Los ranchos de la Gran Sabana

(Foto José Leal)

El hermoso paisaje de la sabana, envuelto con el aura de belleza providencial y milenaria pierde su valor cuando en algunos de sus verdes espacios se localizan barracas. Sus habitantes admiten conocer el valor turístico de este sector; sin embargo, aseguraron que su estadía allí ha sido permitida por el gobierno local, publica Correo del Caroní.

Parte de la montaña ha sido tomada por personas de otros municipios que aseguran querer trabajar en el turismo

Natalie García
Fotos José Leal

El crecimiento desorganizado se instaló en Santa Elena de Uairén hace poco menos de una década. Poco a poco sectores que antes eran bosques, terraplenes, selvas o áreas protegidas han sido tomados por habitantes de otros municipios que emigran al sur del estado Bolívar, en busca de una mejor vida y una casa propia.





Es así como personas de todos los rincones de la extensa geografía que comprende el macizo guayanés, e inclusive de otras regiones, parten a esta localidad que pasó de 12 mil habitantes a más de 40 mil.

La explosión demográfica tomó por sorpresa a todos, pues no hay servicios de agua potable, vialidad, luz, escuelas y demás para atender a la cantidad de ciudadanos que hay en el pueblo.

Adversidades presentes
Pese a la expansión, la Gran Sabana no tiene muchas plazas de trabajo  y se mantiene de actividades ilegales, como el contrabando de combustible, el cambio de moneda extranjera y la minería.

No obstante, muchos se mudan con un sueño: tener casa propia, alejarse de la inseguridad y conseguir trabajo, uno que les permita vivir cómodamente. Desde el 2009 las invasiones han crecido con mayor intensidad, sólo que estas no son llamadas así y para muchos es un “tabú” citarlas de ese modo, prefiriendo colocarles cualquier otro nombre.

Tal es el caso del sector Simón Bolívar, ubicado en Lomas de Piedra Kanaima, en Santa Elena de Uairén. El lugar está zonificado para campamentos turísticos ecológicos, pero desde el 2007, cuando hubo la primera ocupación en las faldas de la montaña, esa planificación fue desapareciendo.

Luego vino una segunda etapa, y en ella está Simón Bolívar, que en un principio fue atacada por los indígenas, quienes molestos sacaron a quienes intentaban apropiarse del lugar montando ranchos. El tiempo ha pasado y muchas personas siguen allí. Incluso el terreno ya fue aplanado para facilitar la construcción de viviendas humildes de zinc.

Apoyo municipal
Cuando se les pregunta a los habitantes de esas casas el porqué de la ocupación, estos consideran que no están invadiendo y por el contrario cuentan con el apoyo de la Alcaldía, que les adjudicó las parcelas.

Quioli Ruiz, del consejo comunal Simón Bolívar, es representante de la mesa de turismo. Viene de Ciudad Bolívar y tiene en la zona poco menos de 4 años. Se mantiene vendiendo dulces, tortas y comida, de manera independiente.

“Nosotros somos 40 familias. Ya estos terrenos los tenemos. Queremos meter el proyecto de las casas, y renovar el consejo comunal porque nos salieron unas viviendas y por no tener la cuenta en el banco se lo dieron a otro consejo comunal”, afirma.

Entre sus peticiones están: empedrar las calles para evitar el barro, y canalizar las aguas de lluvia, pues cuando caen los chaparrones acostumbrados de la zona, se inundan las casas.

“Me gusta aquí porque no hay delincuencia, hay tranquilidad, esto es distinto. Tengo tres hijos y trabajo por mi cuenta. Nosotros tenemos tiempo aquí, pero el replanteo se hizo en diciembre del 2012 (aplanamiento del terreno). Ahora estamos mejor, le agradecemos al alcalde el apoyo. Esto por más que sea es una zona turística y esos ranchos no se ven bien, por eso queremos casas”, comenta.

Sobre los proyectos, y conscientes de que están en una zona turística, que además es parte de la zona protectora de los efluentes de agua de Santa Elena de Uairén, los vecinos apuestan por un proyecto que los integre al lugar, donde hasta ahora no son bien vistos por otros vecinos que tienen más de 30 años en la zona y se han visto afectados por la deforestación y el cambio paisajístico.

“Tenemos en proyecto cursos de artesanías para hacer cosas y ofrecer lo que hagamos a los turistas. Queremos también organizarnos para que vacunen a los niños, tener un parque de recreación, un hogar de cuidado diario y así que las madres salgan a trabajar tranquilas. Todo eso lo estamos planteando”, sostiene.

Lomas de Piedra Kanaima no es el único sector con ocupaciones, en otros espacios de Gran Sabana se pueden ver ranchos donde antes, hace apenas dos o tres años no había nada. Lo preocupante para muchos residentes, sobre todo los dedicados al turismo, es que esta emigración no es controlada y muchas veces sirve para traer más problemas que beneficios al municipio, de por sí afectado por ser una zona de frontera poco atendida por las autoridades locales, regionales y nacionales.

Control e integración

Mariluz Lorza, presidenta de la Cámara de Turismo de Gran Sabana, opina que el crecimiento desorganizado en lugares reservados para el turismo, como Lomas de Piedra Kanaima, afectan en gran medida el patrimonio de quienes durante décadas hicieron un nombre, y forjaron con esfuerzo el título de ecológico en sus campamentos.

“El turismo hacia esa zona ha bajado porque todo el paisaje cambió, es distinto. Antes veías el bosque, y eso lo echaron abajo. Ya en 2007 hubo una primera invasión y afectó, pero esta segunda ocupación ha sido peor, la montaña no luce igual y el lugar no está preparado para la construcción masiva como ellos la presentan, porque se trata de zona turística donde además están las aguas de Santa Elena. Si hay un desarrollo debe ser turístico, integrado a ese plan y no masivo”, advierte.