Juan Pablo Guanipa: Este régimen predecible

Juan Pablo Guanipa: Este régimen predecible

thumbnailjuanpabloguanipaLos números en las encuestas y la actitud de la gente que nos encontramos en nuestros recorridos diarios, predicen una gran victoria de la Unidad Democrática el día 6 de diciembre. La inmensa mayoría del pueblo venezolano espera con ansias ese día para manifestar su descontento con una pésima gestión gubernamental que ha perdido hermosas oportunidades y que sólo ha producido problemas al país. La gente quiere votar por el cambio. La gente quiere apostar a la esperanza. Este gobierno de casi 17 años, que tuvo momentos de mucha popularidad, ha entrado en el peor de sus períodos, signado por el repudio de las mayorías y el apoyo de una muy pequeña minoría que privilegia algunos dividendos personales sin mirar el bosque de la desidia, la ineficiencia y la corrupción que a todos nos agobia.

 

El gobierno actúa con la cara de la desesperación. Esa que te lleva a huir hacia adelante. Al saber que perdió lo más preciado, el apoyo popular, acude al expediente de la amenaza, el chantaje, la soberbia, la mentira. En esa actitud se vuelve a reflejar su talante poco democrático. En este momento, el régimen intensifica el uso de los bienes públicos en la campaña electoral. Sin desparpajo utilizan los vehículos, los bienes, los dineros de la nación para promover a los candidatos de Maduro. Descaradamente utilizan los medios de comunicación del estado como si fueran los medios de comunicación del partido. Cero equilibrio, cero pluralismo, cero tolerancia en ellos. Han llegado al colmo de sacar cuñas con la imagen de dirigentes opositores en las que cortan y pegan para producir un discurso que nada tiene que ver con lo dicho por el dirigente. Unido a esto, sigue el carnaval de regalos de dinero, línea blanca y otras prebendas que aspiran cambien la molestia por un voto que no merecen. Mientras tanto, generan violencia en actividades de candidatos de la oposición con la única finalidad de producir el miedo que inmovilice al elector. Todo esto es predecible en un grupo de personas a quienes sólo les interesa el poder, sin medir lo importante que es verlo como un mecanismo de transformación social y no como un fin en sí mismo.





 

Estos abusos intentarán complementarlos el día electoral con el voto forzado, con las presiones y regalos a boca de urna, con la generación de violencia motorizada en los alrededores de algunos centros de votación. El Consejo Nacional Electoral podría tomar algunas decisiones que impidan varios de estos abusos. La observación internacional podría constatar muchas de estas realidades y actuar con apego a las reglas democráticas. Sin embargo, no van a ser estos actores quienes frenen las pretensiones poco honestas de quienes saben que comienzan a perder el poder a principios de diciembre. Quien va a hacer valer su derecho a elegir libremente, a cambiar libremente, es el ciudadano común que forma parte de este pueblo venezolano. Esa mayoría está activa, haciendo su lista de relacionados, apoyando logísticamente las diferentes etapas del proceso, difundiendo un mensaje signado en el cambio y la esperanza, preparándose para defender –como miembro o testigo– la voluntad del elector, alistándose para votar y luego quedarse en el centro de votación dando apoyo moral a quienes estarán dentro de los espacios electorales. Noto a esa mayoría del pueblo venezolano resteada con esta posibilidad de cambio. Pero la noto también con la conciencia de quien no debe utilizar la victoria como revancha. Nuestro pueblo asume con pasión, pero también con racionalidad, la decisión de darse un nuevo rumbo que pueda ser base para su bienestar y su calidad de vida. Ojalá que el gobierno, a pesar de todos estos desmanes, al reconocer su derrota, asuma una actitud distinta a la que muchos prevemos. Ojalá que entienda que su supervivencia dependerá del respeto, del diálogo y de la conciliación. No entenderlo sólo significará la aceleración de su despedida.