Joaquín Ortega: A Rodríguez Zapatero, Ad Homine

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No existe un mejor trabajo para hacer, como el que a uno le gusta. Se despierta uno con tiempo, y a veces, hasta se ha soñado con la jornada a comenzar. Se marcha presuroso al sitio a marcar tarjeta: puntual, emocionado, dispuesto, atento y acicalado. Por eso, cuando uno observa a Torrijos, a algunos eclesiásticos, de la alcurnia de los que enterraron al Zar… a los sempiternos políticos venezolanos… o a los botones oficialistas que se sienten estrellas de un reparto internacional, los encuentra a sus anchas y sinceramente felices.

Sinceramente feliz, y sobre todo preparado para el guiño a la mirada audiovisual, asoma José Luis Rodríguez Zapatero. El muy oportuno JL, irradia en Venezuela, poco menos, que una jovial mediación. Como empleado de esa santísima trinidad para la permanencia despótica en Venezuela – China, Cuba y la Alterglobalización- cumple con diversos objetivos y oficios, sobre los cuales haremos un breve repaso:





Primero, es fontanero. Es el perito, lozano y afanoso que intenta arreglar las cañerías obsoletas con remiendos nuevos. Se debate entre comprar los refuerzos en la ferretería de la esquina y tomarse un café, mientras se embolsilla el vuelto… o simplemente, pedir el material por avión, para ganar un poco de rubor, en las soleadas costas latinoamericanas.

Segundo, asemeja a un extraño personaje de comics: parece una deformación de un mago blanco –mitad Madrake, mitad Dr. Strange-, quien constantemente levanta polvaredas de arena, genera rayos salidos de bobinas de Tesla, a la vez que, deja caer unas monedas de chocolate o de Bitcoins, por aquí y por allá, haciendo reír a la chiquillería de las gradas.

También, es un ocupado jurisconsulto elástico y pancista, cuyo reto más importante se basa en dos acciones: envilecer y enceguecer a cualquier de los observadores con influencia jurídica, enfrascándolos en procedimientos o procesalismos -si es que acaso, no son lo mismo- que demoren cualquier acción, condenándola como ilegal, aunque la mollera propia nos diga, que la cosa, es al revés.

Dado a la observación, nuestro personaje es también un consejero cósmico. Un sofista interplanetario, quien como un Sr. Spock torcido por funestas radiaciones, abusa de todas las trampas de la lógica, de la retórica y de la adulación a poderosos de cualquier tolda o espectro político. El compañero JL –compañero, por ex adeco-, cuenta también con algo, más que un oficio, al que deberíamos llamar, ciertamente: sacerdocio.

Pareciera contar con todo el perfil del monaguillo picaresco que gusta ver, sin ser visto por rendijas. Lleva encima, a la manera lombrosiana la complexión del voyeurista, dado al espionaje alquilado, al fisgoneo por mampuesto, al chisme subido de tono y al armado de expedientes ajenos con pecados compartidos.

José Luis Rodríguez Zapatero, sin duda es un cazador de la equivocación ajena, con un talento clave para cumplir con rutinas de distinto origen y ejecución, que consiguen distraer a la opinión pública –y a otros opinólogos tarifados como él- de lo central.

Es, por si fuera poco, un perro de caza, de la estirpe de los olvidables. Asemeja a una criatura fantástica –sobre todo por sus costos-… es una suerte de animal “mitad zorro, mitad comadreja”, quien por naturaleza tiene, en algún momento, que morder la mano de su amo.

Eso sí, JL no se enfada y no se rinde. Los argumentos del sentido común y de la elocuencia más cotidiana adornan su discurso, con el objetivo claro de enmascarar verdades y hacer valer la fuerte inversión en Euros, que jamás podrán llevarse los impresentables autómatas de Podemos; quienes, a pesar de sus berrinches, y de nacer viejos del verbo y el seso, dejaron de ser los herederos de la franquicia: “socialismo del siglo XXI”, para entregárselas en bandeja de plata a la “juventud” del PSOE.

Ser malo no solo es una condición, es un talento. Engañar no lo hace quien quiere, sino quien puede; y es que hasta en términos bíblicos Esaú –Pablo Iglesias- vendió a Jacob –Rodríguez Zapatero- su primogenitura, por un plato de lentejas.

Mientras tanto, el muy dilecto JL sabe que, en el supuesto negado de que Javier Bardem abandone Hollywood, ya puede meter su currículo para un nuevo episodio de Piratas del Caribe. En la última película, los héroes de los mares de Disney se enfrentan a “la venganza de Salazar” y es ficción; por el contrario, nosotros nos calamos “la maldición de Zapatero”, que es una dolorida realidad.

@ortegabrothers