David Guenni: Repolitización en la Teoría Nietzscheana del conocimiento

David Guenni: Repolitización en la Teoría Nietzscheana del conocimiento

thumbnailcolaboradores-190x1301«(…)las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son,
metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible,
monedas que han perdido su troquelado y no son ahora consideradas
como monedas, sino como metal.» – F. N.

Poco tiempo después de su primer libro, Nietzsche escribió un breve ensayo de gnoseología: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1873). Como ningún otro texto sobre esos temas, este escrito me ha causado un impacto intelectual difícil de describir. Y no soy el único: en efecto, las implicaciones y las consecuencias que este ensayo ha tenido en la historia de las ideas alcanzan a nuestro presente. Quiero proponerles que no sólo lo lean detenidamente, sino que me confronten en la siguiente tesis: la teoría nietzscheana del conocimiento como mentira necesaria para la vida, implica, en última instancia, una posibilidad de repolitización del mundo occidental.

A muy grandes rasgos, Nietzsche explica en aquel texto que el conocimiento se basa en metáforas que, sobre la realidad captada, elaboran nuestros sentidos, como parte del instinto de vida que nos caracteriza en tanto seres terrestres que somos. Pero esas metáforas están todas fundamentadas en una misma serie de falacias, siendo la más importante de dichas “mentiras” la siguiente: que las cosas tienen una identidad. El pensador argumenta que la unicidad, distinción y permanencia de los objetos (“individuales”) -supuesto sobre el que reposan todas nuestras disciplinas del conocimiento formal y cotidiano- es una característica que nuestro cerebro le coloca al universo, no siendo éste otra cosa que inocente devenir. Sin embargo, nuestra vida entera depende de esta percepción gestáltica -como dirían algunos- para poder desarrollarse mediante el dominio del entorno.





De manera tal que las certezas que manejamos están basadas en una serie de falsedades necesarias, producto de la naturaleza de nuestra conciencia. De ahí que para aceptar esta teoría sea fundamental desechar la carga moral que han adquirido tanto la palabra verdad (lo bueno) como la palabra mentira (lo malo). Y si «nada es verdad, todo está permitido», entonces, ¿cómo queda el hombre? Si el conocimiento se construye sobre el lenguaje; el lenguaje, sobre metáforas; las metáforas, sobre identidades; y las identidades, sobre la arena del devenir (en palabras más dramáticas: la nada), entonces, ¿qué nos queda? ¿Cuál es el puesto del Homo sapiens-sapiens en el mundo?
La inequívoca tendencia tecnocrática en la ideología del globalismo contemporáneo, esa renovada búsqueda de la neutralidad (anti)política, esa pretensión de ascesis y homogeneidad culturales que vemos sedimentándose en el fondo de la Globalización… todo parece llevarnos directo a unasíntesis extremadamente peligrosa: la muerte definitiva de los particularismos, que serían sustituidos por el universalismo planetario, y, con ella, la desaparición de la Política para dejar en su lugar solamente al Poder – la dominación pura y dura. Irónicamente, esta tendencia está desarrollándose a partir del sustrato de lo que han dejado casi 4 décadas de alabanzas hacia: el relativismo, la subjetividad recalcitrante, la multiculturalidad, el colapso de los metarrelatos, el mundo multipolar y el pluralismo postmoderno. En otras palabras, del suelo de ese aparentedisenso han hecho brotar el consenso que se pretende vender como postideológico: la Paz autoimpuesta, la tiranía de lo Políticamente Correcto, la Tolerancia intolerable y el régimen de lostécnicamente capacitados.

Fíjense, toda esta ideología globalizante y globalizadora está montada sobre la infeliz promesa de que tras la dialéctica que hubo entre las dos grandes cosmovisiones de la era bipolar, ha surgido unpunto medio, ha triunfado el “diálogo” y ha sido abierta la última compuerta, a partir de la cual el Progreso se torna infinito. La nueva ilusión se quiere autoerigir, cual monopolio esclavista, sobre todas las demás, como la Verdad alcanzada a través del “acuerdo” que apuesta por la felicidad de todos los seres humanos, en un mundo seguro, colaborativo e incluyente. Lo que el vasto ejército global de promotores de esta ideología parece desear mantener en la sombra, es el hecho de que esta Verdad absoluta es sólo una verdad más de las tantas verdades relativas que han caminado por la faz de la Tierra. Y ¿qué nos queda a las personas una vez que comprendemos, entendemos y aceptamos que los conocimientos son unas provisionales falacias vitalmente necesarias? Nos queda un concepto extraído del lenguaje artístico: la(s) perspectiva(s).

Si el campo de la episteme se convierte en una arena en donde nuevamente es válido asumir perspectivas, tomar postura, enfrentar a otro(s) bando(s), mover sentimientos a favor o en contra; si de nuevo nos es lícito evidenciar la confrontación, la distinción entre trincheras del saber, la separación, la apertura de abismos entre posiciones, el levantamiento de barreras entre el “nosotros” y los barbaroi… entonces, está claro que aceptando estas premisas nietzscheanas podemos estar ante la posibilidad de repolemizar al mundo, de devolverle lo político a la vida y de defender nuestras verdades frente al ataque de las verdades de los otros. Las verdades son como las creaciones artísticas, porque las mentiras del arte nos revelan conocimientos útiles para la existencia.

Sí podemos prosperar en un mundo así: en donde lo político puede volver a su sitial natural; es decir, un mundo en donde la decisión fundamental amigo-enemigo tiene otra vez sentido y presencia -y no tenemos que someternos a aquel ahogo voluntario, tácitamente convenido, que implica la “certidumbre”en el orden mundial progresista-;un mundo en donde podemos volver a gozar de la radical Libertad de no estar de acuerdo con el otro (porque nos libramos de la necesidad de negociar para alcanzar los puntos medios). En un mundo así, volvemos a aceptar que las verdades son imposiciones de unos bandos sobre otros, y no nos perturba – no nos molesta el hecho de ser artistas y crear(nos) ilusiones convenientes según nuestro criterio. Queremos vivir en un mundo en donde la valoración creativa puede ser despenalizada.

Imagínense lo que pasaría si, en plena expansión de la mal-llamada Sociedad del Conocimiento, el conocimiento empieza a dejar de verse como un valor absolutista, o una capitulación de la Política, o un consenso cultural, o un armisticio ético, o una obligación moral, o una negación de la intersubjetividad beligerante… Imagínense la Libertad que podemos experimentar en nuestros cuerpos una vez que le decimos «NO» a un «sí» forzado y artificial, que sólo está ahí producto del cansancio y la decadencia de aquellos que por todos lados ven amenazas “radicales”, “fascistas”, “racistas”, “retrógradas”, “terroristas”, “primitivas”, etc. Si se repolitiza Occidente, se comprobaría aquella demostración de Carl Schmitt según la cual los intentos epocales por neutralizar lo político son inútiles, ya que la Política es una condición existencial del hombre – que sólo se puede eliminar haciendo que el hombre se niegue a ser lo que es, hasta que deje de serlo. Si logramos esta repolitización, y no sucumbimos en medio de la creciente esterilidad e infertilidad de la cultura actual, quién sabe, ¡quizá hasta sobreviva la Civilización!