El dilema del gobierno, por @lmesculpi

thumbnailluismanuelesculpiLa crisis actual abarca prácticamente todos los aspectos de la vida en sociedad. Extremadamente difícil resulta encontrar un espacio que pueda exceptuarse. En algunos campos hay significativos retrocesos. La prédica de un proyecto acorde con el siglo ha resultado una falacia. Sus rasgos distintivos parecen más bien inspirados en los dogmas decimonónicos. La situación los ha desbordado y no están en capacidad de solventarla. La mayoría parece haber tomado conciencia del actual estado de cosas. Importantes contingentes que acompañaron el denominado proceso hoy manifiestan su decepción. La frustración y la desesperanza recorren zonas que antes compartieron una ilusión. El cambio político no solo es necesario, es además posible. El evento electoral de este año puede resultar el inicio del cambio, están dadas las condiciones y las posibilidades para que así sea.

Junto a las variables que la opinión pública ha venido experimentando, en la esfera internacional también hoy existen notables evidencias de nuevas percepciones en cuanto al proceso político venezolano. Recientemente Maduro se vio en la obligación de señalar que no habría posposición de las elecciones parlamentarias, por señalamientos aparecidos en la prensa mundial que reseñaron tal posibilidad.

La represión contra los estudiantes, el asesinato del liceísta Kluivert Roa, la injusta prisión de Ceballos, Leopoldo López y Antonio Ledezma, la práctica de torturas, la existencia de “La Tumba”, la “hermosa” Resolución del Ministerio de la Defensa 8.610 y en general la violación a los Derechos Humanos han mostrado sin matices el rostro represivo del régimen, aumentando    cada vez más los signos de autoritarismo y a la vez reduciendo los espacios democráticos.





Estos desmanes han ocupado titulares en los más importantes periódicos del planeta, motivando diversas declaraciones de gobernantes, instituciones y las más diversas personalidades en la esfera universal. Desde la Presidenta del Senado chileno, la hija de Salvador Allende, hasta la más reciente del Papa se han pronunciado sobre los recientes acontecimientos.

El gobierno reacciona, al igual que lo hace internamente, atribuyéndole a una conspiración mediática todos estos pronunciamientos y responde, con notable retardo, a la suspensión de las visas a algunos funcionarios en Estados Unidos y lamentando que Obama no ha respondido a la solicitud de una reunión. Tampoco ha actualizado su discurso anti-imperialista y los señalamientos de atentados, golpes y subversión tienen las características típicas del stalinismo caribeño, al responsabilizar al adversario o “enemigo” de todos los males que confronta.

Su repertorio argumental está compuesto por la fraseología gastada de la “izquierda trasnochada”. Quien abusa de la retórica, sin el más mínimo respeto por el idioma, recurre a la repetición de añejas consignas, a la descalificación y al insulto; pretende proscribir el uso de palabras: emplear el vocablo ” transición” prácticamente ha sido considerado un acto delictivo, la publicación de un documento así titulado (estando de acuerdo o no con su oportunidad o contenido) se ha convertido en causa para incriminar.

Al igual que su antecesor, actúa como si sus alocuciones tuvieran efectos mágicos, basta con proclamar en cadena nacional unos propósitos para convertirlos en realidad. Que distante están las palabras de los hechos, su prédica está totalmente alejada de la cotidianidad. La pretensión evasiva no la resuelve la carencia de credibilidad y la impopularidad que reflejan todos los estudios de opinión, incluso los ordenados por él al encuestador favorito de José Vicente y del mismo Presidente.

Maduro cree al día de hoy que puede posponer cualquier decisión, sobre las elecciones parlamentarias tiene dudas. El mandato constitucional es absolutamente claro, este año deben realizarse. Sabe que tiene la posibilidad real de sufrir una importante derrota. Aunque considera que aún posee margen de maniobra, contando con el ventajismo y el abuso acostumbrado. La cúpula gobernante se encuentra ante un verdadero dilema, rendirle culto al mito de la invencibilidad de la supuesta revolución o aceptar la victoria de las fuerzas democráticas. Ante esa disyuntiva también se encontraron en otro tiempo y otras circunstancia los regímenes de Europa del Este que fueron derrotados electoralmente, Daniel Ortega cuando perdió con la señora Chamorro y también el dictador Pinochet cuando ganó el NO el referéndum.

Las fuerzas democráticas integradas en la Mesa de la Unidad han respondido con la firmeza y la serenidad necesaria a las provocaciones del gobierno, están conscientes de las inmensas posibilidades del evento de este año, saben que “el mandado no está hecho” y hay que trabajar para alcanzar el triunfo. Para ello es necesario transformar el descontento mayoritario en expresión electoral. El cambio no será un acto instantáneo, mas una sólida y amplia victoria significaría el inicio del proceso de cambio y una modificación sustancial del cuadro político actual. Tal propósito trasciende la coyuntura electoral, no hay que escatimar ningún esfuerzo en esa dirección, hay que emplear toda la energía necesaria para fortalecer la alternativa. ¡Esa es la opción!