Vladimiro Mujica: Los sepultureros de la izquierda

thumbnailvladimiromujicaLa historia está llena de paradojas sobre cómo quienes parecían ser los más ardientes defensores de una idea terminaron por transformarse en sus destructores. Probablemente el ejemplo más emblemático esté representado por el caso de la Unión Soviética y sus países satélites, que operaron como reducto del comunismo y que terminaron por exhibir ante el mundo como la versión “real” de esta doctrina, transformada en religión de Estado, se había convertido en uno de las farsas más monumentales de la historia. Una que trajo miseria, destrucción y sufrimiento a millones de personas y que terminó por colapsar en un alud de corrupción, armamentismo, ruina económica y moral, y descontento popular.

En el trópico, el así llamado Socialismo del Siglo XXI, conocido también como la revolución chavista y que usurpó el nombre de Simón Bolívar para autodenominarse revolución bolivariana, probablemente pasará a la historia como el instrumento más acabado de destrucción de la reputación de la izquierda.

Cabe decir que no es poco cosa el prodigio a la inversa logrado por el chavismo. La izquierda venezolana, sobre todo la encarnada en un sector de AD, el PCV el MIR y los diversos desprendimientos que se produjeron de estas organizaciones, que participaron en la lucha guerrillera contra los gobiernos de Betancourt y Leoni, perdió la batalla militar contra las fuerzas gubernamentales y el ejército pero uno podría afirmar que ganó la batalla cultural por imponer referentes populistas y de avanzada social en el discurso de prácticamente todos los partidos, incluyendo a AD y COPEI. El asunto es complejo y exigiría un análisis más exhaustivo, pero el hecho de que los partidos políticos modernos en la Venezuela del siglo XX surgieran al amparo de una dura lucha, primero contra la dictadura de Juan Vicente Gómez y luego de la Marcos Pérez Jiménez, condicionó profundamente su discurso y narrativa. En los programas y acciones políticas de prácticamente todos los partidos se incorporaban elementos de progreso social y económico, una clara posición de separación de los militares del poder y un lenguaje a favor de la libertad y la democracia. Esta convergencia se expresó en una Constitución Nacional de consenso que sirvió por más de tres décadas de referencia para el país. De hecho, y puede quizás considerarse una declaración atrevida, podría afirmarse que ninguno de los partidos importantes de Venezuela, incluyendo a AD, COPEI, URD y el movimiento que fundó Arturo Uslar Pietri, eran de derecha en el sentido convencional, aceptado internacionalmente, de la palabra.





Por supuesto que una declaración como la del último párrafo es anatema para el chavismo irredento, que pretende construir divisiones y diferencias entre los venezolanos distorsionando la historia a capricho. Pero la verdad del asunto es que tanto Pompeyo Márquez como Teodoro Petkoff , por mencionar a dirigentes tradicionalmente asociados a un lado del espectro político, y Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera y Rómulo Betancourt vinculados en el imaginario popular con el otro extremo, terminaron por estar unidos en una doctrina común de defensa de los valores democráticos y la libertad. En este contexto, no es casualidad, por supuesto, que tanto el MAS como AD estén vinculados a la Internacional Socialista.

Cómo ocurrió que en país sin corrientes importantes de derecha y con una robusta izquierda democrática, se coló entre los palos un movimiento autoritario y resentido como el chavismo hasta llegar a Miraflores es un penoso capítulo de la historia venezolana que ya ha sido analizado exhaustivamente. Para los efectos de esta columna, baste con observar que, ¡ Oh paradojas de la historia!, la pretendida revolución chavista se ha convertido en la amenaza más importante de nuestra historia moderna a la democracia y la libertad de la nación. Mas allá de eso, independientemente de su pretendido origen, o quizás precisamente por su origen militarista y nacionalista, el chavismo se ha transformado en un movimiento abiertamente fascistoide y represivo, dispuesto a librar una guerra contra su propio pueblo para mantenerse en el poder.

Para muchos de nosotros, ligados a la izquierda democrática y defensora de la libertad, la acción de los sepultureros de la izquierda es especialmente repulsiva porque arrastran con su conducta palabras y motivaciones, como la idea de combatir la pobreza, que, en otro contexto, serían nobles utopías éticas por las que valdría la pena luchar. Producto de la acción de la oligarquía chavista, Venezuela es hoy un país en caída libre, con un Estado fracasado y represivo que se ha convertido en el paradigma de lo que no hay que hacer en el mundo entero. No por obra de ninguna derecha, ni de ningún imperio, sino resultado de un proceso labrado paso a paso por un desgobierno enemigo de su propio pueblo y que con razones muy bien fundadas mucha gente, incluyéndome, considera que sigue más bien el pensamiento y la acción no de Bolívar sino de José Tomás Boves.

Vladimiro Mujica