Los cocos secos y el imperio de la impunidad por @jorgebarrosod

Los cocos secos y el imperio de la impunidad por @jorgebarrosod

JorgeBarrosoThumbnail-190x130No es un “plan perverso”, tampoco una película de terror. Es una realidad en Venezuela. Se llama criminalidad y está robándole la vida a nuestro pueblo, incluso a militares y policías, ante la mirada inerte de los representantes del gobierno.

En estos últimos años de desamor de la mal llamada “revolución bolivariana” hemos visto emerger en el país a una nueva especie de delincuentes que no solo roba, sino que mata de manera indiscriminada y sin arrepentimiento, en la calle, dentro de los vehículos, en las discotecas y hasta en los estacionamientos. El criminólogo Fermín Mármol García los llama “Cocos secos”. Dice que atacan bajo los efectos de las drogas, se llevan lo ajeno de forma fácil, pero lo peor es que asesinan sin estupor, en busca de respeto y jerarquía dentro de las bandas.

Lo cierto es que nuestros funcionarios de seguridad están dejando sus sueños a mitad de camino, porque matarlos se ha convertido en un premio, y en un negocio muy rentable para la delincuencia organizada. Las cifras son espeluznantes y hablan por sí solas. Solo en 2014 fueron asesinados cerca de 200 uniformados, y hasta el 19 de abril de 2015, 48 efectivos de la Gran Caracas habían perdido la vida a tiros para quitarles su arma de reglamento, según cifras de la Policía de Miranda. El sábado 18 la sociedad reaccionaba consternada al ver en las redes sociales la foto de una mujer embarazada sentada al lado del cadáver de su esposo, un mayor del Ejército Nacional Bolivariano de tan solo 39 años de edad.





¿Cuántos venezolanos tienen que morir para que este régimen se tome en serio las incomprensibles cifras de muertes violentas en el país?
Vemos con horror y mucha tristeza el deterioro de buena parte de nuestra sociedad. En 16 años, dejamos de ser la Venezuela amable y próspera, para convertirnos en El Imperio de la impunidad; donde matar a un uniformado da prestigio y no es castigado. Donde hasta en un Centro Comercial podemos toparnos con la muerte, encarnada en un “coco seco”.

En Venezuela no solamente no hay políticas eficaces para contener la violencia. Tampoco hay voluntad para desmantelar a los colectivos armados, mucho menos para poner en cintura a quienes desde las cárceles de nuestra nación mueven los hilos de la delincuencia organizada en las calles. Eso, también es un gran negocio.

Somos un pueblo desalmado que sufre las consecuencias de una guerra fomentada desde el propio gobierno. Un país que amanece agradeciéndole a Dios por no haber perdido la vida en manos del hampa; que gasta más dinero en seguridad, que en salud, y que está cansado de ver cómo desde Miraflores evaden responsabilidades.

La inseguridad si se puede combatir señores. Nuestros países hermanos lo han demostrado con hechos. No será fácil, pero tampoco imposible.

“Por Venezuela vale la pena seguir luchando”.