Juan José Moreno: El mundo que nos toca vivir

thumbnailjuanjosemorenoLa desesperanza es general, la crisis se nos muestra como indetenible. Y mientras las señales externas e internas nos auguran un empeoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos en el planeta de manera que parecieran conducirnos a un inevitable caos; tal como lo expresa su significado etimológico: nos encontramos en un “estado de desorden y confusión que se supone anterior a la ordenación del mundo”

Nos preocupa, lo que está ocurriendo en países que, como Estados Unidos sufren el auge de la violencia interna y sus dudosos vaticinios sobre sus perspectivas electorales, al igual de lo que ocurre con el incremento del terrorismo impulsado por el fundamentalismo islámico en Asia, África y Europa, son parte de la expresión de una situación inquietante que, globalmente, afectan anímica y materialmente a todos los habitantes del mundo, por las consecuencias que se derivan de la ruptura del delicado equilibrio en el orden internacional.

Venezuela, en lo que corresponde al continente americano, entra formalmente al padecimiento a una situación de la que precisamente en estos tiempos están saliendo países de la región que avanzan hacia la paz y el progreso social, político y económico. Quizás la mayoría de los pobladores actuales de nuestro querido país, no vivió los rigores en el orden político de la dictadura perezjimenista y, mucho menos, la gomecista. Fueron tiempos duros: de la más antigua salimos por la muerte del tirano y de la más reciente por la conjugación de diversos factores, entre los que fue determinante el poder de una población enardecida y el parcial apoyo de las fuerzas armadas de la nación.





Hoy las condiciones están a la vista de todos: un pueblo que reclama su derecho constitucional de elegir su destino legalmente y, por la otra parte, un gobierno que en franca decisión de impedirlo, se sale del marco constitucional de la república y prácticamente obliga a la mayoría de los venezolanos a caer en su terreno de la ilegalidad. La mesa, diríamos, está servida en esos términos: ¿seguimos el juego del tramposo, o apelamos a la violencia?

Pero somos un pueblo esencialmente pacifista; nos duele nuestra gente y, contrariamente a los actuales usufructuarios del poder, que insurgieron en la política del país con la cruel violencia de un golpe de Estado, el engaño y progresivo avasallamiento de la población con el descarado uso de las armas, nos negamos a aceptar la posibilidad de caer en el fratricida terreno donde ellos llevan ventaja por su propia naturaleza y disposición de recursos bélicos.

Es por ello, que en la actual coyuntura, estimamos que muy conscientes de la potencialidad como pueblo equipado con las armas del raciocinio, debemos evitar que nuestra indignación contra las descaradas actuaciones de un poder electoral vendido al régimen, nos lleve a adoptar alguna de esas dos posiciones extremas que algunos alientan como son, por una parte, la violencia, y la pasividad, por la otra. De ninguna manera.

Contra la ilegalidad hemos venido luchando desde que se inició ese despertar del pueblo que hoy se expresa cada vez con mayor énfasis, conscientes de que aceptarlas nos hace entrar también en el juego, pero del cual hemos obtenido algunas ventajas, entre ellas arrebatarles el Poder Legislativo, y por otra, electoralmente, demostrarle al país y al mundo entero que constituimos una inmensa mayoría dispuesta al cambio.

En este sentido, abandonar a estas alturas el camino del referendo emprendido, equivaldría a desperdiciar los esfuerzos que se han venido haciendo, y ceder a la presión de los expertos del régimen en guerra sucia, que desean vernos divididos.

El mundo en el que hoy vivimos nos observa, distinguiendo entre gobierno y pueblo; y de allí que exija la feliz culminación de un proceso por la vía electoral, que se permita el cambio reclamado por la mayoría; que reclama un trato humanitario para una población que muere de mengua, y que trata de aislar a los responsables de esta crisis general que padece el país, con actuaciones como la aplicada por el grupo de países de Mercosur, y la que está en marcha en el mecanismo interamericano de la OEA.

Por eso nuestro llamado a entender que no estamos solos en el mundo y que finalmente se impondrá la opción del revocatorio, con la fuerza de ese 90 por ciento del pueblo que, por encima de la ilegalidad y las dificultades, está dispuesto a hacer respetar su voluntad del cambio, recordemos que Venezuela no se acaba en el 2016.
@JJMorenoA