Adiós… mi general, por José Machillanda

Adiós… mi general, por José Machillanda

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Giselo Payares, Jefe Militar General de División, Padre ejemplar con una hermosa familia venezolanista, ciudadano insigne, se despidió de este espacio el sábado 27 de Agosto de 2016. Hombre admirable y ejemplar hizo que nos agrupáramos sus amigos para expresarle nuestro último saludo y asegurarle que seguiremos su ejemplo y exigiremos como ciudadanos-soldados, que se cumpla con la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional, con los reglamentos, pero sobre todo, con la mística militar.

La mística militar es ese magma que nos convoca a los hombres que aprendimos sobre la guerra y las armas del Estado hechas para la defensa de la nación que debemos dignificar a la sociedad venezolana y defender el territorio de los asaltos imprevistos propios de la globalización y de la incertidumbre estructural que viven las sociedades en el siglo XXI. Fue eso lo que durante su vida irradió ese Jefe Militar excelso, con lo cual ganó los derechos atinentes al momento sagrado de su despedida para que se cumplieran con el Reglamento de Servicio en Guarnición. Pero eso no ocurrió. Fue ruin e inmoral la conducta de quienes hoy, como Cúpula Militar, tienen que cumplir con sus responsabilidades reglamentarias y no lo hacen.





El militar y lo militar, como institución, tiene previsto hasta ese momento crucial en el cual los hombres de armas se transforman en recuerdo y obligan a quienes tienen responsabilidades en la estructura militar a que estén presentes para su despedida. No ha venido ocurriendo, ni ocurrió, por cuanto no existe Ministro de la Defensa, no existe Comandante General del Ejército, no existen Reglamentos, Leyes u Órdenes para quienes ostentan esas funciones en este régimen; pero si las hubiera, no hay quien las hiciera cumplir. Esto habla de la desgraciada situación de desprofesionalización militar y de la regresión político militar que sacude a Venezuela como consecuencia de una Cúpula Militar Claudicante, Entreguista y Politiquera.

El Ministro de la Defensa y el Comandante General del Ejército, además de los Generales, están pendiente de lo que ordene el gobierno y sobran hasta para que haya Generales responsables por la yuca, por el pescado, por el arroz, por el queso, pero no hay Jefes Militares que cumplan con lo establecido en los reglamentos y con lo que le enseñaron en las Academias, para que respondan con ética hacia lo que está establecido en las órdenes y reglamentos militares. Y sobre todo para que comprendan la proyección de la institución armada como una organización fundamental del Estado-nación y de la sociedad. Por eso fue total la ausencia de las autoridades militares que debieron cumplir con la mística y respeto militar, y no lo hicieron.

Esa irresponsabilidad del cuadro de Generales muestra como la República perdió el esfuerzo que desde 1908 hasta 1999 hizo el Estado para lograr la profesionalización de una institución costosa, peligrosa y delicada que tiene que responder ante la sociedad, por las funciones que impone la Constitución, en la cual los Jefes Militares tienen una responsabilidad plena. No hacerlo, como ocurrió, es colocarse al margen de la Ley escrita, pero más grave es contrariar las normas y valores olvidados desde el año 2000 cuando se le rinde culto a entelequias políticas que prendieron la pradera con la locura marxista de la revolución que ha generado muerte, dolor y tristeza.

Esos militares que tienen grados, pero no tienen moral, ni coraje, ni vergüenza, serán enjuiciados tarde o temprano, constituyendo la más vergonzosa huella de un proceso de desviación perverso que registrará la Historia como una regresión militar con consecuencias impredecibles para el devenir del país. País que tiene amenazas, que todavía no ha resuelto los problemas carolingios y se ha desmoronado la estructura militar hasta el extremo de desconocer los valores y virtudes de hombres que en vida dedicaron su esfuerzo e inteligencia a la consagración del profesionalismo militar y la solidez de la institución armada del país.

Esos hombres armados -no militares-, de espalda a las Leyes y virtudes militares, no hacen falta. No hacen falta porque otros venezolanos que seguimos fieles a la mística, respeto y amor por las costumbres del profesionalismo militar, hemos aprendido sabiamente a enterrar a nuestros Jefes Militares de una forma cívica y civilista con preeminencia de la religiosidad cristiana y del respeto y reconocimiento de las virtudes de quienes como Giselo Payares, constituyen el molde del Maestro y Jefe Militar de una Venezuela que espera un renacer democrático y un ejército profesionalizado.

Es auténtico,

Dr. José Machillanda
Director de CEPPRO
Caracas, 30/08/2016