“Aquí conmueve más que maten a un perro”

 Margarita Villamizar muestra el cuadro del hijo que está en su mesa de noche desde cuando lo mataron hace ocho años
Margarita Villamizar muestra el cuadro del hijo que está en su mesa de noche desde cuando lo mataron hace ocho años

 

 

El luto de las madres que pierden a sus hijos en Caroní por la criminalidad nunca viene solo; la violencia del asesinato, el desinterés por investigar y llegar a fondo del caso y el desamparo que ello significa para la familia del fallecido, la impotencia de desconocer el porqué del homicidio, el indigno cementerio municipal de Chirica. Margarita Villamizar, una colombiana de 54 años, no siente Ciudad Guayana como el municipio venezolano donde ha vivido por más de 30 años y donde nacieron sus dos hijos y nietos: es la urbe donde le arrebataron a tiros al mayor de sus hijos. “Luzbin está aquí, no me puedo ir de Venezuela y dejarlo aquí. Esto es lo que me ha tocado vivir”, publica Correo del Caroní.





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605 asesinatos se reportaron en Ciudad Guayana durante 2006. Entre las víctimas fatales está Luzbin Labie Agudelo Villamizar, baleado a las 7:30 del miércoles 27 de diciembre en la avenida Gumilla, en San Félix.

Margarita, madre de Luzbin, desconoce quiénes fueron los criminales; tampoco sabe a ciencia cierta el móvil del homicidio del mayor de sus dos hijos, el único varón.

“Las autoridades no le dieron importancia… lo vieron como algo normal, uno más de la lista”, recuerda Margarita desde el porche de su casa, en el sector José Tadeo Monagas, donde vio crecer y jugar a sus hijos.

Rodeada de algunos de sus nietos, entre ellos dos de los cinco hijos de Luzbin, Margarita menciona que a principios de noviembre de 2006, “yo le pedí que dejara de trabajar en las polleras de la avenida Gumilla, es un sitio peligroso y siempre se daban peleas. Él me dijo que trabajaría hasta navidad y luego se retiraría. Sus amigos me han dicho que el día en que lo mataron fue al local para comenzar a recoger sus cosas. Al parecer tenía amores con una de las mujeres que cantaba en ese sitio y por eso lo mandaron a matar; también se habla de un robo, pero lo cierto es que yo no puedo decir nada. Las autoridades no trabajaron el caso y nunca me dieron una razón: no sé porque asesinaron a mi hijo”, narra Margarita.

La luz de su vida
Margarita, una colombiana oriunda de Cúcuta, se casó joven y abandonó su país natal. Comenzó a formar su nueva vida en Táchira.

Con seis meses de embarazo, la pareja se mudó a Ciudad Guayana y tres años después tienen a su segunda hija, Maira.

“Él fue mi primer hijo, yo lo parí y cuando lo vi sentí que ya no me faltaba nada en la vida, estaba llena. Dios me dio otra hija, quizás para no dejarme desamparada, pero Luzbin siempre fue mi gran amor… ahora todo es dolor”, cuenta entre lágrimas mientras observa una fotografía, que desde hace ocho años posa en la mesa de noche de su cuarto.

Lo trágico
Al momento del asesinato de Luzbin, Margarita estaba en su casa. Una llamada telefónica la alertó: “Hubo tiroteo ¡Luzbin está herido!”.

“Nunca pensé que era fulminante. Fui al hospital (Dr. Raúl Leoni) con fe de verlo bien, pero al llegar ya no estaba en la emergencia, lo habían bajado a la morgue”.

Un tiro en el costado derecho provocó su muerte casi inmediata, unos allegados del hombre de 31 años lo auxiliaron llevándolo al centro asistencial pero no se pudo hacer nada.

En la morgue “solo estábamos él y yo. No se veían más cuerpos. Le cerré los ojos y le pregunté mil veces por qué, por qué me dejaba. Lo limpié, lo abracé y él hizo una burbuja en la boca; pensé que estaba vivo, pero eran los gases. Tenía la sangre fresca, estaba caliente”.

Horas antes del asesinato de Luzbin, en la mañana del miércoles 27 de diciembre, “llegó a mi casa, yo estaba lavando, me dijo que haría unas compras y estaba raro, salía de la casa y se regresaba, en cada uno de esos intentos por irse, pidió la bendición”.

A la fundación
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Margarita recuerda que ese miércoles, a media tarde, “me puse a hacer unas empanadas y, aunque no era su comida preferida, le guardé un par y me senté en el fondo, en cualquier momento llegaría diciendo: tengo hambre, pero no llegó, sus empanadas quedaron sobre la mesa tapadas”.

“Yo no entendía lo que pasaba, hasta el momento de su entierro. Fue durísimo. Dolió dejarlo en ese hueco, llenarlo de tierra y más aún irme y dejarlo ahí, en el cementerio, solo… caminar para seguir una vida sin él. Ocho años después, llego a casa y veo todo igual, pero él no está, es algo que no se supera”.

A raíz de la muerte de su hijo, Margarita supo de la fundación por la Dignidad Sagrada de la Persona; desde 2011 participa en ella acompañada de otras madres, hermanas y tías que han perdido a sus seres queridos.

“Han pasado casi ocho años y no deja de dolerme su muerte. En la fundación busco apoyo, me da terror que se repita la historia, sobreprotejo a mis nietos”.

“En el Cicpc son indolentes, el detective que me tomó la denuncia estaba casualmente comiéndose unas empanadas mientras yo hablaba con él, le daba como fastidio atenderme; por cierto, a ese policía lo mataron, así mismo: a tiros… no es que eso me dé satisfacción, pero ellos tienen que saber que nadie puede escaparse de pasar por una situación así”, concluye Margarita.

Asegura que le duele que cada vez más las mujeres pierdan a sus hijos de manera violenta.

“Me gustaría tanto que existiera justicia, aquí conmueve más que maten a un poco de perros a que maten a los jóvenes. La gente debe unirse, dejar la apatía, tantas mujeres a las que le han matado a sus hijos y callan…”.

“Ni siquiera tenemos un cementerio digno: en Chirica enterramos a una cuñada y la tumba se fue por un barranco. Por eso dejé mis ahorros enterrando a Luzbin en Jardines del Orinoco, para saber que hay un lugar donde puedo saber que están sus restos”.

¿En diciembre?
Margarita menciona que los diciembres de su familia no son los mismos. Por sus nietos, aún arma el pesebre y hace las hallacas, las hallacas que “tanto le gustaban a Luzbin. Los diciembres busco que sean normales, no hacemos fiestas, pero sí la cena y el pesebre, lo hago por los niños y por él, a él le encantaba la navidad. Lo veía bailar y me llenaba de vida, él era feliz y me duele que sus hijos han tenido que crecer sin su papá, eso me duele muchísimo, sobre todo en la escuela”.

El menor de los hijos de Luzbin tenía dos años cuando el crimen, “ahora tiene 10 y entiende un poco las cosas, en el día del padre le dijeron que harían un vaso de regalo. Gabriel dijo que no iba a participar porque su papá está muerto, le dijeron que se lo podía regalar a su abuelo y se negó, que lo podía regalar, pero en otra ocasión, no en el día del padre”.

De poder regresar en el tiempo, Margarita afirma que se devolvería a Colombia. “Eso me gustaría, pero ya no puedo hacerlo, no puedo irme porque Luzbin está aquí, no me puedo ir de Venezuela y dejarlo aquí. Jamás pensé que venirme a Venezuela me iba a causar tanto dolor, lamento no haber vivido en mi tierra, pero esto es lo que me ha tocado vivir”.

A los 31 años Margarita perdió a su mamá. Un cáncer provocó su muerte. “Eso me dolió mucho, algo dentro de mí se paralizó pero con el tiempo lo superé, veía a mis hijos y volvía a sonreír; pero con Luzbin, con mi hijo… es diferente, nada lo supera, a él lo recuerdo todos los días, a cada minuto y así será por el resto de mis días”.
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Las cifras de la violencia en Guayana

592 homicidios se cometieron en Ciudad Guayana en 2013.

423 asesinatos se han registrado en Ciudad Guayana en 2014.

18 personas ultimadas en lo que va de octubre de 2014.

51 fueron los asesinatos en octubre de 2013.

4 muertes violentas se cometieron entre el 12 de octubre y el 19 de octubre.