Sin producción agrícola nacional no hay soberanía agroalimentaria

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Los productores agrícolas venezolanos tienen toda la razón del mundo, cuando aseguran que el alto gobierno no puede hablar de soberanía agroalimentaria, cuando no somos capaces de producir ni siquiera los alimentos que consume el pueblo venezolano, sino que en grandes volúmenes son importados de distintos países, gracias a la cuantiosa renta petrolera que en las últimas décadas superan largamente los US$ 860.000 millones.

Mientras el sector oficial alardea afirmando que solamente importamos el 30% de los productos agrícolas, quienes están vinculados con la actividad productiva del sector primario venezolano, aseguran que alrededor del 70% de los rubros alimenticios que consume el venezolano en lácteos, azúcar, café, arroz, maíz, sorgo, carne, oleaginosas y trigo, entre los más notables provienen de Brasil, Argentina, Colombia, Nicaragua, Costa Rica y Chile, tal como lo evidencian los reportes de los diferentes puertos nacionales.

Incluso en forma jocosa, dirigentes políticos han advertido que hasta el “pabellón” tradicional plato venezolano, en estos momentos se está elaborando con productos traídos de otros países, con lo cual ha perdido su característica principal de ser un plato genuinamente criollo, que ya es mucho decir.





En todo caso, lo que causa mayor inquietud es que los pronósticos que realizan, dirigentes de organismos gremiales como Fedeagro, no se avizora un cambio de esta tendencia en el corto o mediano plazo, por el contrario, el alto gobierno ante la profunda crisis de desabastecimiento que actualmente se vive en el país, donde el propio Banco Central presenta como un gran logro que la variable que representa la escasez bajó de 20,3% a 19,3%, en lugar de implementar políticas para estimular la producción agrícola nacional, está adelantando una agresiva política de importaciones de alimentos, con la finalidad de atender la demanda interna, impidiendo de esta manera que se generen conflictos sociales por parte de los consumidores, ante la imposibilidad de obtener los productos de consumo básico, aun teniendo el dinero para adquirirlos.

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