Joaquín Morales Solá: Cristina y la táctica del terror

Con los habituales reflejos tardíos para las malas noticias, el Gobierno se notificó en la última semana de que no tiene más vida que los dos años por venir. Fue un reconocimiento incómodo, que llevó a la Presidenta a la cumbre de la furia. Lo supo: ni ella ni ningún delfín consentido tienen futuro. Cristina buscó a los culpables. Los empresarios. Los medios periodísticos independientes. Una sociedad equivocada. ¿Y Scioli? Scioli es el que pregonó la noticia entre propios y extraños.

Hay que ayudar al Gobierno a que llegue lo mejor posible, dijo, y mostró al rey desnudo. Sin embargo, ese reconocimiento de la finitud no significa que la Presidenta haya aceptado que sólo la aguarda la melancolía de toda despedida.

Eliminada la amenaza de la re-reelección, que careció siempre de solvencia política e institucional, la pregunta actual del cristinismo es cómo conservará el poder hasta el último día. No existe un último día con la plenitud del poder. El sistema de equilibrios de la política elimina esa posibilidad. Podría buscar la comprensión y el apoyo de sectores políticos ajenos, pero el cristinismo es alérgico al consenso. El único camino que han encontrado hasta ahora es el camino de siempre. Gobernar con el terror. Las lapiceras de la administración todavía funcionan. La AFIP tiene intactas sus arbitrarias facultades. Guillermo Moreno convoca, grita, insulta, abre y cierra la Aduana del país.





Cristina Kirchner no quiere saber nada con los partidos políticos ni con sus candidatos. Es su regreso a la era predemocrática. Se explica: ¿cómo presionarlos o cómo extorsionarlos a los que ya le han ganado? Prefirió llamar a una parte de los empresarios, extrañamente a los que más cerca de ella estuvieron siempre. Y a los pocos sindicatos amigos que le quedan. A algunos los trató con una dosis de simpatía difícil de creer, sobre todo porque los convocó como adversarios electorales y no como representantes sectoriales. Ellos fueron los que construyeron la derrota del cristinismo. Ellos son los patrones de los candidatos triunfantes. No es una inferencia. Ella lo dijo públicamente.

Ahora bien, ¿por qué los llevó a Santa Cruz cuando la sede de ella y la de los empresarios está en la Capital? La maniobra fue especialmente cruel con el empresario Eduardo Eurnekian, que debió asistir a su propia derrota como aspirante a la polémica construcción de dos represas hidroeléctricas. Esa obra fue a parar a manos de Electroingeniería, una empresa que creció a la sombra del kirchnerismo. Ocupa ahora el lugar de Lázaro Báez, demasiado expuesto como representante de la rica burguesía cristinista. La Presidenta aludió también a Eurnekian cuando contó que un empresario le había asegurado que él ganaría esa licitación. Eurnekian está pagando por haber sido el anfitrión en el debut de Sergio Massa ante el empresariado.

Pero ¿por qué en Santa Cruz? Fue la escena de los que van a ser torturados y los obligan antes a oír los gritos de los que ya están siendo torturados, contó un empresario que estuvo en la Patagonia. ¿Los gritos eran de ellos para que se enteraran los empresarios que no estuvieron? ¿O eran ellos los que oían los gritos de otras torturas? Silencio. No lo aclaró. La Presidenta escuchó. Es cierto, aunque inmediatamente después explicó, en cada caso, cómo son las verdades definitivas de este mundo. Es decir, se fue como llegó.

Y llegó con una obsesión: hablar mal de Massa, sin nombrarlo. Uno de los candidatos, repitió varias veces, para empezar a refutarlo con una bronca infinita. Siempre era Massa. Tiene protección mediática, abundó. ¿Un ejemplo? Lo dio. La caja de seguridad que el prefecto se llevó de su casa estaba llena de plata. Nadie dice nada, y a mí me investigan bóvedas y cajas de seguridad, dijo, amargada. Sus interlocutores se sacaron cualquier duda, si es que tenían alguna. El prefecto en actividad Alcides Díaz Gorgonio robó en la casa de Massa por una orden precisa de sus jefes políticos o profesionales.

La estrategia del terror había precedido la reunión. Horas antes, una decisión del gobierno había puesto a la empresa chilena LAN con un pie fuera de la frontera, lo que podría dejar sin trabajo a centenares de argentinos. Fue también una demostración de fuerza: todavía el cristinismo puede hacer inviable una empresa. El propio Eurnekian había sido notificado de que se quedaría sin uno de los dos únicos aeropuertos rentables del país, el aeroparque porteño. El otro es Ezeiza. La instalación de LAN en la Argentina fue una construcción tenaz del ex presidente socialista de Chile Ricardo Lagos. Insistió ante Néstor Kirchner hasta que éste entendió que era también una manera de compensar la decadencia de Aerolíneas Argentinas, entonces en manos de capitales españoles. Cristina está irremediablemente equivocada si cree que la agresión a LAN enfurece sólo a la derecha chilena.

El caso LAN tensa la relación con Chile, sobre todo, pero también con Brasil. LAN se ha fusionado con la brasileña TAM y cada una comparte acciones de la otra. La caída bursátil de LAN, después de la decisión del gobierno argentino, significó también una caída de las acciones de TAM. Brasil, Chile y Uruguay han tenido siempre la prioridad entre las relaciones estratégicas de la Argentina. Las tres relaciones están deterioradas. El mensaje al mundo no puede ser peor. ¿Cómo confiar en un país que maltrata a sus vecinos más importantes?

El último golpe a LAN es sólo el último. El proceso de agresión a esa compañía empezó hace mucho tiempo. Muy pocos aviones de LAN tienen mangas en los aeropuertos. Muchas veces los hacen esperar hasta para acercarles una escalera. Bajo el sol, bajo la lluvia o bajo el frío. Los vuelos se demoran. El objetivo es seguir subsidiando a Aerolíneas Argentinas, que se quedaría sin competencia. Los subsidios indirectos serían pagados de ahora en más por los pasajeros. Sin competencia, Aerolíneas Argentinas podrá subir precios y bajar la calidad del servicio. Ya se lleva, de todos modos, unos dos millones de dólares diarios de subsidios directos del Estado. Los jóvenes de La Cámpora podrán mostrar, si al final LAN se fuera del país, formidables estadísticas sobre facturación y cantidad de pasajeros transportados. Son los gráficos que le gustan a la Presidenta. El Gobierno que más habló contra los monopolios está creando un monumental monopolio aerocomercial.

Ninguna de estas cosas figuró en el reclamo empresario en Río Gallegos. Callaron sobre LAN, sobre la inflación, sobre el cepo a las importaciones y sobre las prohibiciones en el mercado cambiario. Prefirieron hablarle a Cristina sobre el seguro ambiental, que es una manera de llenar el tiempo y no decir nada. Tampoco es cierto que no estuvo Moreno. El secretario de Comercio metió a último momento en la reunión a tres supuestos dirigentes empresarios, que sólo recitan el parlamento que les dicta Moreno. El espíritu de Moreno estuvo en esa reunión. Hay que ayudar a un descenso suave. La violencia está a la vuelta de la esquina, explicó un dirigente empresario. Ellos también saben que Cristina se va, pero le temen a un decurso dramático de los próximos dos años. El terror cumple su rol, seguro y preciso.

Nada cambiará. La Presidenta no quiere, pero además no puede. La posibilidad de un cambio copernicano de la política económica la abisma. Ningún retoque podría, entonces, prescindir de Moreno, que actúa de hombre fuerte entre tanta debilidad política. Sólo a Cristina y a Moreno se les puede ocurrir que los empresarios compensarán una política más humana sobre el impuesto al trabajo. ¿Los empresarios pondrán de su bolsillo lo que le falta al Gobierno para enfrentar una elección perdida de antemano? Los empresarios son aplaudidores, pero no tontos.

Descenso suave, sin violencia. Eso proponen los empresarios. Scioli reclama lo mismo con otras palabras. Esas voluntades buenas chocan de frente con el nuevo relato de Cristina. La Argentina está mejor que Australia y Canadá, aseguró, sin rubor. Axel Kicillof le había acercado una estadística sesgada y parcial. Su ministra de Industria, Débora Giorgi, siguió con las comparaciones. La Argentina está mejor que los Estados Unidos y Europa, se pavoneó. Los límites no existen cuando la competencia consiste en quién alcanza primero el apogeo del ridículo.

 

Publicado originalmente en el diario La Nación (Argentina)