Gonzalo Himiob Santomé: ¿Qué somos?

Gonzalo Himiob Santomé: ¿Qué somos?

He de confesar que mi primer sentimiento al ver las multitudes arremolinadas en las entradas de las tiendas de electrodomésticos, luego de que Maduro ordenase, por las malas, “bajar los precios”, y que “no quedara nada en los anaqueles”, fue el de la decepción. No por lo que dijo e hizo Maduro, del que no sorprende esta clara instigación a delinquir y a la toma de “justicia” por propia mano, sino porque muchos en nuestro pueblo no aguantaron “dos pedidas” para aprovecharse de este franco abuso de poder, de este evidente exabrupto del gobierno, usurpando lo que les fuera posible en el desorden que siguió y que sigue.

 





No tiene nada de malo que un ciudadano aproveche las coyunturas en las que determinados productos, normalmente sujetos a las inexorables reglas de la oferta y de la demanda, bajen sus precios. Es perfectamente comprensible que si una persona necesita algún bien en particular, y descubre que el mismo le cuesta mucho menos en un lugar o en un momento determinado que en otros, lo busque dónde y cuándo le es más barato, que no en los sitios o momentos en los que le sale más caro.

 

Para nadie es un secreto, por ejemplo, que las compras navideñas es mejor hacerlas con suficiente anticipación, pues los bienes, los regalos y los ornamentos que se adquieren durante estas fiestas, como son objeto de mayor demanda durante noviembre y diciembre, son regularmente más costosos durante estos meses, mientras que el resto del año, en los lugares en los que se les consigue, son mucho más baratos pues no se les demanda ni requiere con la misma intensidad; pero tampoco escapa al conocimiento general, que cuando un bien es de dudosa o de ilícita procedencia su “valor de mercado”, por así llamarlo, es siempre mucho más bajo que su valor regular. Basta para corroborarlo darse una paseadita por el centro de Caracas para que a los pocos minutos algún antisocial se te acerque con algún bolígrafo falsificado, o hasta con algún celular “con poco uso” y “casi nuevo”, producto de algún atraco o de algo peor, para vendértelos a precios de “gallina flaca” muy por debajo de su valor real. Así, como este antisocial del que hablo, se ha comportado Maduro ahora con todos nosotros.

 

Estar pendientes de las fluctuaciones normales de los precios de los bienes para aprovechar las ofertas cuando se presenten es comprensible, y hasta sano; pero aprovecharse de una arbitrariedad, de un engaño, o incluso de una conducta manifiestamente criminal (y este abuso de poder lo es) para beneficiarse personal e indebidamente a costa de los derechos, de los justos beneficios y hasta de la estabilidad laboral de los demás, es algo completamente diferente. No es lo mismo comprar un bien a mejor precio, porque las reglas del sano y libre juego comercial así lo permiten, que obtenerlo barato porque así lo ha dispuesto su dudosa procedencia, o cuando un abuso del poder es el que genera la caída de su valor.

 

No nos llamemos a engaños. Es verdad que algunos comerciantes, antes y ahora, elevaban de manera irracional los precios de algunos bienes para hacerse con ello de ganancias francamente desproporcionadas, eso ha ocurrido siempre, pero no han sido los empresarios los primeros promotores y los únicos adalides de esas prácticas. El más ganado a esa manera de actuar es nuestro propio gobierno, que hoy por hoy produce barriles de petróleo a un costo cercano a los 20 dólares por barril y luego los vende a cerca de 100 dólares por barril, obteniendo con ello una ganancia especulativa de más del 400%, en el peor de los casos. La salsa buena para los comerciantes, al menos la que se pretende aplicar a los deshonestos (que no son la mayoría), debería serlo también para el gobierno, que en consecuencia debería predicar desde el ejemplo y no obtener de nuestra principal industria las inmensas ganancias que obtiene.

 

También es verdad, y he aquí está el meollo del asunto, que si otros, los comerciantes honestos de nuestro país, se han visto obligados a vender algunos bienes y productos a precios superiores a los de su costo original de adquisición, más la ganancia que en justicia les corresponda, ello no ha sido sino por culpa del mismo gobierno, que desde hace ya casi 15 años, pero especialmente durante el mandato de Maduro, se ha encargado, con saña, de hacer de nuestra economía la peor manejada, la más inflacionaria, y la más volátil de todo el hemisferio.

 

En ninguna otra parte de América, con la excepción de Cuba, el poder ha metido tanto las narices en la economía como en nuestro país, y en ninguna otra parte de América, salvo en Cuba, las consecuencias negativas de esto han estado tan a la vista y son tan palpables como ahora en nuestra nación. No nos caigamos a mentiras, ni permitamos que la falsa propaganda oficial nos ciegue: Que las cosas hayan llegado a estos extremos que todos padecemos al día de hoy, en los que la escasez, la carestía y la inflación son la regla, es única y completa responsabilidad de Maduro, de nadie más.

 

Por eso es un recurso muy burdo, pero a la vez muy costoso a mediano plazo, esto de jugar a “Robin Hood” tratando Maduro de endosarle a los demás, fallas que son de su exclusiva hechura. Si el innombrable vale hoy por hoy lo que vale, y si en nuestro país tenemos que importar casi el 80% de lo que todos consumimos, eso no es culpa de los comerciantes, de la CIA ni del “imperio”, es culpa de Maduro y de todo su combo, que como los niños malos y malcriados de toda vecindad, no sólo no asumen la responsabilidad por sus fallas sino que “se llevan –más vale decir, destruyen- la pelota” para que nadie más pueda jugar libremente y en paz.

 

Eso está mal, pero también lo está, y ello da cuenta de los niveles de desesperación y de indignidad a los que hemos llegado, que personas que se dicen preocupadas por la situación del país, las mismas que se hacen llamar “hijas de Bolívar, el Libertador” se rebajen a celebrarle la gracia a Maduro, cambiando su decencia y el respeto a la propiedad ajena por una nevera, un tostiarepa, o un DVD barato.

 

¿Qué pasará cuando se acaben los inventarios “mango bajito” y la inflación siga en ascenso? ¿Con qué llenamos las neveras mal adquiridas, cuando los anaqueles que siguen vacíos son los de las bodegas y automercados? ¿Qué canales vas a ver en tu flamante TV Led, cuando termine de hacerse todopoderosa la hegemonía comunicacional roja-rojita? ¿A dónde van a correr cuando a Maduro se le meta entre ceja y bigote que los nuevos “culpables” de nuestros males son los que ahora se gozan la bacanal contra los comerciantes? ¿Qué somos, como pueblo, si siempre ciegos a las consecuencias de nuestros actos nos dejamos ganar por la proverbial viveza criolla? La lista de posibles “responsables” de toda la “maldad” (léase, de todo el que no esté en el poder) se achica “a paso de vencedores”, y el día de mañana, entiéndelo, el nuevo “usurero”, el nuevo “acaparador”, el nuevo “criminal”, televisores y cachivaches aparte, puedes ser tú.

 

@HimiobSantome