Jesús Peñalver: Tres en uno

thumbnailJesusPeñalverSAN JACINTO. En el centro de la ciudad está la taguara donde suelo tomar café, y eventualmente almorzar desde el 88 del siglo pasado. En la reciente visita pude constatar, para desdicha de propios y extraños, cómo la peste roja también ha llegado al lugar. No hay atún al natural ni en latas para servir; no hay pan largo, las hamburguesas huérfanas de papas fritas por la carencia del aceite comestible, igual el Club House.

Otro tanto igual con “el picado”, que es un bistec cortado estilo parrilla, en otrora servido con el hoy ausente arroz y ensalada, y desde luego, las papas fritas. Viajó sin retorno la Kétchup, ya no recuerdan la mayonesa, la mostaza racionada. Y el café lo sirven porque Gómez y Carlos, los consabidos y amables dueños, hacen un grande esfuerzo. Me dicen que cuando no puedan servirlo, cerrarían el negocio. ¿Azúcar? Poquita y casi que a escondidas, como si de una sustancia prohibida se tratara.

¿Las Empanadas? Se fueron por la amargada ruta chavista que desde hace diecisiete años y medio, el pueblo decidió transitar ilusionado, y por desgracia, preso por el mensaje de un milico delirante, resentido y mediocre que en mala hora logró convencerlo de que cambiaría el estado de cosas que, según el infame modo del golpista de ver las cosas y su megalomanía, afectaba al país.





Tanto más que decir, pero no los comprometeré con la barbarie, esa peste que se ufana de un humanismo inexistente, reza a un muerto como si santo fuera, y corta tortas de más de 95 kilos con polvo de hornear que obsequian los sobrinos desde la gran fruta, donde están y no precisamente disfrutando de las bolsas GAP ni CLAP. Queda claro, el ch… abismo irrumpió contra el régimen democrático y aún persiste en su diabólico afán de sumirnos más en la miseria y en el más hondo de los abismos.

YO CELEBRO A CARACAS. Claro que sí, como lo harían William Niño Araque, Luis María Frómeta, Manuel Cabré y tantos otros venezolanos, caraqueños o no, como los asimilados venidos desde tierras lejanas que tanto la han adorado con sus cantos, poemas y composiciones de todo tipo.

Por qué detenerme en esas babosadas antiimperialistas, en esos enfermos arrebatos en contra de España o en el rosario de pendejadas que pretende argüir el babieca que ni siquiera ha podido demostrar, a plenitud e incontrovertiblemente, el origen de su nacimiento.

Ni héroe ni mártir, el aposentado en Miraflores es un títere dejado allí por el muerto golpista, con la anuencia de esa siniestra dupla cubana. Y no puede ser él ni nadie de índole parecida, aunque lo intenten, cambiar la historia y torcernos los sentimientos, la realidad de los hechos y nuestra firme voluntad de reformar el pésimo estado en que nos encontramos.

Hoy Caracas padece del mal del olvido y la desconsideración de funcionarios que no la celebran, esgrimiendo motivos fútiles e innobles, y de otros que ocupando cargos que los obligan a cuidarla y mantenerla, la tienen en la inmundicia y en el más desgarrador estado de abandono y de destrucción.

DEL HUMOR Y DEL AMOR. El pasado miércoles 27 acudimos a celebrar a Caracas, en la plaza Los Palos Grandes, donde se le rindió homenaje a la memoria de Aquiles Nazoa, como el verdadero amante que fue de la ciudad cumpleañera. Allí varios humoristas cumplieron su rutina, oímos la voz del poeta y aquí algunas opiniones de quien esto escribe.

Los intolerantes no saben ni entienden de arte ni de cultura. El humor es alimento para el alma e instrumento indiscutible para la reflexión.   Nuestros humoristas han padecido y padecen los embates de un mal gobierno, que no entiende que el hombre al defender la riqueza del pensamiento libre y plural, no hace otra cosa que actuar en defensa propia. Mientras otros humorista en el mundo actúan como espectadores risueños del drama social, los nuestros se han visto forzados a ser sus protagonistas y con frecuencia sus víctimas.   

El humor es cultura, y ésta y el arte alejan al hombre del delito y lo hacen menos proclive a ser víctima de injusticias. Los seguidores del cualquier gobierno, y éste mismo, no deben acosarlos por criticar la gestión pública, por alertar sobre el ejercicio desmedido del poder, su ineficiencia, incapacidad o corrupción. Tampoco cerrarle los teatros, usando la mano peluda y siniestra que cumple en mala hora el sucio trabajito.

Si la cultura es lo único capaz de salvarnos de la violencia, la corrupción y de casi todo los males de parecida naturaleza, pues carguémonos de risa.

 

Jesús Peñalver