El cáncer de Hugo Chávez, un diagnóstico exacto y un médico en fuga

El doctor Navarrete

En octubre de 2011 el doctor Navarrete dio la exclusiva de la enfermedad del presidente venezolano a Milenio, y por ello fue perseguido y tuvo que abandonar su país; la esperanza de vida del mandatario era de 12 a 18 meses y se cumplió fatalmente.

Por Víctor Flores García

La odisea del doctor Salvador Navarrete Aulestia desde que reveló la gravedad incurable del cáncer que venció al presidente Hugo Chávez, comenzó cuando debió abandonar Venezuela con toda su familia, acosado por los servicios secretos del Gobierno, en octubre en 2011. Nunca imaginó el calvario que padecería por asumir la responsabilidad de explicar que la enfermedad mortal era un sarcoma originado en el tejido del suelo de la pelvis, de “muy mal pronóstico”, y que la expectativa de vida era de dos años. Así desataba una tormenta política con todo tipo de usos, especulaciones y desmentidos.





La entrevista publicada en MILENIO Semanal (No. 728, 17-10-2011), semanario antecesor del Dominical MILENIO, fue luego divulgada por las principales agencias de noticias y cadenas de televisión internacionales. Varios colegas de la prensa extranjera me llamaron para pedir detalles y confirmar la autenticidad de la fuente. La prensa escrita venezolana que se estrellaba en Caracas con un muro de silencio y declaraciones vagas sobre la naturaleza precisa de una enfermedad que mata, pero que también puede ser curada, publicó aquella conversación sobre el perfil clínico de un Presidente en el poder.

Respondí a quienes querían saber más, que había publicado la esencia de esa historia; que había cultivado aquella amistad con Navarrete durante mis años de corresponsal en Caracas, entre 2006 y 2008; y que no había más. Aquel médico laureado con los premios de la Sociedad Venezolana de Cirugía, y dos premios del Congreso Venezolano de la especialidad, intelectual y formador de cirujanos en la Universidad Central de Venezuela, fue blanco de ataques por aquella crucial decisión de ofrecer la información de que disponía, para que la sociedad venezolana tomara conciencia de la magnitud del dilema.

Era una información que pudo haber cambiado el desenlace de las elecciones presidenciales de 2012: un hombre abatido por una enfermedad terminal fue reelecto hasta 2018. La oposición fue la que más puso en duda la prognosis fatal y muchos la imaginaron como un plan oculto que denominaron “operación lástima”, mediante la cual el mandatario engañaba para ser reelecto. Una semana antes de su muerte, 80 por ciento de los venezolanos confiaba en que Chávez retornaría al poder, según la encuestadora Datanálisis, que pronosticó la ventaja de 10 puntos de Chávez al ser reelecto. De ese tamaño fue la conmoción y el ocultamiento casi perfecto del mal.

Lo cierto es que inmediatamente después de la publicación del texto el 19 de octubre de 2011, el doctor Navarrete, quien había cuidado de la salud del Presidente en 2002 en el Palacio de Miraflores —cuando sufrió un intento del golpe de Estado, antes de confiar su salud al cuidado exclusivo de médicos cubanos—, fue interrogado en su clínica por los servicios de inteligencia venezolanos (Servicio Bolivariano de Inteligencia, Sebin), en busca de una supuesta conspiración oculta detrás de aquella entrevista.

El asunto fue asumido en persona por el coronel José Álvarez Tineo, director del Sebin. Sorprendido porque sus declaraciones tomaran aquella deriva, se colocaran como tema de espionaje político y no como un asunto de supremo interés público sobre la principal figura nacional de Venezuela, el doctor Navarrete, quien gozaba de una reputación irreprochable como cirujano, tuvo que abandonar su país de forma intempestiva junto con toda su familia. Navarrete publicó una carta de respuesta a las especulaciones y se hundió en un silencio absoluto hasta el día de la muerte del Presidente, el pasado martes 4 de marzo. Nunca más tuve contacto con él, pero supe en forma indirecta de lo mal que la pasaba. Tampoco abordé nunca más el tema, pero el desenlace fatal confirmó el doloroso y triste pronóstico; y la pertinencia de publicarlo.

En su despedida para aclarar las cosas que habían llegado tan lejos en apenas dos días de frenesí mediático y persecución, el doctor Navarrete escribió: “Quiero dar la cara, pero con la seguridad de que los elementos serán evaluados justamente. Al coronel José Alvarez Tineo (director del Sebin), mis más sinceras disculpas por no haber podido cumplir con lo prometido el día de nuestro encuentro, los acontecimientos posteriores me obligaron a salir del país con mi familia de manera abrupta, algo que no deseaba y no tenía planificado hacer”.

La carta del doctor Navarrete, hijo y nieto de comunistas, militante moderado del chavismo de la primera hora, exponía las razones de fondo que lo llevaron a aceptar la entrevista: “No soy un traidor a la Patria, la Patria no es el Presidente, la Patria somos todos y en ese todos están incluidos nuestros hijos, familia, amigos y enemigos, y quiero que sepan que esta entrevista está dirigida a todo el mundo para la reflexión”.

Narraba detalles de sus cavilaciones sobre qué hacer con aquella información: “Días antes de conceder la entrevista mantuve una serie de conversaciones con miembros del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) y les pedí que le transmitieran al Presidente estas inquietudes; e incluso pedía hablar directamente con él y poner mi conocimiento a la orden”.

Agobiado por la campaña en su contra en los medios chavistas y molesto por la utilización que la oposición hacía de su alerta a la opinión pública venezolana, el doctor Navarrete enfatizaba la dimensión política de su historia. En la entrevista ofreció detalles inéditos de la personalidad del mandatario y su entorno: “Nos hizo miembros del personal de la mayor confianza adscritos al Palacio de Miraflores. Éramos tres médicos venezolanos, un cardiólogo, un gastroenterólogo y este servidor como cirujano del equipo. De los tres yo era el único con militancia política, como miembro de la Dirección Nacional Ampliada del Movimiento Quinta República (MVR), fundado por el presidente Chávez, como parte de la Dirección de Formación Ideológica, que fue un gran partido hasta su conversión en 2007 en núcleo del PSUV”.

Así se entienden las íntimas razones del doctor Navarrete expuestas en su carta: “Basado en la información oficial y en mi condición de médico venezolano pensaba sobre el dilema ético que representa velar por la salud de la persona más importante de nuestro país, en momentos en que se ha diagnosticado una afección maligna, y la falta de previsión ante una posible ausencia, temporal o definitiva, en los manejos de la nación, debido a la falta de comunicados médicos claros sobre su condición actual”.

Sus preocupaciones sobre la vida que se extinguía para el jefe máximo de la revolución bolivariana estaban al centro de su misiva: “Me preocupa que el Presidente y su entorno político no conozcan la magnitud de su enfermedad puesto que ha sido manejado con un completo hermetismo. Las consecuencias de un desenlace fatal y la importancia que tenía informar tanto a su organización como a los grupos que lo apoyan, al igual que a los grupos políticos que lo adversan, fueron las razones que me llevaron a abordar este delicado asunto”.

Las consecuencias que avisó Salvador Navarrete mientras trataba desesperadamente de salir de su país, ocurrieron con toda la fuerza de su dramatismo: “El Presidente es una figura nacional importante, probablemente la que más, y también una figura mundial, por lo que su desaparición física en este momento pudiera ser más traumática de lo que los políticos perciben. Estamos viviendo una profunda transformación social y no hay duda que el Presidente la inició hace muchos años, como se cita en la entrevista. Sin embargo, ¿qué pasa si desaparece en este momento sin que todos los actores políticos tomen previsiones para cuidar al país, para atender los cambios, para rescatar lo social, preservar los aspectos positivos de esta revolución?”.

Conversé con la directora de MILENIO Semanal, Roberta Garza sobre el acoso al cirujano. La primera reacción fue expresarle todo el apoyo de la única manera posible, en forma periodística. Aquel breve texto publicado en la siguiente edición, una semana después, señalaba en su parte medular:

“El doctor Navarrete es un cirujano y académico de la medicina con una extensa carrera, quien formó parte del equipo de galenos que cuidó de la salud del presidente Chávez hasta que éste decidiera confiarse por entero a los médicos de La Habana. El doctor Navarrete es aún parte del cuerpo médico venezolano de la familia Chávez.

“El doctor Navarrete aceptó tratar de manera voluntaria y libre un tema de interés público en Venezuela y el resto del mundo. El mismo día de la publicación, el 17 de octubre, el doctor Navarrete fue visitado en su consultorio por personal del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) de Venezuela. Al día siguiente fue brevemente detenido. Condenamos que el doctor Navarrete haya sido sometido a cualquier tipo de presiones o amenazas con el fin de obligarlo a retractarse de lo publicado.

“La versión escrita fue postergada una semana y, finalmente, aprobada por el mismo doctor Navarrete. Para todo el contenido publicado existe un respaldo en grabaciones. Por su parte el presidente Chávez afirmó en La Habana que tras cuatro sesiones de quimioterapia está libre de células cancerosas. Redacción M Semanal.

Por la delicada naturaleza del tema, acepté excepcionalmente enviar el borrador al cirujano. Pidió suprimir los nombres de sus colegas y objetó el titular centrado en la expectativa de vida. Eso demoró la publicación una semana. Aceptamos lo primero. Lo segundo es una historia dramática: la expectativa de vida en la grabación era “de 12 a 18 meses”. Dicho en octubre de 2011 significaba entre octubre de 2012 y abril de 2013. Consciente del drama y de lo impredecible de la ciencia médica, extendió su prognosis hasta dos años. Y así quedó en el titular. Fue algo que lo contrarió.

La respuesta oficial tuvo tres escenarios. Por primera vez desde que el Presidente anunció la enfermedad meses atrás, una junta médica emitió el primer parte médico centrado en desmentir al doctor Navarrete, con el argumento de que no era un “médico tratante” del mandatario. En realidad él nunca dijo tal cosa, sino “los médicos de la familia” que armaron un rompecabezas con la información disponible.

Tocó el turno a la ministra de Salud, Eugenia Sader, quien negó ser discípula del doctor Navarrete y descalificó su diagnóstico. Cuando le pregunté si había tenido consecuencias su conversación con el Presidente por la manera en que descuidaba su salud, Salvador Navarrete respondió sin dudar: “El Presidente nunca se enemistó conmigo. Ese episodio quedó allí, en el vacío, y se diluyó aún más con las posteriores tribulaciones del golpe de Estado. Desde entonces descubrí muchas cosas en el entorno del poder y abandoné la militancia política, pasé a los ‘cuarteles de invierno’ como asesor el gobierno en el área de Salud”, hasta julio de 2011, cuando su renuncia fue aceptada con “una carta bonita de despedida” de la ministra Sader.

Al final fue el propio presidente Chávez quien salió a desmentir al doctor Navarrete en una conferencia con corresponsales extranjeros. Recordó vagamente que a él lo cuidaba mucha gente “hasta brujos”, que recordaba al jefe del equipo de aquellos médicos en Miraflores. En particular, el presidente Chávez recordó al ministro de la Secretaría de la Presidencia, Rafael Vargas, quien vivía en la residencia presidencial. Pero negó que el doctor Navarrete lo hubiera tratado alguna vez a él o a su madre, afirmó que estaba curado y espetó: “El doctor Navarrete es un embustero… ¿Cuánto le pagaron?”. Desde entonces ha sido un perseguido político en el destierro.

*Artículo elaborado con extractos del libro de próxima publicación: El privilegio de presenciar. La era de Hugo Chávez, de Víctor Flores García.