William Anseume: Los presos olvidados de las protestas

thumbnailWilliamAnseumeEntre los presos, presos políticos sin duda alguna, existen algunos cuya relevancia los hace destacar casi a diario en las diversas comunicaciones de los órganos de divulgación que la dictadura va dejando: Leopoldo López, Antonio Ledezma, Daniel Ceballo… muchos; un preso político es mucho. Es de veras inhumano atravesar la calamidad de ser detenido por no compartir ideas con un régimen despótico, torturador, asesino… Lo sabemos.

Otros no destacan en la comunicación diaria de los pocos resquicios que va dejando la censura, sus nombres no están asociados a alcaldías ni al poder que representa un partido político nacional. Lamentablemente carecen de dolientes más allá de su círculo familiar, sus abogados (la mayoría trabajando a diario por ellos sólo por humanidad) y algunos grupos de atención que se les acercan a llevar algo de comer, de vestir limpio, un libro, un aliento de paz en la penuria.
De la cantidad que siguen siendo destacaré dos, so pena de dejar fuera también yo a otros. Trataré de referirme a ellos de vez en cuando recurrentemente, hasta que los liberen de las injustas prisiones que les imponen desde un poder político resquebrajado, tenebroso y temeroso del pensamiento libre, del libre accionar y del ser.

José Luis Fernández Martín





Su camioneta fue abordada por unos manifestantes que huían de la policía. Su casa allanada. Encontraron en ella pólvora. Cantidad irrisoria de pólvora si hablamos legalmente; el tribunal lo sabe, todos lo saben, pero el miedo al terrorismo del régimen ha impedido que salga en libertad, luego de más de un año de prisión. Sus condiciones de reclusión, ahora en la cárcel de Uribana, son deplorables. Duerme en el piso. No come bien o no come. Fue humillado con el uniforme de preso común, comparte celda entre presos comunes y su cuerpo ha sufrido laceraciones, yagas, marcas indelebles de su tránsito por este país desgobernado o gobernado por inclementes. Es también ciudadano español y desde España, o la representación de España en Venezuela, nada han hecho por él en estel más de un año que lleva detenido, injusta y desgraciadamente detenido.

Gregory Sanabria

Gregory cumplió años, 21 años, en febrero, en su celda, si puede llamarse así el hacinamiento que lo rodea, que lo acogota, en un depósito in-humano. No le dan ninguna clase de alimento oficial, hay que llevárselo a diario. Es un preso del Gobernador del Táchira, aquel nefasto Vielma Mora. Igual, casa allanada, búsqueda incesante, detención. Traslado a lugar alejado de su familia, de sus compañeros de clase, de su universidad. Recurrentes presentaciones al tribunal sin efecto alguno. No lo reciben. Debe seguir preso, sin ver sol, sólo en cada presentación infructuosa, tal vez una vez al mes, cuando no le anuncian que no habrá y lo dejan allí, en su inhumana reclusión con inhumana visita de tres o cinco minutos semanales. Entre delincuentes comunes que esperan tránsito, un tránsito de más de siete meses. Un tiempo cercenado, inolvidable, una marca imborrable en su joven ser estudiantil, por expresar su rabia ante un país gobernado por necios políticos aferrados a su idea del populismo, del saqueo, de la expropiación, del arrastrar de los seres humanos, en colas o en cárceles y en silencios, en armas, en tráficos de todo tipo, en corrupciones y muerte.

Son muchos los presos acallados por el gobierno, presos que no conocemos con propiedad, porque tal vez no tienen la figuración política de los otros, también silenciados y también humillados.

No podemos olvidar a quienes padecen la tortura inhumana de estas prisiones funestas que traen a la memoria aquellas cárceles del pasado, contenidas ahora en la narrativa, pero que fueron reales centros de opresión tortuosa de seres humanos que se opusieron a las dictaduras.