Juan Fernández: El parapeto de la confrontación

Desde Octubre 2012 Venezuela vive un grave estado de indefinición. Son evidentes la ausencia de conducción política y el deterioro económico y social.

Las elecciones del 14-A crearon expectativas en los mercados energéticos y financieros, se esperaba que en esa fecha se despejarían las dudas sobre la legitimidad de la presidencia de Maduro. Sin embargo, a raíz de la solicitud de una auditoria electoral que incluye el re-conteo de los votos y la reacción negativa del Gobierno, esas dudas se han profundizado tocando a la seriedad misma de quienes conducen el Estado, aun a pesar de la decisión del CNE de revisar el 46% de las cajas, quedando la duda sobre el alcance que contempla una auditoria integral. El mundo observo la reacción de los poderes públicos, comenzando por el Nicolas Maduro y Diosdado Cabello Presidente de la Asamblea Nacional. Las declaraciones cambiantes del Maduro revelaron incoherencia interna en el régimen y avivaron la sensación de que para todo lo importante Miraflores tiene que esperar instrucciones de La Habana. Fue un impacto muy negativo el que produjo el acto insólito de privar del derecho de palabra a quienes han sido elegidos por el voto popular. A esto se han añadido las declaraciones inconsistentes de la Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia sobre el derecho a un re-conteo voto a voto.

La reacción de los mercados no se ha hecho esperar. La deuda venezolana sigue perdiendo valor y por lo tanto sigue aumentando el costo financiero a pagar por la nación (el dichoso “riesgo país” que los prestamistas aplican a naciones que van hacia el desastre económico, lo cual implica el riesgo de que demoren pagos o no paguen).





 

Vista desde afuera, la situación de la economía venezolana es alarmante si nos basamos en los datos, los números, los hechos. Por ejemplo, un estimado serio del déficit fiscal resulta en más del 12 %. Es el porcentaje en el cual los ingresos del Estado no son suficientes para cubrir el gasto público, algo que debe sorprender a quienes sólo ven los enormes ingresos que tiene el gobierno venezolano, sin tener conciencia de que eso es en buena parte despilfarrado y pillado. La manera de hacer frente a este desnivel entre ingresos y egresos es la devaluación, por la cual el Gobierno obtiene más bolívares por cada dólar petrolero que le ingresa. Así tiene para gastos internos: sueldos, misiones, cohetería, etc. Pero, como el país no produce lo que consume, debe importar, con pagos al exterior en que el dólar vale lo que vale internacionalmente, no lo que diga el Gobierno de Venezuela. Por eso faltan productos en el mercado y esto inevitablemente sube los precios, por más que haya controles e intervenciones policiales. Cuando hay dinero en el bolsillo pero a la hora de comprar ese dinero no vale nada, se manifiesta la temida inflación, que abruma a los pueblos y tumba a los gobiernos. En Venezuela la inflación está por encima del 30% -el bolívar pierde ese porcentaje en poder adquisitivo cada año. Esto es algo vergonzoso con los enormes ingresos que tiene el Gobierno por el elevado precio del petróleo, el cual se mantiene a un nivel más de diez veces por encima de lo que tuvieron los gobiernos anteriores al chavismo.

Además de arruinar la capacidad adquisitiva del pueblo y destruir sus fuentes de trabajo, el régimen ha montado a las nuevas generaciones una deuda por encima de los 210.000 millones de dólares. O sea, que teniendo increíbles ingresos ha multiplicado por diez la moderada deuda que dejó “La Cuarta” y tendrán que pagar las generaciones que se están levantando. Eso para el futuro, porque ahora mismo el problema es que se presentan ya los vencimientos y no se ven posibilidades lógicas  de refinanciarse o de conseguir otros ingresos, salvo que se vendan las reservas de oro o la ya hipotecada soberanía de PDVSA, lo cual ya sabrán ustedes lo que significa.

Como lo único que nos queda es petróleo, veamos cuál es la situación de este paño de lágrimas.

El precio del crudo han venido disminuyendo de la cima de hace dos años. Las estimaciones iniciales del 2013 de un crudo Brent a 120 dólares el barril hoy se calculan entre 108-105 dólares por barril. De igual manera ha bajado el WTI que ya se estima en 95 dólares por barril. Esto no se puede compensar subiendo la producción, porque debido al estado de abandono en que se encuentra la industria, con una gerencia incapaz, hemos perdido capacidad de sacar petróleo del subsuelo. Como si fuera poco, cada vez que Rafael Ramírez se llena la boca diciendo que PDVSA está “altamente politizada”, ahuyenta a los inversionistas con quienes se podría negociar para aumentar la producción. En el mercado interno tanto de combustibles como de electricidad, las pérdidas de la Nación ya son inmanejables. Y no es sólo PDVSA. El conjunto de las empresas del Estado es crítico tanto operacional como financieramente. La contratación colectiva pendiente y atrasada es otro de los asuntos a resolver.

Estos son los ingredientes para la tormenta social perfecta hacia la cual marchamos. El Gobierno trata de disimular todo esto provocando la confrontación política, radicalizando. Pero su margen de maniobra se va estrechando y su incapacidad ya es un espectáculo mundial. El régimen terminara hundiéndose en sus propias contradicciones, el reto de los ciudadanos esta en que no hundan al país.

@JFernandeznupa