las praderas, de ahí que también se les conozca por suelos de las praderas». Su color negro se debe a su alto contenido en materia orgánica que, como señala Juan José Ibáñez, investigador del CSIC. «retiene muy bien la humedad y es muy resistente a las sequías». Rusia también posee este tipo de suelo, pero la idea de fondo del Kremlin es el acaparamiento de tierras para el control del mercado de los alimentos.

Rusia y Ucrania son respectivamente el primer y quinto exportador de cereales. Hemos oído numerosas veces que Ucrania es ‘el granero del mundo’. Y es una afirmación fundamentada. Se calcula que el área total mundial de chernozem ocupa tan solo el 7 % de la superficie terrestre. Y Ucrania posee más de un cuarto de la tierra negra cultivable del planeta, que representa el 56,5% de la superficie total del país, tal como indica ICEX. Por tanto, dar con este tipo de tierra es como encontrar un oasis en el desierto.

Esta ambición rusa viene de muy atrás. El historiador estadounidense Scott Reynolds, autor del libro ‘Oceans of Grain’, llegó a afirmar que «la Unión Soviética no existió como tal hasta que se anexionó a Ucrania. Y la URSS solo sobrevivió mientras tuvo ese granero». Y formó parte de los planes de numerosos líderes desde Catalina ‘la Grande’ a Hitler en su búsqueda de ‘espacio vital’ para Alemania. Reynolds también detalló que ya en 2011 Putin intentó crear un cártel de los cereales con Ucrania, e igual que hacen los países productores de petróleo «podrían haber dictado los precios y restringido las exportaciones», pero su proyecto fracasó.

Ahora, los expertos inciden en que la dependencia de Rusia con su mercado de petróleo y gas puede hacerla obsoleta a largo plazo, sobre todo cuando la transición renovable sea un hecho. Y el cambio climático afecta ya a tres cuartas partes del territorio ruso. Así que la baza del control agrícola es una apuesta segura y un sector vital para el Kremlin. Pero Moscú no quiere cualquier tierra, sino las del este, que son las más fértiles de Ucrania. Casualmente éstas son las de Donetsk y Lugansk, controladas en parte por rebeldes prorrusos, que tienen la mayor producción de trigo. Y Kharkiv, Zaporiyia y Dnipropetrovsk generan más del 20% del cereal del país.

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