Napoleón Franceschi: ¿La policía que tenemos o la policía que queremos?

Napoleón Franceschi: ¿La policía que tenemos o la policía que queremos?

thumbnailcolaboradores

En toda sociedad su policía refleja fielmente lo que dicha sociedad es en realidad. Por ejemplo, una sociedad o un Estado pueden establecer una policía de acuerdo con unos principios ideales, pero la realidad, a veces, nos dice o denuncia otra cosa muy distinta.

En la Venezuela de nuestros días – esta del <<Socialismo del Siglo XXI>> -tenemos un conjunto de policías que son la negación más evidente de lo que se establece en la Constitución Nacional y en las leyes específicas que norman a cada una de ellas; y hasta en esos textos que denominan “Misión” y “Visión” de cada uno de dichos cuerpos armados.





La Guardia Nacional, el CICPC (antigua PTJ), la Policía Nacional, las policías de cada uno de los estados, las policías municipales y los altos organismos de Inteligencia y Contrainteligencia del Estado y la Fuerza Armada; todas, con muy escasas excepciones, son muestras de lo dicho antes.

Nuestra ya bicentenaria  historia como país está llena (más que todo) del abuso, brutalidad y atropellos policiales; típica expresión de los gobiernos dictatoriales y militares que han predominado.

Sólo en contados momentos de nuestro pasado, puede decirse que los ciudadanos han sido tratados con respeto a sus derechos y garantías.

Para no remontarnos a lejanas épocas de caudillos y tiranos (Monagas, Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez) diremos que solamente durante los cuarenta años del régimen democrático reciente (1958-1998), esto es, durante la República Civil, la mal llamada “Cuarta república”; Venezuela disfrutó de instituciones policiales aceptablemente ajustadas a las garantías de entonces (Constitución de 1961).

Sin embargo, ciertamente no faltaron abusos o violaciones de derechos humanos por parte de las policías y las fuerzas armadas. Aunque debe tomarse en cuenta, que ello se denunciaba en medio de insurrecciones militares, guerra de guerrillas, terrorismo urbano, etc.

Para ser justos, hay que decir que durante esa época reciente no sólo hubo represión a los grupos subversivos de izquierda apoyados y financiados por el castro-comunismo cubano; también se desarrolló un sistema policial – el representado por la antigua Policía Técnica Judicial – que fue un modelo de eficiencia profesional, honestidad y sujeción a la normativa legal. Tristemente, esa policía fundada entonces, terminó después reflejando internamente el proceso de corrupción del entorno político, económico y social.

Ninguna sociedad, ni siquiera las más avanzadas de Europa y América están inmunes a esos procesos de corrupción. Ya que los policías son seres humanos con sus virtudes y defectos, el único freno a esto, son los organismos de control (asuntos internos, Inspectoría); y sobre todo, la sistemática denuncia por los medios de comunicación de masas, el debate parlamentario, el cuestionamiento de las conductas irregulares de cualquier funcionario hasta del más alto nivel; en fin, la destitución y hasta el enjuiciamiento de cualquiera que se desvíe del camino de las leyes.

Además del riguroso control ciudadano sobre las instituciones policiales, los que las forman tienen que tener un excelente salario y otros beneficios (desarrollo profesional, seguro de vida y salud, vivienda, caja de ahorros, etc.). Hay que tener claro que un funcionario ignorante, mal pagado e inseguro sobre su futuro cae más fácilmente en la tentación de la corrupción.

Una de las habituales quejas de los funcionarios policiales – en todo el mundo – es el sentirse desasistidos especialmente cuando son acusados por acciones realizadas en el cumplimiento de sus deberes. Por ello, a pesar de que la sociedad tiene la obligación de impedir los abusos y la impunidad policial, también hay que entender que los funcionarios se resienten al ver como a veces los delincuentes parecieran ser tratados con demasiadas garantías a “sus derechos”.

En conclusión. Podemos asegurar que todo sistema policial no es sino el reflejo de la sociedad y el Estado al que sirve. Si esta es una sociedad próspera, democrática, libre y abierta; su policía será como la de Japón, bien pagada, respetada por todos y con una imagen de profesionalismo y honestidad.

Por el contrario, en una sociedad como la que se ha desarrollado ahora en nuestra patria bajo el “Chavismo”, no podemos esperar que sus diversas policías vayan más allá de este entorno caracterizado por el autoritarismo, la militarización, la inexistencia de controles parlamentarios, la desaparición de medios de comunicación libres, la confusión entre estado y partido de gobierno, la corrupción generalizada, etc.

Si queremos excelentes policías ellas tienen que ir insertadas en una sociedad genuinamente democrática, libre y próspera.

Un país plagado de corrupción, narcotráfico, impunidad y ausencia de control ciudadano convierte a la más honesta y profesional policía en un antro lumpen al que se le teme más que a la propia delincuencia.