Juan Antonio Muller: Magia Ñángara

thumbnailjuanantoniomullerDe manera similar como los magos sacan conejos de sombreros y desaparecen objetos entre sus manos, el comunismo criollo (llamado eufemísticamente socialismo del siglo XXI o revolución bolivariana) ha demostrado una habilidad inimaginable para hacer aparecer colas en los supermercados, panaderías  y abastos; desaparecer ante los ojos incrédulos del pueblo los productos básicos, los medicamentos esenciales, los repuestos, cauchos y baterías, así como los materiales de construcción: cemento, cabillas, arena, piedras , bloques, esmaltes y pinturas.  Todo un arte de magia propio de un especialista como Houdini.

El desabastecimiento es innato al comunismo, lo vivieron los rusos a los pocos meses de haber llegado al poder Stalin, Lenin y Trostky, los chinos una vez instalados Mao Tse Tung y Chou en Lai como padres de la patria, y los cubanos a los dos años del triunfo revolucionario liderado por esos tiranos octogenarios de Fidel y Raúl Castro. No hay país sobre el planeta que una vez que ha caído en las garras del comunismo haya escapado ileso de ese terrible flagelo que es la escasez y el desabastecimiento.

El racionamiento eléctrico es otro acto de magia del comunismo del patio. Comenzó de manera inofensiva, estatizando las compañías de electricidad en las principales ciudades. La electricidad de Caracas, la de Valencia, Enelbar en Barquisimeto, Enelven en Maracaibo, Edelca y Cadafe fueron todas agrupadas en ese monstruo de mil cabezas que es Corpoelec. Una empresa incapaz de agregar un solo MW al Sistema Eléctrico Nacional, de hacer mantenimiento a las plantas termo eléctricas y de instalar torres de trasmisión de alto voltaje para llevar la energía a todos los rincones del país. Ese monstruo de largos tentáculos que en una década no ha sido capaz de  instalar  siquiera una nueva Planta Centro la cual construida hace cincuenta años se encuentra en estado de parálisis total. Esa corporación que no ha sabido siquiera colocar medidores para obligar, a los que se roban la electricidad en nuestras ciudades y pueblos, paguen por el servicio.





Otro acto de magia digno de mención es la creación a bombo y platillo de la Nueva Pdvsa que se vanagloria de tener las mayores reservas del mundo pero que tan solo produce 2.7 millones de barriles diarios con una nómina superior a 120.000 personas. En contraste, con la empresa estatal surgida en 1975 al calor de aquella nacionalización sustentada en el consenso nacional, que con una nómina de 45.000 entre profesionales, técnicos y obreros era capaz de producir 3.5 millones de barriles diarios y constituíamos el cuarto país como productor y exportador dentro de la Opep.

Venezuela logró con la siembra del petróleo, autoabastecerse de arroz, sorgo, maíz, producidos en grandes fundos con tecnología avanzada que sustituyeron la agricultura de conuco surgida al calor de aquella reforma agraria fracasada;  abastecerse de carne de res, porcina, y de pollo en granjas propias de países desarrollados. En no pocas oportunidades exportábamos los excedentes a otros países de la región. El comunismo con ese acto de magia, tan suyo, de las expropiaciones y las invasiones acabó con la producción agropecuaria nacional y regresamos a la agricultura de puertos financiando a empresas agrícolas extranjeras que mandaban productos agrícolas, ganado y pollo, así como como productos lácteos de inferior calidad a los nuestros pero que permitía a funcionarios e importadores de maletín hacerse de ganancias fabulosas en dólares.

La magia ñángara es insaciable, ha obligado a decenas de miles de empresas industriales y comercios al detal y mayoristas a cerrar dejando en la calle a cientos de miles de trabajadores formales. Las plantas estatizadas de alimentos son incapaces de producir como lo hacen Alimentos Polar, Cargill, Nestlé, MCormick, La Granja, la Pastoreña por mencionar alguna pocas. Esa magia que ha forzado a los laboratorios a no producir medicamentos ni fármacos para enfermedades crónicas como cáncer, hepatitis y hemofilia por falta de insumos.
Entre los más connotados actos de magia ñángara se cuenta la aparición de una nueva profesión de especuladores y vividores, los bachaqueros, que no han pasado por liceos ni universidades, ni se han quemado las pestañas estudiando toda la noche para presentar exámenes. Sin embargo ganan en un solo día lo que muchos gerentes y técnicos no perciben en un mes.

Pero sin duda el más sublime de los actos de magia del comunismo nacional lo constituye la desaparición de los dólares. En 17 años de revolución el país recibió más del doble de dólares por renta petrolera que en los 80 años desde que comenzó la explotación petrolera con el reventón de Zumaque hasta el año 2000. ¿A dónde fueron a parar ese billón, léanlo bien, ese millón de millón de dólares del festín de precios muy por encima de los $120 por barril?  No hay que ser detective perspicaz, algunos de los propios padres del desastre, en tardío arrepentimiento, se han encargado de denunciar la corruptela rampante que desapareció cientos de miles de millones beneficiando al mejor estilo de mafias organizadas, a unos pocos privilegiados y clientes del Psuv, poderoso partido en el poder dirigido por Maduro y Cabello en componenda con sus burócratas de la administración pública.