Axel Capriles: Asaltar el cielo sin antifaz

thumbnailaxelcaprilesLa muy manida frase de Karl Marx, “el cielo no se toma por consenso sino por asalto”, ha vuelto a materializarse en la Asamblea Nacional de Venezuela el pasado 22 de diciembre en la elección fraudulenta de los titulares de los órganos del Poder Ciudadano, el Defensor del Pueblo, el Fiscal General y el Contralor General de la República. Pero lo que hace especial este asalto y lo diferencia de los repetidos asaltos a los que nos hemos acostumbrado en los últimos 15 años, es que esta vez ocurrió sin antifaz. Hugo Chávez fue un maestro de los artificios y el espectáculo. Durante sus catorce años de mandato, el comandante de la revolución bolivariana se cuidó de mantener las apariencias para simular un gobierno democrático hasta el punto de haber logrado un asombroso grado de confusión y discusión en torno a la naturaleza de su gobierno y la fuente de su poder. Ahora es diferente. Ya no hay que cuidar las formas. Los herederos del comandante, más burdos y petulantes, se han quitado la careta. El poder no es una quimera, es algo real y existe para romper las normas y aplastar a los adversarios.
Las consecuencias de este asalto brusco al cielo del poder, junto con las de ladesignación cantadade los rectores del Poder Electoral y de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, próxima a ocurrir,no se harán esperar demasiado en el 2015. Hasta ahora, la esperanza de lograr imponer la normativa constitucional para reinstalar la división de poderes en nuestro país y la ilusión de la alternativa electoral, alimentada, también, por el ala complaciente de la oposición, habían servido de válvula de escape de las tensiones sociales acumuladas por el altísimo grado de deterioro del nivel de vida de los venezolanos. Ya no se trata solamente de la contradicción que implica imponer ilegalmente a las personas destinadas a velar por el principio de legalidad en las actividades del Estado, o la incompatibilidad de nombrar para controlar al abogado de los controlados. Los contrapesos institucionales lubrican y suavizan la fricción entre las distintas piezas de los sistemas políticos. Con un poder enquistado y encapsulado sobre si mismo, aislado e indiferente a los reclamos de la sociedad, las únicas alternativas de cambio son el golpe de Estado o el estallido social. Quitarse la máscara es un reto. Es restregarle al otro la magnitud del poder, es disminuir al otro hasta el punto de decirle que ya no importa ni lo que pueda pensar.Dios enorgullece a los que quiere perder.

@axelcapriles