José Guerra: Aprendamos de Israel

José Guerra: Aprendamos de Israel

thumbnailjoseguerraEl Estado de Israel como lo conocemos hoy fue fundado el 14 de mayo de 1948 según resolución de las Naciones Unidas, al concluir el mandato británico que esta organización había establecido para que se crearan dos estados, uno israelí y el otro palestino. Mientras que los líderes israelíes, encabezados por el laborista David Ben Gurión aceptaron la resolución, el movimiento palestino la rechazó. No obstante lo anterior, ya se habían sucedido oleadas de inmigrantes judíos desde diversas partes del mundo en particular rusos, polacos y alemanes a lo que ellos nombraban como la tierra prometida.

Lo que actualmente es Israel es un territorio que comprende apenas 22.070  kilómetros  cuadrados que se recorren de norte a sur en apenas seis horas en carro y en noventa minutos de este a oeste.  Se trata de tierras desérticas en casi 70% del total del territorio.

Una vez establecido el Estado de Israel, tuvo que confrontar una seguidilla de guerras con sus vecinos árabes, lo que forzó a Ben Gurión a definir una política de autoabastecimiento de bienes alimenticios ante el cerco que sufría el naciente Estado. Ello llevó a fortalecer, por una parte, el cooperativismo como forma de organización de la producción agrícola y pecuaria y, por la otra, a dedicar crecientes recursos a la investigación para poder cultivar en áreas muy secas y sin agua. Rápidamente con los incentivos apropiados, la producción de alimentos comenzó a aumentar de forma sostenida hasta el punto que Israel es uno de los principales exportadores de renglones agrícolas a nivel mundial.





Pero esto no era suficiente. Durante los años ochenta, los líderes de Israel, decidieron dar el salto hacia la agregación de valor a su producción y sus exportaciones.

De una economía basada en la producción  agroalimentaria,  Israel se ha transformado en una potencia en el campo de la ciencia y la tecnología, gracias a un esfuerzo combinado del sector público y el sector privado. De esta manera, el Estado crea la infraestructura física, los estímulos fiscales y las reglas del juego y el capital privado hace el resto: invertir y emprender. Para ello resultó fundamental el apoyo de las universidades y otros centros de investigación donde se conciben los grandes proyectos tecnológicos.

Actualmente Israel es el país donde existen en términos relativos más profesionales en el campo de la ingeniería y las ciencias básicas, lo que le ha permitido ser una economía diversificada con una potente base exportadora, para de esa manera contar con los recursos en divisas para financiar su desarrollo. Israel no produce una gota de petróleo pero no falta la gasolina.

Un asunto clave en todo este desarrollo monumental que ha tenido Israel ha sido la estabilidad macroeconómica, en particular luego de haber vencido una inflación galopante a mediados de los años ochenta. Desde ese tiempo la política económica ha privilegiado la consecución de inflación baja y la estabilidad monetaria. Cuenta el Estado de Israel con un aparato administrativo muy calificado, con procedimientos expeditos que bajan de manera apreciable los costos de transacción de la economía y aunque Israel no tiene una Constitución escrita, las llamadas leyes fundamentales aseguran que Israel sea un Estado democrático donde esas leyes se respetan, hay separación efectiva de poderes, se realizan elecciones libres y  hay libertad de prensa y del accionar de diferentes formaciones políticas y religiosas.

Otro asunto fundamental en el funcionamiento del Estado de  Israel es el consenso político sobre los temas esenciales que tienen que ver con las líneas maestras del desarrollo económico y la defensa nacional. Las diferencias entre los principales partidos políticos, el Likud, de derecha y el laborismo, de centro izquierda, residen esencialmente en la forma de llevar a cabo las orientaciones fundamentales ya definidas.

La gran asignatura pendiente consiste en lograr una paz duradera basada en el principio de los dos Estados, uno israelí y otro palestino, donde puedan convivir, por una parte los judíos y por la otra los musulmanes y también los cristianos que aun cuando son minoría en la región deben tener pleno derecho a profesar su credo. Para ello resulta fundamental promover un liderazgo palestino unificado y creíble y que algunas naciones no árabes dejen de estar aupando el fundamentalismo y el terrorismo.

Diario 2001