Luis Alberto Buttó: Lo bueno, lo malo y lo feo

Luis Alberto Buttó: Lo bueno, lo malo y lo feo

thumbnailLuisAlbertoButtoPara el despotismo mal llamado bolivariano, el referéndum revocatorio es la joya de la Corona. En vista del hastío de una población golpeada por las plagas paridas por el chavismo (escasez, inflación, insalubridad, inseguridad, corrupción, pobreza y pare usted de contar), su realización tendría incuestionado resultado: la defenestración irremediable de todo cuanto tenga vestigio del fracasado y mentiroso socialismo del siglo XXI. No hay capitoste enquistado en el poder que no sea consciente de ello. Toda dependencia oficial es amasijo de angustia cuando sus jefes recuerdan esa posibilidad. La victoria de la oposición en la consulta revocatoria implicaría la más vergonzosa derrota propinada a la dictadura: la construida a punta de votos; la que le espeta en la cara al dictador y sus secuaces cuanto les aborrece la soberanía popular. Por esas razones, el oficialismo se ha empeñado en frenar el revocatorio y lo está logrando al comprar tiempo y desarticular la movilización opositora con maniobras disfrazadas de diálogo. Para el gobierno, lo que está obteniendo en este sentido es lo bueno.

Que a estas alturas del partido desde la oposición se convoque al sector militar a sentarse de tú a tú con el mundo civil a negociar el destino inmediato del país, reconociéndole de facto su arbitraria condición de actor político, es demostración palmaria de la pésima noción de historia contemporánea aprendida por cierto liderazgo. La intervención militar en política fue la peor desgracia sufrida por la sociedad venezolana durante el siglo pasado y es la causa principal de que en los últimos tres lustros en Venezuela se haya construido un Estado Cuartel plantado en las antípodas de la democracia. Cuando lo que debe buscarse es que los militares regresen a sus cuarteles y se dediquen solamente a defender la integridad territorial, con inusitada torpeza se clama se erijan árbitros y garantes del proceso que única y exclusivamente atañe a quienes no portan uniforme y asumen como principio de vida la discusión de las ideas. Que en el ámbito pintado con los colores del creyón marca MUD no se entienda el retroceso que esa solicitud implica, es lo malo.

Mientras el país se debate entre superar la angustia y mantener la esperanza, algunos cuyo pasado no lejano y comportamiento cercano les augura si acaso fervor local, apuestan a colarse en la foto y ensayan todos los días frente al espejo la repetición de ademanes, poses y manera de hablar de cierto ex presidente. Irrespetan al pueblo al creerle tan tonto para dejarse embaucar. Sin importarles que el sufrimiento de millones se alargue, reclaman tiempo infinito para las negociaciones con el argumento de incluir a más gente porque supuestamente son muchos los relacionados con el asunto. Así las cosas, la vida se nos iría en comprar mesas para sentarlos a todos y de suma en suma llegamos a 2018 para que la ambición juegue a estar en la boleta electoral del chavismo camuflado. Lo feo es que persistan comportamientos de ese tipo cuando más unidad se requiere.





En las atropelladas horas que vive la república no hay tesoro escondido que pelearse, sólo un mañana por construir. Rubio, Tuco y Angel Eyes no tienen cabida en esta historia.

Historiador Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3