Trino Márquez: Objetivo: decapitar la oposición

Nicolás Maduro, la cúpula chavista y los hermanos Castro, luego del 14 de abril, se han propuesto destruir la dirigencia  opositora. Acabar con el firme liderazgo de ese fenómeno político extraordinario que representa Henrique Capriles y con la dirección colectiva encarnada en la MUD. Están conscientes de la debilidad intrínseca de Maduro y los otros herederos, que perdieron en apenas un  mes cerca de 700.000 votos y a quienes el fantasma de Hugo Chávez apenas les sirvió para obtener un triunfo con malas mañas. Una victoria cuestionada, que solo ha dejado dudas y sospechas. Saben que si las elecciones se hubieses realizado una o dos semanas después, no habrían podido perpetrar el fraude, pues la avalancha de votos habría sido incontenible, tal como ocurrió con Chávez en 1998, o con Violeta Chamorro en Nicaragua. En ambos casos resultaba imposible ocultar el claro favoritismo del pueblo por esos candidatos. Es una cuestión de poco tiempo invertir la tortilla de forma incontrovertible.

Están conscientes de que los esfuerzos por mitologizar la figura de Chávez se agotan. El comandante ya no da para mucho más. Su imagen les ayudó, pero ahora tendrán que gobernar solos y enfrentar los numerosos y graves problemas del país con los recursos menguados de que disponen. Los precios del petróleo escalaron una meseta y allí se mantendrán un rato largo. Ni siquiera un eventual conflicto entre las dos Koreas, los empinará.

Al régimen les vienen días difíciles. De la oposición política, el país pasará a la oposición social. La gente saldrá a reclamar por la inflación, la escasez, el desabastecimiento, la inseguridad, el deterioro de la salud y la educación, exigirá mayores salarios y mejores condiciones de vida. La ilusión irresponsable de que somos un país rico, alimentada por el chavismo, movilizará a la gente, que demandará soluciones prácticas.





La cúpula de herederos ilegítimos y fraudulentos sabe que si la oposición social y la crisis económica convergen con una dirigencia curtida y con arraigo popular, el Gobierno perderá elecciones tras elecciones, aunque en el CNE la oposición carezca de representantes y coloquen allí a muchas Tibisay Lucena y Sandra Oblitas.

El gobierno, en realidad gobiernito, necesita pulverizar a Henrique  Capriles y la MUD. El problema es cómo hacerlo con el menor costo político. Hasta ahora el régimen ha operado como una maquinaria bien aceitada. La impugnación de los resultados no prospera, a pesar de las numerosas irregularidades bien fundamentas y de los recursos previstos en la Ley de Procedimientos Electorales, porque la mayoría oficialista del CNE se negó a admitir los reparos. El jefe del Comando Estratégico Operacional, general Wilmer Barrientos, además de avalar los desmanes de los grupos paramilitares que hostigaron a los votantes en los centros donde usualmente triunfa la oposición, reconoció –sin que las irregularidades hubiesen sido aclaradas- a Maduro como Comandante en Jefe de la FAN. La Fiscal se comportó como una activa militante del PSUV. El sujeto que preside la Asamblea Nacional se ha comportado como si los diputados opositores estuviesen en una cárcel, y él fuese el Cabo. El círculo se cerró para asegurar la “victoria” de Maduro. Ni ellos ni los cubanos podían correr riesgos con el reconteo de los votos, la revisión de las actas y los colegios electorales. El engranaje funcionó a la perfección para preservar la existencia del modelo.

Ahora comienza la segunda fase. Criminalizar a Henrique Capriles y a Leopoldo López, entre otros líderes, pareciera formar parte del plan. Al menos así lo sugirió el propio Maduro en la reunión que sostuvo el martes 16 de abril con la alta gerencia de PDVSA (la misma que ha llevado a la quiebra a la empresa). A Capriles, adicionalmente, aspiran a sacarlo de la gobernación de Miranda. Cuentan con los tribunales y los juristas del terror. En la Asamblea Legislativa del estado poseen la mayoría. Abuso y prepotencia les sobran.

En Cuba, el gobierno  antes fusilaba  a los adversarios. Ahora arregla accidentes extraños para salir de los oponentes incómodos. Esto ocurrió con Oswaldo Payá, el líder que  murió en 2012  en un inusual choque de vehículos que aún permanece en el misterio, sin que Raúl Castro haya dado una explicación convincente. En Venezuela, los mismos cubanos tienen la gentileza de hostigar a los dirigentes, incubarles juicios a partir de calumnias, acusarlos de  hechos de corrupción que no son tales.  No hay que agradecerles la amabilidad. Son unos esbirros.

@trinomarquezc