Cuba: Conseguir un ordenador, el imparable frenesí

Varias personas hacen cola para comprar computadoras, o simplemente curiosear en una tienda de La Habana. / Foto EFE
Varias personas hacen cola para comprar computadoras, o simplemente curiosear en una tienda de La Habana. / Foto EFE

 

Ana María nunca olvidará aquella mañana de marzo de hace seis años en que se despertó con la noticia de la liberalización de la venta de ordenadores. No solo iba a terminar con el secretismo, después de tanto tiempo escondiendo su portátil de la vista de amigos y conocidos: podría incluso plantearse una renovación. Sin embargo, cuando visitó las tiendas, los precios de los nuevos productos hicieron aterrizar sus ilusiones.

Una de las primeras medidas tomadas por Raúl Castro al comenzar su mandato en 2008 fue permitir el libre comercio de computadoras, periféricos informáticos y otros electrodomésticos en las tienda estatales. Hasta ese momento, solo las empresas y los extranjeros estaban autorizados a comprar estos equipos. Los potenciales compradores, y muchos curiosos, se volcaron entonces en examinar las modernas torres, los monitores, los lectores de CD-ROM o los discos duros que llenaban algunas vidrieras. Los cubanos estaban convencidos de que la tecnología informática se abarataría y diversificaría, pero las predicciones no se cumplieron.





La última encuesta oficial sobre uso de la información y tecnologías reveló la lenta evolución en la compra de computadoras en Cuba. En 2012 había en la Isla 74 ordenadores por cada 1,000 habitantes, frente a los 45 de 2007 o 56 de 2008. Lejos de tener un repunte a partir de la liberalización, como cabría esperar, el índice ha aumentado lentamente año tras año. Al menos en lo que al mercado legal se refiere.

Estas cifras son producto de las restricciones que regían en el país desde 2003 sobre la venta de PC. Solo los extranjeros residentes en la Isla, las empresas y determinados colectivos (médicos, artistas, científicos…) podían comprar estos equipos, una medida justificada desde el Gobierno por la crisis energética y la necesidad de priorizar sectores que trabajaran “al servicio de la sociedad”. El resto de la población debía utilizar el ingenio o cometer muchas ilegalidades para conseguir una computadora personal.

De ahí la sensación de llegada de Reyes Magos que embargó a muchos cuando las primeras computadoras salieron a la venta libre. Uno de los pioneros en el mercado fue un modelo chino, marca QTECH, cuyo precio oscilaba entre los 700 y los 800 CUC, el salario de tres años de un profesional. Se ofertaban, además, equipos sin monitor por la friolera de 610 CUC, pero los adictos a la tecnología no se desanimaron.

“Lo mío no es un gusto, es una necesidad”, explica Magaly Fuentes, diseñadora de interiores. “Tener una buena máquina es indispensable para mi profesión porque ningún cliente va a entender que me demore por hacer los planos a mano”. Cuando se le pregunta cómo se las agenciaba durante la “veda” a la comercialización de ordenadores, responde: “Hice como muchos otros, me ensamblé una Pentium III que me resolvió mucho”.

El mercado informal estaba allí para suministrar piezas a quienes como Magaly se atrevieron a armar su propio Frankenstein. Hoy día, sigue siendo el principal entorno de comercialización de productos informáticos que hay en Cuba. Las tiendas oficiales apenas pueden competir con esas redes clandestinas que están por doquier.

El circuito ilegal

Alejandro, un joven universitario, se percató de las dificultades para realizar sus tareas según avanzaba el curso. Los profesores exigían hacerlas en ordenador e imprimirlas, además de facilitar a los estudiantes mucha bibliografía en formato digital. “No tenía opción, me tuve que comprar una computadora”, asegura.

En la foto, cubanos observan admirados computadoras a través de la ventana de una tienda en La Habana, Cuba. Foto: Archivo / AP
En la foto, cubanos observan admirados computadoras a través de la ventana de una tienda en La Habana, Cuba. Foto: Archivo / AP

Después de mucho trabajo y sacrificio, Alejandro logró, con la ayuda de sus padres y familiares en el extranjero, reunir el dinero que le hacía falta. Recorrió varias tiendas pero la suerte no lo acompañó. Pocas y viejas computadoras, con al menos una década de fabricadas, era lo que quedaba en oferta.

Sin darse por vencido, el joven decidió buscar otras alternativas. Preguntó a un amigo de la universidad cómo había adquirido la suya. “La compré en Revolico”, le respondió. El popular sitio digital es una lista de clasificados de compra y venta. El acceso a la página se encuentra bloqueado en Cuba pero en las calles circulan mil y un trucos para saltarse la prohibición, entre ellos la distribución en memoria flash de todo el contenido que aparece semanalmente en la web.

En Revolico se anuncia todo tipo de mercancía, incluyendo ropas, calzados y equipos electrodomésticos. También promocionan servicios, ofrecen empleos, publicitan cafeterías, lugares donde hospedarse, venta de casas, permutas y hasta mascotas. Pero la sección que domina –con más de 150.000 anuncios–. es la de ordenadores, piezas, periféricos y programas informáticos. Abundan las ofertas para escoger. Ese fue el camino por el que finalmente Alejandro alcanzó su sueño.

El joven estuvo en la disyuntiva de escoger entre entre un PC o un ordenador de la firma Apple, pero esta última marca tiene aún precios exorbitantes en el mercado informal. Así que optó por un Dell Intel Core I2 con 3 GB de memoria y 350 de disco duro que le costó 450 CUC. “¡Un cañón!”, asegura ahora con orgullo. Tuvo suerte de toparse con un suministrador que le permitió elegir por catálogo para recortar gastos. Una práctica que cada día se extiende más.

Moisés es uno de los tantos vendedores de “computadoras a pedido”. Las trae desde Panamá a través de una red de cubanos nacionalizados españoles que pueden hacer viajes cortos y sin necesidad de visado. “Todo lo que ofrezco es de primera, mis clientes eligen a partir de sus gustos y bolsillos”. Mientras dice eso muestra un catálogo con fotos, precios, descripción de cada equipo y hasta “módulos fijos” que el usuario puede elegir si anda corto de dinero.

Las entregas son a domicilio y no hay que pagar por adelantado. Los que viajan no comercian directamente con los clientes, sino que la venta se realiza a través de intermediarios como Moisés que gana entre el 7 y el 10% del pago cuando logra concretar una entrega. “Yo le suministro también a artistas que me piden cosas muy exclusivas. Hace unos días un famosos trovador quería un MacBook Pro con Core i7, así que tuve que mandarme a correr”, cuenta alardeando de su eficiencia.

Y es que en el mercado informal las desigualdades también son evidentes. La producción independiente de videoclips, documentales y grabaciones musicales exige un mejor equipamiento técnico, por eso directores y editores audiovisuales son algunos de los clientes de la mejor tecnología de punta que circula en el país. La brecha digital se abre también entre quienes tienen acceso a la moneda convertible y quienes no, entre las provincias y la capital cubana.

Cruzar la frontera

Sostener un negocio de importación y venta de ordenadores supone relaciones en la aduana para que algún empleado se haga de la vista gorda ante la entrada de tantos equipos. Cada maleta que llega al país por vía aeroportuaria es pasada por un escáner y se le coloca una señalización si contiene una computadora, un disco duro o un monitor. Para cubanos residentes la primera importación anual de uno de estos productos se paga en moneda nacional, pero las siguientes deberán ser abonadas en pesos convertibles.

Otro camino de entrada a la Isla es el equipaje de miles de galenos que realizan misiones médicas en el extranjero. “Yo traje una laptop para mi hijo y otra que vendí para sacarle algo de dinero”, cuenta Yusimí, quien por dos años fue técnica de rayos X en la misión “Barrio Adentro”, en Venezuela. “Algunos de mis colegas todavía están comiendo de una computadora que lograron vender”, agrega.

Diplomáticos extranjeros, turistas y empresarios foráneos han introducido también un número incalculable de ordenadores al país. “Ahora la gente muchas veces viaja con su computadora privada o su tablet, así que se ha hecho más difícil para nosotros saber qué viajero la trae para dejarla o cuál se la llevará de vuelta”, comenta un funcionario del Aeropuerto José Martí que prefiere guardar anonimato. “Antes era más fácil controlar”, remacha con cierta frustración.

A seis años de autorizarse la venta libre de ordenadores, Cuba se ha informatizado al margen de las llamadas “reformas raulistas”. Las tiendas en pesos convertibles no han podido ganarle el pulso al mercado informal. Mientras las vitrinas de los mercados autorizados parecen museos de vieja tecnología, las redes ilegales se muestran capaces de seducir a los más cautelosos compradores. Los cubanos ya no se conforman con menos. Rompen las barreras de la desinformación y apuestan por el futuro.

Vía 14ymedio.com