Gonzalo Himiob Santomé: Mentir y decir mentiras

Gonzalo Himiob Santomé: Mentir y decir mentiras

Cuando en clase me toca explicar a mis alumnos el delito de falso testimonio, siempre es menester aclarar que no es lo mismo mentir que decir mentiras. Pues por raro que suene, así es estimados lectores. Mentir es expresar falsedades, teniendo la plena conciencia de que lo que se está afirmando es contrario a la verdad, o callar todo, o parte de la verdad de manera deliberada, con el objeto de mostrar una realidad que no es; por el contrario, quien dice mentiras no está al tanto de que lo que afirma es falso, más sin embargo lo repite o lo expresa. Evidentemente comete el delito quien miente, más no el que se limita a decir las mentiras, sobre todo cuando este último las repite de buena fe, y amparado en la confianza que de manera engañosa le inspira quien sí ha mentido.

Sobre esta base es que considero necesario analizar el comportamiento del oficialismo en general, en cuanto al estado de salud del presidente Chávez. Muchos dicen mentiras, pero sólo unos pocos mienten. Por una parte, tenemos a una pequeña cúpula, quizás mucho más limitada de lo que se cree, que sí sabe en realidad qué es lo que está pasando con Chávez, pero por motivos personales o profesionales, o por esa irracional sed de poder y con base en los anhelos de mantenerlo a costa de lo que sea, nos miente a todos, sea afirmando lo falso, o sencillamente callando todo o parte de lo verdadero. En este lote entran los Castro, algunos conspicuos personajes del oficialismo, con Maduro a la cabeza, el núcleo familiar más cercano al presidente, y por supuesto sus médicos tratantes.

De los últimos, me refiero a los galenos, no se puede exigir que divulguen lo que saben pues como parte de sus obligaciones legales y éticas está el no comunicar los resultados de sus desempeños, y la entidad real de la enfermedad de Chávez, sino a él mismo y a sus allegados.





Por otra parte la familia inmediata de Chávez, puede haber recibido instrucciones directas del paciente, cuando podía darlas, si es que ahora ya no está en condiciones para hacerlo, de no decir nada más allá de lo que se vaya decidiendo sobre la base de las conveniencias políticas de la revolución. Si esto es ético o no, especialmente tomando en cuenta que acá no se está hablando sólo del destino de un hombre, sino del de una nación entera, eso está sujeto a discusión, pero creo que no conviene exigirle a la familia de una persona con tan graves problemas de salud que desconozca, si es que eso es lo que ocurrió, la voluntad de quien quizás ya la ha expresado a modo de último deseo.

Sin embargo no podemos decir lo mismo de los demás, de Maduro, Cabello, o de los otros pocos “cupuleros” revolucionarios, que encargados de manera inconstitucional como lo están de la conducción del país, han decidido callar la verdad o sencillamente mentirnos a todos, sólo para ver cómo capean a palo seco el temporal en el que esta épica irresponsabilidad suya nos ha sumido desde hace meses, incluso me atrevo a afirmarlo, desde mucho antes de que Chávez se postulara a la reelección, cuando ya todo apuntaba, lo cual callaron, a que no podría continuar su mandato, al menos en condiciones de normalidad.

De los Castro no digo nada. No sorprende que callen la verdad y que hagan con nuestro país lo que están haciendo, son ya muchas las décadas jugando su propio y nefasto juego, y es evidente que lo que están es velando por sus intereses, que no por los nuestros; pero de los venezolanos que desde el poder se han prestado a esta farsa, sí hay mucho que decir. Ya no basta afirmar que la historia se hará cargo de ellos, porque lo cierto es que mientras se mantienen dirimiendo sus diferencias, cuadrando quién de ellos se queda o no con el gobierno, y preparando sus escenarios a egoísta y ciega conveniencia, el país va definitivamente al garete, en medio de una temible tormenta de la que sólo podremos salir de la mano de la verdad. No hay gobierno, hasta los mismos chavistas lo perciben. Esa es una de las graves trampas que el personalismo siempre le tiende a sus cultores: cuando el líder “desaparece” o no puede estar, todos los que pretenden suplantarlo desde sus propias filas, lucen desmadejados e inseguros y más parecen, especialmente los nuestros, unas malas copias del original que verdaderos estadistas. Chávez al menos imponía su autoridad y su carisma, de manera abusiva las más de las veces, pero lo hacía. Chávez se forjó a sí mismo como el único referente oficialista, uno sin el cual la revolución perecería, y el destino le cobró y le está cobrando muy cara la impostura, pues todo parece apuntar a que su parapeto sólo se sostiene hoy con base en la mentira, y todos sabemos ya lo que se dice sobre el largo de sus patas.

Lo peor no es sólo que estén mintiendo o callando todo o parte de la verdad, también es muy malo que hayan puesto a sus propios seguidores, que son muchos y no necesariamente están obrando de mala fe, a decir mentiras. Escuchaba los discursos que el pasado 27F dieron Maduro y Cabello, y la respuesta de quienes habían ido a escucharlos, y no podía dejar de sentir por una parte mucha lástima, pero por la otra mucho miedo. Lástima, porque no me cabe duda de que en las voces que de la mano de Maduro y de Cabello coreaban, hechas sólo de ingenua confianza, que Chávez “seguía siendo” el comandante de la revolución, había mucho más anhelo (“wishful thinking” lo llaman los norteamericanos) que certeza; y miedo, porque en el caso de que a todos, a nosotros los opositores y a ellos los oficialistas, nos estén mintiendo unos pocos de manera descarada, no puedo imaginar una ira mayor contra los falsarios, que la que nacerá en quienes sí les han creído y aún les creen. No sólo por el engaño que podría estar suponiendo todo el tinglado de desinformación montado, ya de por sí mismo bastante grave, sino porque se habría utilizado descaradamente al pueblo para perpetuar una mentira que sólo es útil a quienes pretenden mantener sus prebendas a costa de lo que sea, especialmente, a costa de la verdad.

No hay razón válida ni justa para que Maduro y su combo actúen de esta manera. Ni los chavistas ni los opositores merecemos que se nos oculte la verdad sobre el presidente de esta grave forma. Lógica perversa, pero lógica al fin, sí tienen sin embargo los empeños de Maduro y de los demás que le siguen la movida: El líder no está y no hay quien tenga lo necesario para hacer sus veces, y muy larga es la cadena de culpas por las que tendrán que responder muchos de ellos si pierden el poder, que es lo único que les ha mantenido protegidos y al amparo de las consecuencias de sus actos. No quieren soltar el coroto y recurren a la mentira, y a la desinformación, para manipular a propios y a ajenos, incluso sabiendo que están gobernando sin haber sido ellos los electos por el pueblo. Están jugando un juego peligroso, muy peligroso.

@HimiobSantome