Al arribar a la estación Bellas Artes del Metro de Caracas, una pareja de amigos se encuentra un alboroto al apenas subir la primera escalera mecánica. Decenas de personas rodean a un grupo de donde salen los gritos desesperados de una mujer. Gente del espectáculo al fin, se detienen a mirar y logran penetrar hasta el núcleo del suceso. Dos mujeres intentan por la fuerza arrebatar a un bebé de manos de una joven que parece ser la madre del niño. La muchacha se defiende como puede mientras las agresivas contrincantes halan al bebé por los brazos y piernas. Los espectadores tienen la intención de intervenir pero nadie tiene el arrojo de convertir sus intenciones en acción efectiva. “Se parece a la actitud que tenemos todos en estos momentos”, piensa rápidamente el amigo que me relata el suceso. La madre del chamo logra retenerlo en sus brazos el tiempo suficiente para que lleguen dos agentes de la PNB, quienes inquieren raudamente lo que pasa y efectivamente detienen a las dos agresoras. Estas no se disminuyen ante el arresto policial, se retiran empujadas por los agentes mientras disparan altivas amenazas contra la aterrada joven con su bebé en brazos. Pronto los curiosos abandonan la escena y sólo quedan mis amigos, gente como ya dije del espectáculo, quienes interrogan a la madre: “¿Porqué ellas hacían eso, acaso la conocen…? No, primera vez que las veo, sólo me querían robar a mi bebé”. La joven sigue hacia el andén, aferrados sus brazos al bebé, y mis amigos se quedan cavilando sobre este nueva experiencia de las que abundan a diario en nuestra ciudad y país, de las cuales iré dando cuenta en sucesivas entregas en El Diario de Caracas. Agradezco de nuevo a quienes en otros medios electrónicos reproducen mi columna, dar los créditos respectivos.
Thaelman Urgelles
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