“Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo el más sagrado e indispensable de los deberes” Maximilien Robespierre
Resulta comprensible que todos en el gobierno rechacen la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional, pues será el instrumento que pondrá fin a las prácticas inhumanas generadoras del placer cuasi orgásmico que siente un personero gubernamental infligiendo dolor, menosprecio y vejamen a cualquier preso político y sus familiares, en especial a los niños que ven desbordada su comprensión por la contrariedad de una justicia generadora de penurias y desventuras, circunstancias adversas que parecieran llevar al éxtasis a cuanto operador de justicia, ex profeso, se convierte en agente activo del sadismo de quienes mueven sus hilos, cual marionetas, desde las alturas del Poder Ejecutivo, Ciudadano o Judicial.
Las causas penales instruidas contra los presos políticos, en las que a diario se quebranta la confianza en la administración imparcial de justicia, son fuente de placer en tanto resultado de aberraciones concebidas al calor de desviaciones y desequilibrios psicológicos o emocionales devenidos en prácticas de sadismo confundidas con el ejercicio del poder sin reparar en los perniciosos efectos de creerse amo y señor de la vida de quienes resultan incómodos para el gobierno.
Maduro, Aristóbulo, Diosdado, así como Magistrados, Jueces, Fiscales del Ministerio Público y Diputados del Bloque de la Patria, rechazan la amnistía, la reconciliación, del mismo modo que Maradona rechazó las terapias cubanas para superar su adicción a las drogas, porque de eso se trata, de una adicción, en el gobierno se hicieron adictos al dolor ajeno, más que una cuestión de defensa de la revolución es una cuestión de satisfacer bajos instintos, a tal punto, que les resultaría difícil vivir sin estudiantes presos, menos si están fuera de la tumba, sin twitteros cercenados en su expresión libérrima; sería inconcebible para estos desalmados no vejar a Lilia, a Mixi, y a cuanto ciudadano o ciudadana que deba enfrentar el flagelo en que se ha convertido el derecho de estar con un hijo, hermano, esposo o amigo en Ramo Verde, Tocuyito, el Injuba, el Sebin o en cuanto penal de alta peligrosidad han ido a parar simplemente por ejercer derechos ciudadanos y políticos.
El sadismo judicial es de tal magnitud, que se enquistó en toda la estructura de este gobierno, al extremo de valerse de víctimas del accionar de sus propias armas, exacerbando un castigo del que se saben merecedores pero que con el mayor desparpajo emplean para rechazar la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional. Cualquiera diría que hay que ser bien sádico para hacer eso y no le faltaría razón, pues a las focas gubernamentales, más que lealtad y convicción ideológica, las mueven las bajas pasiones que explican tanto ensañamiento contra adversarios que en buena lid ya los habrían sacado del gobierno.
La vida de los sádicos del gobierno sin presos políticos sería TRISTE, ABRURRIDA y SIN PLACER. Porque hay que ver el placer que siente un efectivo militar o un subordinado de Iris Varela mandando a desvestirse o mostrar sus partes a una persona para que pueda entrar a un penal. No es más que placer que siente un juez con una condena injusta como la impuesta a Leopoldo, pasando a Juicio a Ledezma bochornosamente, o con un encarcelamiento indefinido sin juicio ni condena como el de Kamel Salame, sin olvidar el placer que han de sentir en las alturas del poder al ordenar el terrorismo judicial contra María de Lourdes Afiuni. Placer obtenido infligiendo dolor, y eso no es más que sadismo del bueno, similar al de Maximilien Robespierre promoviendo la guillotina como método de escarnio que terminó por echar a rodar su propia cabeza.
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