Las fatídicas locuras de Kim Jong-un y de su difunto padre

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Este martes saltaba la noticia: Kim Jong-un había mandado a ejecutar a un viceprimer ministro, Kim Jong-jin. El político había mostrado una actitud negativa durante una reunión parlamentaria el pasado mes de junio. Suficiente para situarse en el punto de mira del líder norcoreano, reseñó ABC

Por María Jesús Guzmán

Conocido por sus baños de masas y sus continuas amenazas nucleares, su tendencia a castigar a quienes lo defraudan es de sobra conocida. Más de 70 personas -oficiales, funcionarios y artistas- han sido ejecutados desde que Kim llegó al poder tras la muerte de su padre, en 2011. Todos ellos fueron acusados de traición, espionaje o, simplemente, de tener una opinión diferente a la suya. Una de sus víctimas fue su tío y mentor, Jang Song Thaek, culpable para el régimen de corrupción y de malversación de fondos. Algunas publicaciones aseguraban que fue fusilado; otras que fue lanzado a una jauría de perros hambrientos.





El padre de Kim Jong-un, Kim Jong-il, no se quedaba atrás. Su extravagancia incluso superaba a la de su hijo. El dictador vivía rodeado de mitos y leyendas que estaban a medio camino entre la realidad y la ficción y de las que nada se podía saber a ciencia cierta hasta que su cocinero personal, Kenji Fujimoto, se decidió a hablar. El japonés concedió una entrevista al premio Pulitzer Adam Johnson que se publicó en la revista GQ. En ella relataba las locuras y los caprichos del antiguo líder norcoreano. El cocinero viajaba por todo el mundo en busca de los productos que le exigía su poderoso jefe: salmón noruego; cerveza danesa; pescado japonés y, su favorito, coñac francés, del que tenía una bodega equipada con más de 100.000 botellas y valorada en 700.000 dólares. Incluso, en una ocasión se trasladó a Tokio en su avión privado para poder disfrutar de una hamburguesa en McDonald’s, una cadena de comida rápida que no se había podido establecer en Corea del Norte debido a la autarquía imperante en el país.

Su obsesión por la comida llegaba hasta tal punto que contrató a 200 personas para que inspeccionasen, grano por grano, el arroz que se iba a comer. Tenía miedo a morir envenenado o a que algún grano fuera defectuoso. Además, su plato debía ser cocinado en el Monte Paektu, una montaña volcánica sagrada ubicada en la frontera entre China y Corea del Norte.

Además, sus bacanales eran de sobra conocidas. Las mujeres no faltaban en ellas, ya que disponía de sus propias esclavas sexuales. Tampoco el alcohol, que causaba estragos en un líder que gustaba de jugar con armas de fuego, así como de afeitar la cabeza y los testículos a sus invitados.

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