Jesús Peñalver: Hilo sangrante

Jesús Peñalver: Hilo sangrante

thumbnailJesusPeñalverUn hilo sangrante sigue corriendo por las calles de Venezuela. Salió de Dos Pilitas, dizque de un tribunal que se dice supremo y de justicia, pasó por El Guanábano, el puente donde otrora la gente se suicidaba por razones de des-amor. Lo esperan entre El Silencio y Pajaritos, mientras en Miraflores con sangre se lavan las manos y las conciencias, porque hasta allá no llega agua ni jabón.

Corre a encontrarse con otros que provienen de los otros poderes del Estado, que nada hacen por evitar la hemorragia de injusticias y despropósitos de la desgracia chavista que desgobierna; por el contrario, todos sumisos al servicio de la peste empeñada en gobernar a troche y moche, en llevarnos por el despeñadero de la destrucción, cuesta abajo en su rodada, como llora el tango.

Es el hilo constitucional, el de la pobre Carta Magna tan violada, humillada y vilipendiada, que no puede parir más. Con ella la patria venezolana, la dolida democracia y sus instituciones que acusan cada manotazo que la usurpación ha dado al Estado de Derecho, echando al traste con un supuesto “Estado Social, de Derecho y de Justicia” y de esa entelequia llamada “democracia participativa y protagónica”.





¡Señores, estamos en dictadura!

Tan asidos al poder, que el temor –eso creo- no solo es a dejarlo, sino también a ser juzgados por tantos crímenes, que cuando se recomponga la República, la democracia y sus instituciones, quizás veamos en su exacta dimensión los desafueros cometidos, el monto del dinero timado, el nivel de abusos y atropellos, en fin, ojalá podamos ver entonces, cuando se dé la reforma del estado en que nos encontramos, el quantum de los daños ocasionados por el proyecto macabro que en mala hora instauró, con ayuda de muchos, el delirante y resentido milico de baja calaña.

Mientras la sangre llega al río, el sujeto de origen ignoto recorre el mundo, sigue viajando en procura de aprobación internación, ya no será repartiendo y ofreciendo el erario a los chulos hemisféricos, como si la legitimidad se consiguiera de ese modo, pues la alcancía –al parecer- está bastante mermada. O tal siga comprometiendo el porvenir de las generaciones futuras, con empréstitos que como se sabe, también requiere de la aprobación asamblearia.

Quienes hayan asistido a alguna facultad derecho y recibido algunas clases adicionales de derecho público, o por simple estudio motu proprio, saben que la suspensión del proceso de recolección de firmas (20%) para el referendo revocatorio, no puede dictarla ningún tribunal penal del país, ninguno. Otro golpe artero a la democracia y a las instituciones que la soportan.

Lástima da saber que mientras en el mundo entero la civilidad toma las sociedades y le confiere poderes al hombre sin uniforme, Venezuela ahora se parece a una fortaleza militar. Entre patrullas, batallas y guerras; comandos conjuntos, estratégicos y operacionales, vemos que civiles tristemente sacrifican su derecho a dirigir los destinos del país para entregárselos a quienes han fracasado en todo el mundo al frente del poder.

¡Los militares siempre han fracasado en el gobierno! ¡No existe una excepción! Y hoy chavistas más serviles y menos independientes, más lacayos y lambucios, además de tristes servidores del militarismo más arbitrario y abusivo que se haya vivido Venezuela.

La burda maniobra, este otro golpe bajo no debe arredrarnos en modo alguno, ni amilanarnos en nuestro afán por recuperar el país que nunca hemos debido perder.

Cuando Andrés Eloy Blanco presidía la Asamblea Nacional Constituyente, no fueron pocos los ataques que recibió, acusándosele de político regionalista que despreciaba a algunas regiones del país. El poeta afirmaba que su arma era la campanilla que portaba en su mano, “que tiene voto y manda”, y cuando la hacía sonar decía: “Señores representantes, tiene la palabra Venezuela”.

Viene a cuento la anécdota por la relevancia del ejercicio constituyente del político y poeta oriental, y al propio tiempo, para poner del bulto la grosera complacencia que han tenido todos los poderes con esa maldición que dejó aposentada en Miraflores aquel mediocre milico golpista, y que hoy de consuno impiden el referendo revocatorio.

¡Señores, estamos en dictadura!

Los ataques al estado de derecho deben responderse desde el estado de derecho, mientras se permita, y ante la violación de la Constitución, de acuerdo con sus propias normas, solo cabe restituir su majestad, aunque las distintas formas de invalidar la democracia están a la orden del día, del mandón y sus seguidores.

Jesús Peñalver