Entre abril y septiembre se han registrado 61 casos de microcefalia por zika

Entre abril y septiembre se han registrado 61 casos de microcefalia por zika

  Daniele Ferreira dos Santos sostiene a su hijo Juan Pedro durante una revisión visual en la fundación Altino Ventura en Recife, en el estado de Pernambuco, Brasil. A Santos nunca se le diagnosticó zika, pero ella atribuye a ese virus el defecto que sufre su hijo y el terrible precio que se ha cobrado en su vida. (AP Foto/Felipe Dana)
Daniele Ferreira dos Santos sostiene a su hijo Juan Pedro durante una revisión visual en la fundación Altino Ventura en Recife, en el estado de Pernambuco, Brasil. (AP Foto/Felipe Dana)

La incertidumbre acampó en su casa. En diciembre de 2015, cuando el Ministerio de Salud aseguró que apenas había 4 casos de zika en el país, Noraima Carreño, de 28 años de edad, tuvo todos los síntomas del virus: fiebre, dolor en las articulaciones de manos y pies, erupción y conjuntivitis. La enfermedad se transmite por la picada de un mosquito infectado, y el malestar apenas se manifiesta durante cinco días a una semana en uno de cada cuatro pacientes. El agravante para Carreño: tenía dos meses de embarazo cuando enfermó, publica El Nacional.

MARÍA EMILIA JORGE M
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@EmiliaJM





Al principio, su médico en el estado Sucre le diagnóstico chikungunya, virus con signos similares también transmitido por vectores. Las semanas siguientes modificarían el veredicto. Las complicaciones que descubrieron mientras evolucionaba el embarazo asociaron inequívocamente esas primeras señales con el padecimiento que azota a América Latina desde 2015.

A los cinco meses de gestación el bebé tenía los ventrículos cerebrales dilatados (también conocido como ventriculomegalia). Dos meses después, el médico detectó que tenía microcefalia, la cabeza más pequeña de lo habitual para la edad, y pie talipes, torcido como un palo de golf. En mayo de 2016, a los ocho meses de gestación, el bebé falleció en el vientre de su madre porque estaba deglutiendo demasiado líquido.

Aún hoy no tiene confirmación por laboratorio de que lo que originó la malformación congénita de su hijo fue el zika. Sin embargo, los médicos están seguros.

Al caso de Carreño se suman otros 14 solo en el estado Sucre, de acuerdo con un registro que realiza Elia Sánchez, presidente de la Sociedad Venezolana de Infectología, todos tratados en el Hospital Materno Infantil Candelaria García de Carúpano. Pero hay más. Una investigación de El Nacional encontró 61 casos, incluidos los de Sucre, de nacimientos con microcefalia vinculados a zika entre abril y septiembre de este año; hay 26 pacientes en Distrito Capital y Miranda; de esos, 3 atendidos en el Instituto Clínico de La Florida, 8 en la Maternidad Concepción Palacios –confirmados por el portal web Efecto Cocuyo– y 15 en el Hospital Clínico Universitario; 13 en el estado Bolívar, repartidos 4 en una clínica privada y el resto en el Hospital del Seguro Social Raúl Leoni; 6 en Zulia, remitidos al Laboratorio de Neurociencias de la Universidad del Zulia; y 1 en Aragua, en el Hospital Central de Maracay.

El diagnóstico del zika se hace únicamente en el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel por medio de la prueba de reacción de polimerasa en cadena en tiempo real (PCR) que detecta el virus en la sangre en los primeros días de la infección. Las pruebas serológicas que miden los anticuerpos del virus y son la otra forma de confirmación no están disponibles en el país hasta el momento. “No sé cuándo puedo abordar un nuevo embarazo, qué medidas debo tomar. A mí me da terror volver a pasar por esto. Sigo con ansias de tener un hijo, pero el miedo a que otro embarazo pueda afectarse es muy grande”, vacila Carreño.

La Sociedad Venezolana de Salud Pública calcula que el zika entró al país en junio de 2015, mucho antes de lo que reconoce el Ministerio de Salud, y que ha afectado al menos a 725.728 personas.

El virus que se esparció por toda la región pudiera dar paso a una “epidemia global de microcefalia”, advirtieron científicos de Brasil (donde ya cuentan 1.845 casos de malformación congénita por zika) y Gran Bretaña en una publicación de la revista científica, The Lancet. Esa epidemia ya llegó a Venezuela.

La incidencia de esta malformación en el país se desconoce. No obstante, el infectólogo del Instituto de Medicina Tropical, Julio Castro, calcula de 32 a 40 casos anuales, con base en la prevalencia histórica de América Latina. Los 61 niños con microcefalia que ya han sido detectados casi duplican esa cifra.

El Ministerio de Salud no ha informado a la población ni a la Organización Panamericana de la Salud sobre ningún registro de microcefalia en Venezuela, aunque sí reportó al organismo internacional 3.326 embarazadas con sospecha de zika entre febrero y mediados de agosto. Se intentó contactar a la ministra Luisana Melo a través de llamadas telefónicas, correo electrónico, y mensajes de texto, pero no contestó.

Marco Gudiño, director de Neuropediatría de la Sociedad Venezolana de Neurología, vio los 12 casos de malformación congénita por zika en el estado Bolívar. El diagnóstico en la mayoría de los pacientes, dice, se hace de acuerdo con los síntomas de la madre. “Algunas muestras de sangre se envían al Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel, pero eso es como una caja negra”, afirma.

El zika afecta los procesos normales de crecimiento del cerebro y los interrumpe, lo que genera una cabeza pequeña y, por ende, un cerebro más pequeño que puede no haberse formado de forma adecuada. “La afectación del tejido produce alteraciones en la arquitectura cerebral, malformación y calcificaciones (especie de cicatrices)”, explica.

Hay casos en los que el cerebro, aunque más pequeño, se desarrolla de forma normal, “pero en la gran mayoría de los casos van a existir dificultades como retardo global del desarrollo o eventualmente discapacidades cognitivas, dificultades de aprendizaje o motoras”, completa la neuróloga infantil Eva María Pérez.

Contra la crisis. Cuando vio por primera vez la cara de su bebé, el 11 de junio de 2016, Jenni Barreto, de 29 años de edad, se dio cuenta de inmediato de que había algo diferente en él. La cabeza de su hijo era visiblemente pequeña para su cuerpo, la frente era más plana de lo normal y su nariz, achatada. “Yo estaba traumada y muy preocupada”.

Barreto sufrió una erupción en todo el cuerpo en enero. Al principio pensó que era una intoxicación, mas luego fue diagnosticada de forma clínica con el virus del Zika. La mujer tenía dos meses y medio de embarazo.

Su hijo es el único caso de microcefalia que se ha registrado hasta ahora en el estado Miranda. La muchacha debió recorrer clínicas en busca de una que se ajustara más a su presupuesto y que contara con terapia intensiva en caso de que el bebé la requiriera. La cesárea en el Centro Médico de Caracas le costaba 800.000 bolívares, por lo que optó por la Clínica ABG de Guarenas, donde el precio era de 250.000 bolívares y tenían disponibles cupos en terapia intensiva.

Los niños con complicaciones por zika no tienen muchas opciones para un nacimiento seguro. Más de 60% de los servicios públicos de terapia intensiva pediátrica de urgencias tienen funcionamiento intermitente, y más de 15% están inoperativos, reflejó la última Encuesta Nacional de Hospitales llevada a cabo por el Observatorio Venezolano de Salud.

Barreto aún no tiene la seguridad de que haya sido el zika el causante de la malformación congénita de su hijo. El examen serológico de dengue dio negativo. No obstante, por falta de reactivos aún no ha podido hacerse el descarte de otros virus que también se relacionan con este mal como toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus, herpes simples, VIH y sífilis (TORCHS). El caso fue referido a una neuróloga y a una neurofisiatra con quienes comenzó los exámenes para determinar otros posibles daños cerebrales y las terapias neuropsicomotoras que podrán contribuir a estimular el desarrollo del bebé.

Barreto trata de alejar los fantasmas, pero vuelven cada tanto y avivan las dudas: ¿Fabián podrá crecer bien, tendrá algún problema de aprendizaje, podrá caminar y utilizar todos sus sentidos? Como en el país “no se le dio importancia” al zika, Barreto tampoco se la dio demasiado. “Me pregunto si el gobierno está haciendo algo, porque ahora es que van a empezar a nacer los niños con complicaciones por zika y en los hospitales todas las máquinas para hacer los exámenes están dañadas”. La tomografía 3D que le pide la neuróloga cuesta 23.000 bolívares y cada terapia, que recibe dos veces a la semana, cuesta 1.200 bolívares.

La consulta del OVS también arrojó que 29,3% de los servicios de ecografía, 80% de los de tomografía computarizada y 95% de los de laboratorio están fuera de servicio en los hospitales públicos de Venezuela.

En el Instituto Clínico La Florida, donde el ginecobstetra Ernesto Hurtado ha visto tres casos de malformaciones congénitas por zika, hacen ecografías 3D y 4D de forma trimestral. “La expresión de la cara fetal nos dice mucho de la situación neurológica. Cuando están restringidos neurológicamente tiene una expresión extraña que no es la acostumbrada”, cuenta el médico. Además, miden el patrón de crecimiento de la cabeza y el patrón de comportamiento del bebé en el vientre.

Con cada caso único, lo que se repite es la angustia de las madres, asegura Hurtado. “Incluso hasta después de que nace el niño. Me dicen: ‘No me voy a quedar tranquila hasta ver que mi hijo habla y lee de forma correcta’. La magnitud de esta epidemia genera angustia y gastos que no son reparables”.

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