Así vivió San Cristóbal la caída de Pérez Jiménez

Este es el reportaje publicado en el diario La Nación de San Cristóbal, estado Táchira, al cumplirse este miércoles 55 años de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez.

Caracas, 23-1-1958.- Un militar, partidario del general Marcos Pérez Jiménez (i), entrega su espada al almirante Wolfgang Larrazábal (d), Presidente de la junta de Gobierno que toma el control provisional tras el golpe de Estado que ha depuesto a Pérez Jiménez. EFE/UPI/rsa

“Enferiados” vivieron los sancristobalenses el veintitrés de enero de 1958, durante la caída del general Marcos Pérez Jiménez, un mes después de ser ratificado presidente de Venezuela, a través de un plebiscito.

Así lo cuenta el historiador Luis Hernández Contreras, quien investigó cómo fueron esos días, previos y posteriores, en nuestra entidad andina. Unos -explica- porque no creían que su presidente tachirense fuese a caer; otros por el miedo general que había al régimen. No obstante, un grupo estaba al tanto de lo que pasaba en Caracas.





La madrugada del veintitrés se inició en el Táchira con la noticia difundida por Ecos del Torbes, a través de la voz del locutor Gilberto Belmonte. Pérez Jiménez había caído. Era increíble pensar que, apenas el quince de diciembre de 1957, el dictador había obtenido a su favor más del 94 por ciento de los votos del plebiscito. El detonante iniciado el primero de enero por el coronel Trejo, mostró cómo el régimen se derrumbaba. El diez de enero, el general Rómulo Fernández asumía el Ministerio de la Defensa, anunciando que la situación “tiende a normalizarse”, mientras que el coronel capachero, José Teófilo Velasco, reemplazaba a Pedro Estrada en la Seguridad Nacional. Un día después, el gobernador del Táchira, Antonio Pérez Vivas, primo del presidente, era designado ministro de Relaciones Interiores, quedando la Gobernación en manos del secretario general, Homero Moreno Orozco.

Caracas, 13-1-1958.- El general Marcos Pérez Jiménez (c), acompañado por el secretario de la presidencia, Raúl Soulés Baldó (i), firma los documentos por los que reorganiza su Gobierno, por segunda vez en cuatro días y tras el golpe militar, hoy, durante la ceremonia que ha tenido lugar en el Palacio de Miraflores. El general ha sumido personalmente el mando de las fuerzas armadas. EFE/UPI/rsa

-narra-.

— A pesar de estos acontecimientos, las fiestas de enero no fueron interrumpidas. Luis Alfonzo Larráin amenizaba el baile en la Casa Sindical, el día dieciocho, y la Exposición Agropecuaria fue inaugurada el veintiuno, sin la presencia de altos funcionarios del Gobierno. Al tomar el poder la Junta, presidida por el contralmirante Larrazábal, el comandante del Agrupamiento Militar Nº 01, coronel Luis Brea Boyer, se encargó provisionalmente de la Gobernación, nombrando al capitán y abogado Erasmo Contreras Vitto como secretario general de Gobierno. Un Comité Cívico fue creado en San Cristóbal, liderado por los doctores Francisco Romero Lobo, Teófilo Labrador Rangel y Alfonso Ramírez Castillo, y más de cinco mil personas se concentraron en la plaza Bolívar, llevando la palabra estos tres líderes, además de José Antonio “Toto” Cárdenas, José María Cárdenas Angarita, Nicolás Rubio Vargas, Darío Jaimes Vanegas y el joven estudiante Omar Mezza Ramírez.

Señala que, de esa manera, la subasta agropecuaria “continuaba como si nada en el Parque de Exposición de La Concordia, y el día veintinueve, el coronel Miguel Méndez Salas asumió la Gobernación, hasta la llegada del nuevo titular, el mayor Santiago Ochoa Briceño, quien tomó posesión ante el juez Superior Primero en lo Civil, Rafael Parra León, el treinta y uno de enero. Nombrado un nuevo Gabinete, el país se enrumbaría por otro sendero, quedando el veintitrés de enero como una fecha imborrable en los anales democráticos venezolanos”.

Descontento general nacional

El historiador cuenta que el descontento era general por la represión de la policía política y la persecución a militares, y fue motivo de asambleas y manifiestos que reclamaban el respeto a las garantías ciudadanas y la vuelta al sistema democrático, e incluso el arzobispo de Caracas, Rafael Arias Blanco, segundo obispo del Táchira, en la pastoral del primero de mayo, indicó que “una inmensa masa de nuestro pueblo está viviendo en condiciones que no se pueden calificar de humanas”.

Al mismo tiempo, los partidos políticos, en la clandestinidad y en el exilio, habían creado una Junta Patriótica compuesta por elementos de distintas tendencias ideológicas, desde socialcristianos hasta comunistas. Las detenciones de políticos fueron en aumento y el primero de enero estalló la primera rebelión militar.

— El coronel Hugo Trejo lideró el movimiento del primero de enero. Si no alcanzó totalmente sus objetivos, dejó encendido el detonante que seguiría al estallido de distintos acontecimientos. Al ser detenido, el presidente Pérez Jiménez lo amenazó con fusilarlo. Sin embargo, el diez de enero se desató otra crisis. Las fuerzas navales se alzaron y el Gobierno logró un primer acuerdo, reclamando el estamento castrense la conducta de varios miembros del Gabinete, pidiendo la destitución del ministro del Interior, Laureano Valenilla Lanz, y del jefe de la Seguridad Nacional, Pedro Estrada. Nombrado un ministro de la Defensa, este fue depuesto en un contragolpe dado por Pérez Jiménez, pero el Gobierno perdía el control del país.

“Entonces las cárceles se llenaron de universitarios, periodistas, artistas, seguidores de los anteriores regímenes, y grupos de protesta desafiaron a la policía en varios sitios de Caracas. Hubo concentraciones relámpago en las fábricas, los sacerdotes en el púlpito y nacientes líderes que llevaron la palabra orientadora a la caída del gobierno, se convirtieron en un hecho normal por esos días. Varios liceos fueron clausurados, los gremios de profesionales dieron la cara, y la Junta Patriótica decretó una huelga para el día 21. Los rumores iban creciendo.

Citando “La evolución política de Venezuela en el último medio siglo (1926-1976)”, del historiador Ramón J. Velásquez, indicó que luego de veintidós días de crisis, en la noche del veintitrés de enero, “la noticia de que la Marina de Guerra y la Guarnición de Caracas han decidido apoyar el reclamo popular del cambio de Gobierno, señala el episodio final de esta crisis que lleva veintidós días de duración”.

— Al comprobar Pérez Jiménez que había perdido el respaldo de sus más íntimos colaboradores, abandonó el país en la madrugada del veintitrés, rumbo a Santo Domingo. Entre sus acompañantes estaban: Luis Felipe Llovera Páez, Pedro Gutiérrez Alfaro y los tachirenses Antonio Pérez Vivas y Raúl Soulés Baldó -dice Ramón J. Velásquez, en su relato histórico.

Cuando Pérez Jiménez abandonó el poder quedaron acéfalas la Presidencia de la República y la Comandancia de las Fuerzas Armadas. De allí que constituyeron una Junta de Gobierno, “integrada por los vencedores de la rebelión del primero de enero en Maracay, coroneles Roberto Casanova y Abel Romero Villate, además del comandante en jefe de la Marina, contralmirante Wolfgang Larrazábal; el comandante de las Fuerzas Armadas de Cooperación, coronel Carlos Luis Araque, nativo del Táchira; y el director de la Escuela Superior de Guerra, coronel Pedro José Quevedo. En un principio, como secretario fue designado el doctor Renato Esteva Ríos, quien fue sustituido por el doctor Edgar Sanabria. La Junta prometía elecciones libres y libertad de los presos políticos, entre otras disposiciones”.

Larrázabal presidió la Junta y tomó las riendas del país. Dice que los periódicos de Caracas dieron un balance entre 150 y 300 muertos y más de mil heridos. La multitud asaltó e incendió la sede de la Seguridad Nacional en la avenida México, asesinando a varios de sus efectivos, además de saquear el diario “El Heraldo” y las residencias de Pérez Jiménez, Llovera Páez y Vallenilla. Entonces los presos de las cárceles del interior llegaron a Caracas y hubo una jornada colectiva de triunfo sobre la última dictadura que ha conocido el país.

Marina Sandoval Villamizar