José Guerra: Un modelo económico fracasado

Una forma conveniente de evaluar la política económica que ha seguido la administración del presidente Hugo Chávez consiste en comparar los principales resultados macroeconómicos  de Venezuela con los de algunas economías de América Latina. La economía venezolana en catorce años ha tenido un único e indiscutido jefe, el profesor Jorge Giordani, ministro de Planificación y Finanzas, miembro del Directorio del BCV y de la Junta Directiva de PDVSA. Más poder que él no ha tenido ningún ministro a cargo de la economía, desde los tiempos de Juan Vicente Gómez. Pero pocos como el profesor Giordani han tenido un fracaso tan memorable. El que tenga ojos que vea.

La política que ha seguido el ministro Giordani ha tenido un hilo conductor: anclar el tipo de cambio para procurar estabilizar la inflación. El razonamiento es elemental: al fijar el tipo de cambio Venezuela importaría un conjunto de bienes baratos que  harían que los precios internos tiendan  a la baja. Obviamente esto no ha sucedido ni va a su suceder por que la inflación obedece a un conjunto de variables fiscales y monetarias que no responden exclusivamente a la fijación del tipo de cambio. En particular, con una expansión monetaria y fiscal como la que ha tenido lugar en Venezuela entre 2010 y 2012, no hay manera en que los precios no aumenten. Es esa explosión de gasto la que ha dinamitado la tasa de cambio y forzado la devaluación de 46,5% del bolívar al tiempo que ha colocado el precio del dólar en el mercado paralelo en niveles que triplican la tasa de cambio oficial.





Un efecto sucedáneo de la fijación del tipo de cambio es la destrucción de los sectores productores de bienes transables internacionalmente como son los casos de la industria manufacturera y la agricultura. Al dejar fija la tasa de cambio y al ser la inflación venezolana significativamente superior a la de los países que comercian con Venezuela, el resultado esperado es que esos sectores se rezagan, pierden dinamismo y así se abre espacio para que las importaciones acaben desplazando la producción nacional, como efectivamente ha venido ocurriendo. Ello ha derivado en un pobre desempeño de la economía medida por el ingreso real por habitante como se documenta en el gráfico adjunto. Con excepción de la empobrecida Haití, todos los demás países exhiben un comportamiento que supera con creces al de Venezuela.

Esa tesis de fijar el tipo de cambio para bajar la inflación ha sido nefasta. Lo peor de todo es la persistencia y la tozudez con la cual se aplica. No han aprendido las autoridades económicas de Venezuela de las tragedias económicas que esa política causó en América Latina en los años ochenta, donde provocó salidas masivas de capital y crisis de balanza de pagos que llevó posteriormente a maxi devaluaciones de las monedas al agotarse las reservas internacionales. Exactamente lo que ha pasado recientemente en Venezuela. Ha sido un verdadero record mundial el implantado en Venezuela al tener salidas de capital por más de US$. 150.000 millones en catorce años en un contexto donde ha prevalecido controles de cambio. Comprendieron también las naciones serias que los controles de cambio tienden a agotarse rápidamente y que estimulan la corrupción. Con razón solamente tres economía en América Latina tienen control de cambios: Argentina, Cuba y Venezuela. El control de cambios es nefasto: no impide las salidas de capital pero si evita que entren capitales y ello induce a caídas de la inversión e impide la modernización del aparato productivo.

Ahora con la devaluación y el corralito cambiario que existe en Venezuela es altamente probable que la economía entre en un nuevo proceso de estanflación, es decir estancamiento económico y alta inflación con lo cual el ingreso por habitante con seguridad se va a retraer en 2013. Todo este fracaso ha estado mediado por un espectacular aumento de los precios petroleros que ha salvado a Venezuela de una verdadera hecatombe económica y humana.