Carta del Obispo Mario Moronta a los fieles de las Parroquias de Colón

Carta del Obispo Mario Moronta a los fieles de las Parroquias de Colón

Mario Moronta

A los sacerdotes, fieles cristianos laicos y personas de buena voluntad en la Vicaría de la “NATIVIDAD DEL SEÑOR”
“La paz y el amor de Dios estén con todos Ustedes”.

He seguido con atención y preocupación los últimos acontecimientos que han venido golpeando la paz social y la seguridad plena de todos Ustedes, los habitantes de las parroquias que componen la Vicaría “La Natividad del Señor” y en especial las que se encuentran en el Municipio Ayacucho del Estado Táchira. El contacto permanente con los sacerdotes y con muchos laicos nos ha permitido estar unidos y contagiándonos esperanza en medio de la confusión con que se ha vivido en estos días pasados.





La acción escondida de algunos grupos irregulares, cuya presencia no es ningún secreto para nadie, ha venido enturbiando desde hace tiempo la serenidad con la que se debe vivir: tampoco es ningún secreto cómo ha venido aumentando el cobro de “vacunas”; y las amenazas veladas pero directas contra personas, comunidades e instituciones generan desconcierto, temores y preocupación. Los variados grupos irregulares nunca dan la cara, pero se sabe que existen y ejercen sus acciones por medios muy sutiles. Esto, lamentablemente, también se ha venido dando en otros sitios de nuestra región. Amenazas llegan a muchas personas, sin exclusión de ningún tipo. Algunas muertes violentas que se han producido en los últimos tiempos, según el comentario de muchas personas, pueden ser atribuidas a estos grupos irregulares. Pareciera que quieren poseer y dominar un territorio como si fueran sus dueños y ejercer un control sobre la vida de las personas y comunidades. Esto ha creado una sensación de indefensión en las personas, familias, comunidades e instituciones.

Son oportunas las palabras del Papa Francisco para iluminar lo que está sucediendo en medio de ustedes y otros lugares de nuestra región: “Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución” (Evangelii Gaudium, n. 59). Frente a todo esto, que refleja lo que se vive en medio de Ustedes, nos corresponde a todos, con la confianza puesta en Dios, no dejarnos robar, ni la esperanza, ni el sentido de comunidad, ni la paz, como nos enseña el mismo Papa Francisco.

En este sentido, quiero hacerles llegar mi voz y mi compromiso de solidaridad con todos Ustedes. Un pastor debe estar siempre preocupado por su grey: y Ustedes están en el corazón del Pastor y acompañados por la comunión de todos los hermanos sacerdotes y laicos de esta Iglesia local de San Cristóbal. El saberse acompañados debe ser un motivo de crecimiento, pues no están solos, aunque haya la amenaza velada de quienes prefieren una violencia que se ha venido convirtiendo en delincuencia e irrespeta la dignidad de cada uno de los hombres y mujeres de sus comunidades. Esto es, a la vez, una ofensa a Dios.

Por ello, en primer lugar, hago un serio llamado a las autoridades civiles y militares, a los responsables de la seguridad ciudadana y los que deben ser garantes de la soberanía, a que tomen muy en serio lo que desde hace tiempo ha venido sucediendo tanto en el Municipio Ayacucho como en otros Municipios del Táchira. La indefensión de muchos sectores ante las veladas amenazas de estos grupos irregulares con sus terribles consecuencias debe ser atendida por quienes tienen la obligación de vigilar por la seguridad y la paz social. No se trata sólo de operativos coyunturales y puntuales, sino de una acción permanente que garantice a todos la debida protección y la sana convivencia, sin miedos y sin aprehensiones, sin que haya fuerzas ocultas –aunque conocidas- que pretenden seguir cobrando “vacunas” y ejerciendo acciones que no les corresponde.

Además, es necesario que, con la ayuda de los sacerdotes, agentes de pastoral y cooperadores de cada parroquia, sin descartar la colaboración de otras personas de buena voluntad, se tome conciencia de que Ustedes –y todos nosotros- constituyen un “sujeto social” que debe manifestarse no sólo para exigir la protección, la seguridad y la atención en las necesidades más importantes del ser humano, sino que es capaz de realizar sanas relaciones, edificar la paz y vencer al mal. En la medida que todos vayamos asumiendo la vocación de ser “sujeto social”, sentiremos el “gozo espiritual de ser pueblo”, como bien nos lo sugiere el Papa Francisco.

Por eso, pido a todos los sacerdotes y agentes de pastoral a que se animen a seguir creando esta mentalidad en medio de todas las comunidades. Es, ciertamente, el gran instrumento para vencer las dificultades y erradicar el mal. En la medida que un pueblo se sienta “sujeto social” desterrará y derrotará todo aquello que cause el mal. Para ello, recordemos lo presentado en nuestra última Carta Pastoral (n.10): “Nuestra Iglesia Local de San Cristóbal debe ser para cada cristiano el lugar donde aprenden a vivir la fe experimentándola y descubriéndola encarnada en otros. Del modo más urgente, debería ser la escuela donde se eduquen hombres capaces de hacer historia, para impulsar eficazmente con Cristo la historia de nuestros pueblos hacia el Reino (Documento de Puebla, n.274). Una de las dimensiones de la misión evangelizadora es la promoción humana, con la cual se educan hombres y mujeres capaces de forjar la historia según la “praxis” de Jesús de Nazaret (cf. Documento de Puebla 279). Ella implica actividades que ayudan a despertar la conciencia del hombre en todas sus dimensiones y a valerse por sí mismo para ser protagonista de su propio desarrollo humano y cristiano. Educa para la convivencia, da impulso a la organización, fomenta la comunicación cristiana de bienes, ayuda de modo eficaz a la comunión y a la participación (Documento de Puebla, 477). Por eso, en la línea de la Nueva Evangelización asumimos el compromiso de hacer del pueblo el verdadero sujeto del desarrollo y auténtica transformación que requiere el país y la región”.

El Señor Jesús nos ha invitado a derribar todo muro de división, a vencer el mal con el bien y a edificar la paz. A las autoridades les corresponde hacer su tarea, pero a nosotros nos toca ser protagonistas tanto de nuestro desarrollo como de nuestro compromiso por hacer, en el amor, la verdad, la justicia y la paz. Por eso, en la medida que ejerzamos nuestro protagonismo como “pueblo”-sujeto social, y en la medida que lo hagamos unidos, seremos capaces de vencer ante los enemigos de la comunidad, que suelen siempre ocultarse en un aparente poder que les da el uso de la violencia, y que les hace creer que son los dueños de la sociedad.

Finalmente, dirijo mi llamado a quienes forman parte y colaboran con estos grupos irregulares: en el nombre de Dios, les pedimos que se conviertan y se unan a quienes buscamos de verdad la paz y la concordia. Dejen el uso de las armas y de las amenazas contra la gente, dejen de estar cobrando “vacunas” y de estar creando zozobra en medio de las comunidades. Están atentando contra el mismo Dios que nos ha hecho sus hijos. Ustedes también son hijos de Dios y no puede levantarse la mano de unos hermanos contra otros. Unanse a quienes de verdad quieren vivir en el amor fraterno. Pero de una vez por todas, dejen vivir en paz a todos los ciudadanos de esta región. Le pedimos a Dios que toque el corazón de cada uno de ustedes, quienes componen, dirigen y colaboran en estos grupos irregulares, que terminan por ser delincuenciales, para que dejen el camino extraviado y abran sus mentes y corazones a la reconciliación: “Déjense reconciliar por Dios” (2 Cor 5,20).

Imploramos del Dios de la vida y del amor su fuerza y la luz de su sabiduría para que podamos ir superando las dificultades y haciendo realidad su Reino de amor, paz y justicia. Para ello contamos con la intercesión de San José y San Juan Bautista y la maternal protección de María de la Esperanza.

Con mi cariñosa bendición de pastor,
+Mario Obispo de San Cristóbal
San Cristóbal, 02 de julio del año 2016.