Barriadas de Caracas, molestas con Maduro por alzas de precios y escasez

(foto Reuters)
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Empacando papas en su puesto de verduras en una calle de la populosa barriada de Catia, en Caracas, Jesús Jiménez recuerda con cariño como votaba por el fallecido presidente Hugo Chávez.

Reuters / Alexandra Ulmer

Al igual que millones en los barrios pobres de Venezuela, el locuaz padre de 14 hijos se benefició de algunos de las decenas de programas de ayuda que implantó Chávez, desde planes gratuitos de salud hasta viviendas de interés social.





Así que después de la muerte de Chávez el año pasado, Jiménez, naturalmente, votó a favor de su sucesor político, Nicolás Maduro, quien se comprometió a continuar el socialismo con sello propio, conocido como “chavismo”.

Ahora, sin embargo, lucha por llegar a fin de mes porque la inflación de más del 60 por ciento termina devorando su magro salario mientras pasa horas en las colas para comprar bienes escasos como harina o medicamentos.

Furioso, Jiménez dice que protestaría contra Maduro.

“Nunca en mi vida, en los 56 años que yo tengo, nunca he visto este país así. (Por) este Gobierno no voto más”, se quejó.

“No hay vida. Todo es una cola”, añadió.

Una creciente cantidad de venezolanos de bajos ingresos están descontentos con Maduro a medida que la economía naufraga en una crisis en medio de la inflación más alta de América y una de las tasas de homicidios más alta del mundo, justo cuando los precios del barril de petróleo se han hundido a mínimos de cinco años.

Fueron ellos, la base más sólida del chavismo, quienes respaldaron con sus votos a Chávez durante sus 14 años de Gobierno. Incluso, ayudaron a devolverlo al poder tras un breve golpe de Estado en el 2002.

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Pero la popularidad de Maduro está cayendo rápido en medio de una creciente disidencia dentro de su partido que podría jugarle una mala pasada en las vitales elecciones parlamentarias del próximo año.

Según la firma Datanálisis, en noviembre, siete de cada 10 venezolanos creía que Maduro sería removido el 2016 tras la convocatoria a un referéndum revocatorio.

Sin embargo, los residentes de los barrios marginales de Caracas aún desprecian a líderes de la oposición y el Gobierno de Maduro les brinda bienes básicos a precios subvencionados al igual que acceso gratuito a la salud y educación.

Pero las tiendas tienen cada día con menos inventarios. Mujeres con bebés en brazos a menudo se abalanzan a comprar pañales y detergente, actualmente dos de los productos más codiciados, cada vez que oyen que aparecen.

 

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Índices de aprobación en picada

El 24,5 por ciento de los venezolanos aprobó la gestión de Maduro en noviembre, frente al 50,6 por ciento de inicios de su mandato, según la firma Datanálisis. Y la identificación con el partido de Gobierno, PSUV, marcó mínimos de una década de un 16,6 por ciento en noviembre.

Sin embargo, una oposición fracturada no ha logrado capitalizar el descontento de los chavistas, lo cual sugiere que serían más propensos a la abstención que a cambiar de bando.

El líder de la oposición, Henrique Capriles, se ganó a algunos chavistas descontentos durante sus dos campañas presidenciales, pero muchos se alejaron de nuevo tras meses de lo que calificaron como protestas inútiles y destructivas dirigidas por opositores radicales.

Las grietas al interior del gobernante PSUV se están dejando ver. Un ala disidente, Marea Socialista, reprende casi a diario a Maduro por traicionar el legado de Chávez y dejar que la corrupción florezca.

Pero el ex sindicalista de 52 años insiste en que los chavistas siguen siendo la mayoría aunque admite los problemas y ha instado a lavar los trapos sucios en casa.

Retirar el apoyo al PSUV es una decisión dolorosa para muchos que sentían una conexión espiritual con Chávez.

Marisol Aponte, una organizadora de la “ciudad socialista” Cacique Tiuna, en las afueras de Caracas, se autodenominada “chavista” pero, incluso ella, está teniendo dudas.

“Cuando Chávez murió sentí como si se hubiera muerto mi papá”, dijo Aponte, madre de siete. “Y me quedó un tío, que no me oye igual”.

Ella se queja del “estancamiento” en Cacique Tiuna: los residentes no hacen su parte del trabajo comunal, hay tensiones internas y violencia doméstica y proyectos de la comunidad no están recibiendo nuevo financiamiento relevante.

Si bien Aponte se considera más “centrista” que antes, no se atreve a votar en contra de Maduro.

“Sería como traicionarme a mí misma”, dijo.

Algunos chavistas lucen estupefactos ante la crisis.

Gladys Moncada, empleada de una tienda de lámparas en Catia, apoyó a Chávez por sus políticas sociales, incluida la mejora de la pensión de su madre ciega.

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“Era una chavista nata”, dijo en la tienda en que empezó a vender lámparas de sus inventarios porque ya no recibe dólares para importarlas. “A mi me gustaría decir que todavía soy chavista pero la situación está demasiado difícil ahora”.

Los abarrotes suponen la mitad de su salario mínimo, equivalente a 776 dólares al tipo de cambio oficial más fuerte, pero sólo unos 27 dólares en el mercado negro.

Moncada está solicitando préstamos y vendiendo helados y pulseras para sobrevivir. Ha dejado de comprar ropa, electrodomésticos y ciertas frutas y verduras costosas.

Recientemente, su cuñado fue asesinado. Harta, Moncada ahora dice que también protestaría contra Maduro.

De vuelta en el puesto de verduras, Jiménez se hace eco de lo que muchos venezolanos dicen: la situación es insostenible.

“Algún día esto explota. ¿Cuándo? No sé”. Reuters