“Mi niño no tenía que morir”

(foto José Nava)
(foto José Nava)

 

Una urna blanca ocupaba la sala. El mismo lugar donde agonizó Ismael Alejandro Aguirre Gómez, de nueve años, cuando un proyectil lo hirió. La rosa blanca sobre el vidrio de su féretro empezaba a marchitarse. Globos blancos firmados por sus amigos adornaban el sitio. No había lágrimas en los presentes, solo semblantes de tristeza y rencor en las palabras de quienes recordaban su asesinato. Así lo reseña laverdad.com / Paola Hernández

Cinco parientes conversaban a un lado del ataúd, Rosario Brisuela, abuela del niño era una de ellas. En una esquina de la habitación calurosa, la anciana le repetía a un vecino: “Si enciendes el ventilador que no le de a él, porque no se puede”.





Los vecinos llegaban, abrazaban a la anciana y le decían palabras de aliento. En el callejón, donde los delincuentes iniciaron la balacera, los familiares tomaban café mientras recordaban lo sucedido. “Parece mentira, ayer jugaba tranquilo con los demás”.

Los amigos de Ismael se vistieron con sus mejores trajes, los más elegantes que tienen. Entendían que estaba muerto, pero en una hoja escribieron con lápices sus mensajes hacia él. “Te quiero, te extrañaremos demasiado”, redactó una de las niñas luego dibujar corazones rotos.

La familia de Aguirre recordó que un grupo de la iglesia, donde él asistía todos los domingos, llegó el jueves en la noche, a cantarle el cumpleaños. “Colocaron la torta en la urna, le cantaron alabanzas y su cumpleaños”, recordó la abuela con nostalgia.

Al pequeño lo enterrarán hoy al mediodía en el Cementerio Corazón de Jesús. La familia Gómez solo exige justicia. “No se me acabará la vida antes de que los busque y los metan presos”, decía la abuela. Unos allegados le informaron de la captura de Rocelín Carreño, apodada la “Gata”, la Policía científica la detuvo cuando intentaba escapar. “Que los atrapen a todos, mi niño estaba aquí en su casa, en la sala, tranquilo, no tenía que morir”.

Un testigo inocente

La hermana de Ismael, de solo cinco años, presenció el crimen. Su madre, Rosario Gómez, le preguntó: “¿Qué le pasó a tu hermanito?” y ella respondió: “Le dieron aquí”, mientras tocaba su corazón, luego vio cómo caía de espaldas y la miraba.

“Yo no vi nada, solo escuchaba a la ‘Gata’ cuando decía que disparara a todo el que se atravesara”, detalló Rosario, quien recuerda con rencor ese día. Todos estaban en el cuarto y de repente las detonaciones la asustaron, salió a ver dónde estaban sus familiares. Su hijo mayor estaba afuera con la esposa “ellos acostumbran a meterse tarde, pensé que era con ellos”. Vio a los dos pequeños en la sala junto a su padre, nadie corría peligro. En un descuido, Ismael abrió la ventana y recibió el balazo.

Édgar Gómez corrió con él en brazos mientras pedía ayuda. “Yo no sabía que era mi muchacho hasta que salí al escuchar a mi esposo gritar”. Cuando entendió que era su hijo, se quebró y se desesperó. Fue detrás de su marido y llegó al hospital, allí le informaron del deceso.

Los vecinos le contaron que luego los delincuentes huyeron del barrio, algunos le dicen que motos escoltaban el vehículo donde Juan Carreño, uno de los gatilleros, ayudó a llevar al niño. Pero ella no recuerda nada. “En ese momento solo me importaba Ismael”.