María Corina Machado: La Unidad ha adoptado la ruta de la desobediencia cívica frente al CNE

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María Corina Machado, coordinadora nacional de Vente Venezuela, no ha dejado de insistir, alegando razones políticas, humanas, sociales y existenciales, en el cambio político urgente. Eso ha hecho que constantemente algunos la hayan calificado como impaciente, exagerada y radical. Hoy en día muchos, tanto dentro como fuera del país, reconocen, movidos por la fuerza de los hechos, que los llamados “radicales” en realidad fueron visionarios de una crisis sin precedentes en la historia del país, que exigía respuestas contundentes.





Esta semana, Machado realizó una actividad junto a Lilian Tintori y Patricia de Ceballos, entre otras muchas mujeres,  para acompañar a los estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) hasta la sede de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) a entregar un documento en donde solicitan a la Iglesia Católica que se una al llamado a la desobediencia cívica nacional. Conversamos con María Corina, poco después de ese encuentro, al que también asistieron familiares de los presos políticos como Rosa Orozco, madre de Geraldine Moreno; Rosaura Valentini, esposa de Yon Goicoechea; Helen Fernández, encargada de la Alcaldía Metropolitana de Caracas; las diputadas Gaby Arellano, Manuela Bolívar, María Gabriela Hernández, Milagros Valero, Ligia Delfín y Dinorah Figuera, así como Lumay Barreto, alcaldesa de Guasdualito, recientemente separada del cargo; y dirigentes como Rosaura Sanz, Sairam Rivas y Ana Karina García.

LP: Algunas personas se sorprendieron al verla junto a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, familiares de Antonio Ledezma y los estudiantes, en una imagen que recordaba las protestas de 2014, ¿se están reagrupando y preparando para una nueva jornada de protestas para presionar la salida del régimen?

MCM: Nunca hemos dejado de estar juntas. Todos aquellos que estamos luchando por la libertad de los presos políticos, seguimos juntos, incluyendo estudiantes, periodistas, comerciantes, empleados públicos y hasta ciudadanos militares, que hoy son todos presos de un régimen que ha decidido arreciar frente a la evidencia de que el país se decidió a producir el cambio sin demora. Hoy más que nunca hemos entendido que sin la presión ciudadana firme y decidida en la calle, la dictadura no va a retroceder. Las protestas de 2014 fueron un paso importantísimo, un escalón para llegar a ese límites de presiones sobre la tiranía que lograrán un quiebre para la transición a la democracia. Y ahora estamos más cerca de ese punto y debemos, sin descanso, aprovechar una ventana de oportunidad que podría cerrarse en cualquier momento y que por eso mismo no podemos dejar pasar.

Por eso fuimos, mujeres y estudiantes, que somos una fuerza muy poderosa en Venezuela y en cualquier país que lucha por su libertad, a dirigirnos a una institución que es un referente ético en Venezuela, como es la Iglesia Católica, pero que además ha obrado con una gran lucidez, coraje y coherencia, llamando al totalitarismo por su nombre durante todos estos años de lucha. Hemos acudido a afirmar nuestra decisión de hacer valer el mandato que el pueblo de Venezuela nos dio el 6 de diciembre, para lograr el cambio a la democracia este mismo año 2016. Y a pedir a la Iglesia Católica que con sus oraciones y posiciones, nos acompañe en esta lucha, que es existencial y también espiritual.

 

LP: ¿Es esto entonces un primer evento de muchos otros que vamos a ver a futuro en el que coincidan mujeres y jóvenes en la calle de cara a la exigencia del revocatorio este año?

MCM: Sí, estamos convocando a todos los venezolanos, las mujeres y los jóvenes al frente, porque tenemos mucha conciencia en torno a la naturaleza de la lucha. Así como hablamos a la iglesia, lo haremos a todas las instituciones relevantes del país. Convocamos a todos los venezolanos a asumir la desobediencia cívica, ya no solo como un derecho sino como un deber moral, frente a un régimen que claramente pretende cerrar la vía institucional para lograr la transición a la democracia pacíficamente. Eso quiere decir que reivindicamos y convocamos a la rebeldía ciudadana, es decir: a desconocer cualquier norma u orden que dañe la integridad, la dignidad y la libertad de un ser humano.

Y este es un acto que parte de una decisión consciente, que entiende que las dictaduras se sostienen sobre la obediencia del pueblo; cuando el pueblo deja de obedecer, las tiranías caen. Y esto se materializa en primera instancia en acciones individuales: la maestra que no permite que la ideologización del régimen penetre su aula, o que les arrebaten a sus alumnos firmas para algún fulano decreto del régimen; el médico y la enfermera que a pesar de las amenazas denuncin las muertes que tienen lugar en todos los hospitales y centros asistenciales del país; el periodista que a pesar de la censura o de la autocensura insiste en publicar la verdad; el ciudadano militar que se niega a acatar una orden de represión contra una madre que clama por comida en las calles; el estudiante que alza su voz en la calle, exigiendo su derecho a vivir en una Venezuela libre; los empleados públicos a los que les prohíben salir a marchar o protestar contra el régimen, y aun así nos acompañan en todos los pueblos de Venezuela, con sus uniformes y sus carnets colgando del cuello, conscientes de que los pueden identificar.

Esos son actos de desobediencia cívica, así comienza la rebeldía y ahí se inicia la caída de la tiranía, cuando estos ciudadanos coinciden en eventos sublimes como los hemos vivido en estos días: el 5 de julio en Ureña, cuando las mujeres abrieron la frontera con Colombia; o unos días después en Santa Elena de Uairén, cuando la comunidad indignada hizo correr a la Policía de Bolívar que había disparado contra inocentes; y desde luego en Villa Rosa, cuando esa comunidad hizo correr al tirano. Así se ejerce la desobediencia cívica, y es esa la fuerza que ahora se requiere para hacerle entender a Maduro que este año 2016, con o sin revocatorio, tendrán que salir del poder.

 

LP: Hay algunas voces dentro de las fuerzas opositoras que han preguntado insistentemente “como se come” eso de la desobediencia cívica, intentando descalificar la propuesta. ¿Es porque no están de acuerdo con este tipo de prácticas o porque las consideran violentas?  

MCM: La desobediencia cívica es un acto de conciencia, jamás de violencia. Pero parte de la firme disposición de no aceptar el chantaje del régimen según el cual o somos violentos o somos inofensivos: debemos ser eficaces. Por lo tanto, la posición que adoptó la Unidad el pasado lunes 26 de septiembre en respuesta a las condiciones que estableció el Consejo Nacional Electoral para la recolección del 20 % de las firmas, es un llamado a la desobediencia cívica, y es un compromiso que asumen con toda Venezuela, al desconocer los términos que estableció el Consejo Nacional Electoral, desconoce al CNE y solo reconoce lo que está en la Constitución. De modo que es un compromiso y es una ruta firme y clara, en torno a hacer valer la Constitución respecto a cuáles son los requisitos para el revocatorio y en hacer respetar el mandato del 6 de diciembre, en cuanto a que es este año el cambio político, con lo cual, además, esta Asamblea Nacional se comprometió el 5 de enero con los ciudadanos.

 

LP: Esta semana algunos comentaristas políticos han asomado la posibilidad de aceptar el referendo después de 2016, unos alegan que en 2017 y otros incluso hablan de ir a las urnas en 2018, como la salida más “segura y estable”. Ante esto, usted ha sido la voz más firme contra esta posibilidad. ¿Qué piensa que está detrás de estas declaraciones?

MCM: Acabo de llegar del estado Bolívar, hasta ahora han muerto 22 niños por difteria. Muertes que con una sola vacuna, que existe desde la 2da. Guerra Mundial, se habrían podido prevenir. ¿Quién puede mirar la cara de una madre en el estado Bolívar hoy, sabiendo que sus hijos corren peligro porque no hay vacunas, y decirles que esperen a 2017 que es igual a esperar a 2019? Hay que tener el estómago lleno, pero además el corazón vacío, para no entender la urgencia de una Venezuela que literalmente muere de hambre y de mengua.

Hay que ser inmune a la angustia de una sociedad que cada día que pasa, además de la muerte, ve partir y dividirse a las familias. ¿Cómo le puedes decir a un abuelo que ve irse a su último nieto que espere? ¿O al comerciante que le bajan las santamarías?, ¿o al que le roban sus productos en un saqueo?, ¿o al maestro que se queda sin alumnos porque migran del país? Esta es la ética de la urgencia.

Pero además de las consideraciones humanas y éticas, hay un elemento pragmático, frío, crudo: y es que el tiempo favorece a estos regímenes. Utilizan el tiempo para avanzar en su asfixia. ¿Cuántos medios de comunicación han cerrado en lo que va de año, o en los últimos seis meses, o en el último mes? ¿Cuántos nuevos presos políticos hay? ¿Cuántas empresas más cerraron? ¿Cuánto más se puede pisotear y desconocer a la Asamblea Nacional? Esto debemos tenerlo muy claro: tenemos una ventana de oportunidad que se puede cerrar en cualquier momento.

Porque nunca como hoy está la sociedad venezolana dispuesta a actuar y movilizarse para enfrentar y derrotar esta tiranía, y nunca como hoy la comunidad internacional, prácticamente en su totalidad, acompañan y avalan la legitimidad de esta demanda. El referendo revocatorio en 2016 se convirtió en una raya roja para los demócratas del mundo, y en particular los de nuestro hemisferio. Por eso, en este momento, es la hora del gran movimiento nacional en la calle, haciéndole entender a Maduro que no aceptaremos el fraude que representa desconocer el referendo o llevarlo a 2017, que a efectos prácticos es lo mismo.

 

LP: ¿Este movimiento de desobediencia cívica lo plantean antes, durante o después de la jornada de tres días de recolección de las firmas para el revocatorio (26, 27 y 28 de octubre)?

MCM: Este movimiento de desobediencia cívica ya comenzó y va a ir creciendo. Se va a manifestar el 26, 27 y 28 de octubre con la voluntad de millones de venezolanos, que a partir de ese mismo instante, haremos respetar nuestra voluntad y nuestro mandato.