En Argentina cada 30 horas matan a una mujer

En Argentina cada 30 horas matan a una mujer

Foto Archivo/Referencial
Foto Archivo/Referencial

En Argentina los índices de asesinatos de mujeres son unos de los peores en el mundo. Cada 30 horas un niño pierde a su madre en el país sudamericano y en muchos casos la tutela de los menores queda a cargo de los propios agresores.

Según el Centro de Información de Naciones Unidas, en 2013 en Argentina se registraron 295 muertes por violencia de género durante el año pasado, un 16% más que en 2012.

El femicidio es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres. Es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad.





En 2009 Buenos Aires sancionó una ley sobre protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales. Una ley que consagra un gran cúmulo de derechos que protegen a la mujer contra la violencia de género.

Sin embargo, los números muestran que la sola sanción de una ley cargada de derechos y reconocimiento no elimina este flagelo social.

Es el caso de la hermana de Miriam Zambrano, quien murió a manos de su expareja. “Este hombre dejó a mi hermana muerta con la bebé en sus brazos. Qué pasa si vuelve a darle a él un brote de violencia y mata a mi sobrina”, se pregunta Miriam.

La niña, que fue testigo del aberrante asesinato de su madre, es hoy nuevamente víctima de una situación desesperante. Tras ser condenado, su padre estuvo apenas 2 años y medio en la cárcel y salió en libertad. Aunque su abuela materna tiene la custodia, el vínculo biológico todavía le da la facultad legal al asesino para reclamar la tutela y oficiar visitas, incluso en contra de la voluntad de la niña.

“La nena no quiere ir ya los fines de semana con él. Apenas tiene 6 años pero no quiere ir. La psicóloga no sé cómo no ve esas cosas”, lamenta Miriam.

El ‘enemigo en la propia casa’ es un patrón que se repite en la mayoría de estos casos, pero a menudo ni siquiera el entorno de las mujeres agredidas se da cuenta del peligro. Miriam todavía lamenta no haber sospechado nunca del asesino de su hermana.

“Mucha comunicación no teníamos, era un hola y un chao. Jamás nos comunicó ella que era golpeada por él”, relata.
Por su parte, los expertos ponen el acento en características psicológicas de los agresores, que a menudo son subestimadas por las potenciales víctimas.

“La gente lo confunde con amores obsesivos. Eso no es un amor obsesivo. Eso es una persona controladora que cree que el otro es un objeto de su propiedad”, explica la psiquiatra Graciela Moreschi.

Los organismos que luchan contra la violencia de género reclaman ahora una ley, que corte el derecho de los condenados a tener contacto con los hijos menores de edad que hayan tenido en común con sus víctimas. Una batalla que todavía no se ha cumplido y que dicen, es fundamental para preservar a esos niños de un vínculo, que a pesar de ser biológico, sólo aumenta el daño en sus vidas.

RT