Judith Sukerman: La clase media

thumbnailjudithsukermanGeorge Orwell periodista y escritor británico, descendiente de la nobleza inglesa, pero miembro de la clase media, decidió hacer un experimento social, para conocer lo que después denominó “la subcultura de la pobreza”.

El experimento consistía en descubrir cómo cambiaba la psicología del hombre hambriento. Se alojó en refugios, pasó hambre y observó qué ocurría con su cuerpo y mente cuando no tenía nada para comer, ni nada de dinero. Transcurrido un tiempo descubrió que una persona con el estómago vacío empieza a pensar en periodos cada vez más cortos, porque es incapaz de plantarse qué ocurrirá al día siguiente, solo le importa que comerá en ese momento. Evidenció también que la persona hambrienta no puede pensar en términos abstractos, que es la única forma de pensamiento que puede generar el deseo de intentar de salir de una situación desesperada.

Sin duda, el gobierno es un gran conocedor de esa subcultura de la pobreza.





En Venezuela la miseria crece a ritmos delirantes La Encuesta de Condiciones de vida (ENCOVI) del año 2015, realizada por la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar, apabullan por su rudeza. En 2014, el 56,2% de los venezolanos era pobre, apenas doce meses después, el 76% de la población ya estaba en esa categoría, y sabemos que las cifras que presentarán en este 2016, serán aún peores, porque las causas que originaron ese aumento de más de 23 puntos porcentuales, en un año, no solo no han desaparecido sino que por el contrario se han acrecentado. Venezuela y su economía, sigue siendo víctima de políticas populistas, un disparatado y debocado gasto público, niveles de corrupción sin freno, devaluaciones con excesivo impacto inflacionario, asignación ineficiente e irregular de las escasas divisas existentes y el largo etcétera que todos conocemos.

Pero más allá de estas cifras que nos golpean, y nos presentan en blanco y negro una realidad inocultable, hay un sector de la población que lleva una carga inmensamente pesada; un sector que hace esfuerzos sobrehumanos para evitar caer en ese precipicio que es la pobreza, pese experimentar cada día una caída de sus ingresos que le impide acceder a bienes y servicios a los que estaba acostumbrado. La exigua clase media, que ha logrado mantenerse hasta hoy, está haciendo maromas para evitar ingresar a la clasificación de “pobres recientes”.

Esa clase media tiene todas las tarjetas de crédito atiborradas, tiene dificultades severas para pagar los recibos de servicios públicos cada día más ineficientes, está atrasada en todos sus pagos, ya no puede acceder ni al mercado inmobiliario, ni al automotriz, ni siquiera a la posibilidad de cambiar de teléfono celular, no puede destinar parte de sus ingresos para la adquisición de ropa o calzado y mucho menos para diversión o esparcimiento, que ruega a Dios no enfermarse porque eso echaría al traste todo el esfuerzo que hace para, contra pronóstico, por poder brindar a sus hijos una alimentación completa con los escasos productos disponibles.

Esa clase media integrada por profesores universitarios, profesionales asalariados, pequeños y medianos comerciantes que al momento de reactivarse la economía tendrá los atributos y las capacidades para recuperar su ingreso porque cuenta con la educación, experiencias y destrezas que requerirá un aparato productivo animado, hoy está desmovilizada por su extenuante lucha por la sobrevivencia

Pero la conclusión del estudio de Orwell revela que es la propia pobreza la que condena al hombre a perpetuarse en ella; que nunca saldrá de su condición sin una ayuda, un apoyo, un impulso que reciba desde el exterior, por eso quienes hoy todavía tenemos la bendición de poder comer tres veces al día, tenemos que hacer un esfuerzo aun mayor, porque nos toca a nosotros, a cada uno de nosotros, romper con ese círculo vicioso que el chavismo lleva 17 años trazando para los venezolanos

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