Historia de una muerte narrada en Twitter

Historia de una muerte narrada en Twitter

“Yo llevé a Bassil con su primo Jhorman al Hospital Vargas, estuve con él. Entró vivo y murió a las 3:25 p. m.”. eltiempo.com / Nicolás Bustamante Hernández

Con este mensaje de 108 caracteres escasos, publicado en la red social Twitter a las 7:24 de la noche del 12 de febrero pasado, @pedreishon, estudiante de computación y fotógrafo empírico de 19 años, empezó a desahogar el dolor y la frustración que ese día le dejó la muerte de Bassil Alejandro Dacosta Frías, la primera víctima mortal que cobraron las recientes protestas ciudadanas contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro, en Venezuela.

robert redman y bassil





Le siguieron 30 mensajes más, que conforman el relato crudo y desgarrador de uno de miles de ciudadanos del país vecino, que se han lanzado a las calles a exigir cambios, democracia y respeto por los derechos civiles. Quizá por eso acabó, sin proponérselo, convertido para muchos en uno de sus símbolos. (Lea: Suben a 33 los muertos durante protestas contra Maduro en Venezuela)

En pocos días, Pedreishon, que reemplazó sus nombres y apellidos con este seudónimo que le pusieron desde los 7 años, pasó de tener 3.500 seguidores en Twitter a casi 11.000, la mayoría de ellos interesados en conocer y divulgar con sus retuits los hechos que le costaron la vida a Bassil, y que en ese momento no tuvieron impacto en los medios de comunicación venezolanos.

Desde Caracas, Pedreishon cuenta que ese hecho cambió radicalmente su vida. “A mí nunca se me había muerto nadie importante –dice–. Y aun cuando yo no conocía a Bassil, haberlo cargado malherido, ver su cuerpo y a sus familiares llorando de impotencia y gritando contra el Gobierno en medio de un barrio totalmente chavista me marcó. Una parte de mí cambió y maduró ese día”.

No puede evitar sentirse en riesgo constante, y quizá por eso se le oye medio desconfiado al otro lado de la línea; aun así, deja fluir poco a poco sus recuerdos de ese día, en que tanto él como Bassil decidieron sumarse a una marcha de protesta por primera vez en sus vidas.

Insiste en que no se conocían, pero iban hombro a hombro caminando, lanzando consignas, protestando y hablando. Cuando la marea humana de la que hacían parte llegó a una zona conocida como parque Carabobo-La Candelaria, en el noroeste de la ciudad, el caos se desató.

Los videos muestran a personas armadas disparando en forma indiscriminada contra los manifestantes, que corren despavoridos en distintas direcciones. Todos menos uno, que cae fulminado en un andén: Bassil.

Varios jóvenes, Pedreishon entre ellos, lo socorrieron. Sin pensarlo dos veces, decidieron cargarlo e intentaron subirlo a una moto. Pero el herido no podía sostenerse. En el lugar no había ambulancias y tampoco existía la posibilidad de que una llegara pronto, porque las calles estaban bloqueadas por ‘guarimbas’, las barricadas construidas por los manifestantes.

Así que Pedreishon y los otros auxiliadores no tuvieron más opción que llevarlo en una ‘jaula’, un calabozo móvil montado sobre una camioneta de platón, con el que las fuerzas de seguridad oficialistas transportaban a los manifestantes detenidos. Junto con Bassil se subieron su primo Jhorman y Pedreishon.

“Mis manos se llenaron de sangre, Bassil respiraba en la jaula de los funcionarios que nos llevaron al Hospital Vargas. Debí ser yo”, trinó Pedreishon a las 7:28 de la noche, con el recuerdo fresco de lo ocurrido esa tarde.

Mientras la ‘jaula’ avanzaba a toda velocidad por las autopistas caraqueñas, Jhorman sostenía a Bassil, que desfallecía poco a poco. “Bassil trataba de decir algo en la ‘jaula’ y le dije: ‘Eso, di hola, estás vivo. ¡Respira, que eso es lo mejor que hay en la vida!”, escribió en Twitter Pedreishon a las 8:40 de la noche.

Bassil había muerto a las 3:25 de la tarde en el hospital. Tenía 23 años. “Lo conocí respirando apenas con pulso de 40 y lo terminé llorando en la morgue junto a toda su familia; si ustedes duermen, no son Venezuela”, escribió Pedreishon en su cuenta.

Aún no hay certeza de si la bala que lo mató fue disparada por algún miembro de los “colectivos”, grupos armados creados por el presidente Hugo Chávez, para que fueran, según él mismo lo dijo, “el brazo armado de la Revolución Bolivariana”, o por integrantes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin).

A semanas de lo ocurrido, y aún sin superar el impacto que le dejó,Pedreishon se lamenta de que en los medios de comunicación de su país abunden “las noticias que solamente sirven para relajar, porque hacen que la gente preste atención a cosas diferentes a las que realmente están pasando en las calles”. Por eso ni a él ni a nadie le extraña el impacto de su relato por Twitter o que las manifestaciones populares se hayan tomado las redes sociales.

El antropólogo y doctor en sociología Fabián Sanabria le ha seguido la pista a este fenómeno, y afirma que aunque las dinámicas violentas durante las protestas son recurrentes, sorprende la influencia que están teniendo las redes sociales dentro de estos movimientos, para catalizarlos. “Cuando hay censura a la prensa, como en Venezuela, es normal que las redes sociales sirvan de detonante para que las llamadas ‘primaveras’ –que son estas revoluciones impulsadas por internautas que, al final, terminan saliendo a las calles– puedan tener resultados significativos, como sucedió en Oriente Próximo”, explica Sanabria, y agrega que las redes cobran un valor adicional “si sirven para narrar una tragedia de esta magnitud, que de otra manera no tendría toda esa atención por no haber sido recogida por los medios de comunicación tradicionales, mucho menos si son de carácter oficial”.

Después de todo lo sucedido, y de haber adquirido un reconocimiento mediático, Pedreishon dice no tener miedo. “La muerte es un estado natural, algo que nos ha de llegar a todos en cualquier momento, y por eso puedo decir que no me asusta”, dice.

Sin embargo, admite estar preocupado por su mamá, quien teme que las entrevistas que su hijo concede puedan acarrearle represalias. De hecho, ella le quita el teléfono para interrumpir este diálogo y dejar sentado, con voz angustiada, que no está de acuerdo con que él hable, ni siquiera con un medio extranjero.

Pedreishon entiende que tenga temor: “A la mayoría de los estudiantes que han dado entrevistas con medios del Gobierno o de la oposición les han allanado sus casas, y yo lo que menos quiero es que mi familia tenga problemas”, comenta el joven, quien declara no tener ninguna filiación política; de hecho, no apoya ni al oficialismo ni a la oposición.

Dice pelear por lograr un cambio, por que haya una rotación normal en las directivas del país que “permita generar un equilibrio que sea beneficioso para Venezuela”.

A raíz de su impactante narración de la muerte de Bassil, Pedreishon, quien hasta el 12 de febrero era un asiduo tuitero, se ha vuelto más cauteloso con lo que publica, “por respeto –señala– a los seguidores que adquirí después (…). Soy una persona bastante inmadura y alegre, me caracteriza el humor típico venezolano, que se burla de todo; antes de las protestas era así, indiferente, pero después de todo lo que ocurrió abrí los ojos y ahora no puedo andar con esas cosas”.

Ese día pasó de ser ese estudiante descomplicado que se sumó a una protesta, a convertirse en el testigo de excepción de la muerte de dos jóvenes que marcharon con él. “A Bassil tuve que cargarlo y untarme con su sangre; al otro, Roberto Redman, con quien conversé ese día, también lo mataron”, le dijo a este diario. Así se refirió a Redman en Twitter: “El pana que me ayudó a cargar a Bassil también murió. Le había contado que él (Bassil) había muerto, sin saber que una hora después le tocaría a él”, escribió en su cuenta como parte de su relato a las 8:56 de esa noche. Tuvo 1.576 retuits.

Antes de despedirse insiste en que ya no es el mismo, y en que si antes no tenía muchos motivos para marchar, “ahora, luego de ver esa injusticia, siento que los tengo todos”.