José Ignacio Moreno León: El diálogo y los músicos del Titanic

José Ignacio Moreno León: El diálogo y los músicos del Titanic

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“La historia no registra un caso de establecimiento de un régimen sociopolítico liberal democrático, democráticamente. Tampoco de reinstauración de un régimen sociopolítico liberal democrático, democráticamente.”

Frente a la crítica situación que vive el país, no hay dudas que se requiere un gran esfuerzo de concertación del liderazgo nacional para que la reinstauración del régimen democrático civilista se pueda lograr a muy corto plazo en Venezuela desmintiendo esa lapidaria sentencia, con la que iniciamos este escrito y que es del notable historiador Germán Carrera Damas. Para lograr esa concertación y salvar la democracia es necesario entender las causas fundamentales de la compleja realidad que estamos viviendo y repensar a Venezuela sobre nuevos parámetros con visión de largo plazo, que nos permita insertar al país en las nuevas realidades globales. Y es que no es posible hablar de la crisis y tratar de formular salidas de la misma si no reconocemos que Venezuela está sufriendo las profundas consecuencias del agotamiento del histórico modelo rentista petrolero, con las graves consecuencias que, en todos los aspectos de la realidad nacional está padeciendo el país; lo que permite asegurar que ese modelo ya no puede sostenerse porque el rentismo petrolero está agotado.





Repensar a Venezuela significa explorar con la urgencia requerida, las opciones apropiadas para sustituir el rentismo. Y esto es necesario no solo por los efectos perversos ya señalados que han actuado como rémoras al desarrollo nacional y erosionado los fundamentos de la democracia, al promover la cultura parasitaria de la renta y el vicio de la dádiva y el clientelismo que ha deteriorado los valores de la ciudadanía, sino también porque el petróleo, en un horizonte no muy lejano, va a perder protagonismo como fuente energética fundamental. Y entonces se hará realidad la profética sentencia del Jeque Yamani, cuando hace 3 décadas, en la antesala de una reunión de la OPEP, señaló que así como la edad de piedra pasó a la historia sin que se agotaran las piedras, la era del petróleo pasaría igualmente a la historia sin que se agote el petróleo.

Pero no es posible romper con el modelo rentista manteniendo el patrimonialismo y las formas estatistas, caudillistas y demagógicas de gerenciar el gobierno y de hacer política. Se requiere impulsar los esfuerzos para que la renta deje de ser una renta y se transforme en remuneración al trabajo productivo. Para ello es imperioso superar esa cultura parasitaria que promueve el vicio de la dadiva, el proteccionismo estatal y el clientelismo político. Se requiere impulsar un modelo de gestión pública profesional, eficiente y con elevados fundamentos éticos, y aplicar simultáneamente medidas ejemplarizantes para erradicar el cáncer de la corrupción  que es otra de las dañinas secuelas del rentismo. Otros cambios en el Estado son básicos para que opere la plena autonomía de las instituciones públicas y una democracia civilista y blindada frente a las amenazas del caudillismo y el militarismo.

Por esas razones fundamentales y,  para lograr los resultados positivos del dialogo que se está intentando a fin de evitar una confrontación de consecuencias  impredecibles, es necesario incorporar en la agenda de discusión y negociación los temas referidos  que están por encima del inmediatismo y del debate político estéril que no confronta las verdaderas causas de la crisis. Es necesario igualmente entender que, frente a esas complejas circunstancias se impone la necesidad de una transición que debe estar soportada en un gran acuerdo nacional como el lógico resultado del dialogo para asegurar la gobernabilidad de los cambios necesarios para desmontar el rentismo y asegurar un sistema político y de gobierno comprometido, con visión de largo plazo con las transformaciones que permitan una economía diversificada y productiva como soporte del desarrollo humano, inclusivo, participativo y sustentable del país

La transición es igualmente impostergable para evitar que la crisis arrastre al país al caos y para que, mediante el acuerdo de gobernabilidad, se pueda enfrentar  -con la urgencia requerida- las medidas para reactivar la economía, impulsando sobre principios racionales, los ajustes económicos y financieros necesarios para conjurar la elevada inflación que está diezmando el poder adquisitivo de los venezolanos. El acuerdo de gobernabilidad en la transición es además imprescindible para aplicar simultáneamente una política social compensatoria, en un esfuerzo compartido del Estado, el sector productivo, la sociedad civil y los beneficiarios de la misma.

El acuerdo de gobernabilidad para asegurar en la transición el inicio de los cambios estructurales para lograr la prosperidad y la paz debe incluir además tres compromisos fundamentales; 1.    El rescate de nuestra industria petrolera, como compromiso inmediato para reintegrar a PDVSA a su misión fundamental y recuperar su eficiencia y capacidad productiva, con los ajustes que demandan las nuevas realidades energéticas globales. 2.    Iniciar un proceso de reforma de nuestro sistema educativo –a todos los niveles- para lograr una educación que responda a las demandas de la sociedad del conocimiento y que sea inclusiva, humanista y de excelencia, que promueva los valores del emprendimiento, los principios éticos y el compromiso cívico y ciudadano; con la conformación adicional de un eficiente sistema científico y tecnológico como soporte del desarrollo nacional y la competitividad internacional. 3.    La promoción del capital social para superar la cultura del rentismo y lograr en lo político la cultura ciudadana y el compromiso cívico que permita desarrollar en nuestra sociedad el responsable ejercicio democrático, es decir, para cambiar radicalmente la actitud pasiva que la cultura rentista ha sembrado en el venezolano frente a la gestión  política y del Estado y sus instituciones y asegurar así una genuina democracia y una sociedad de auténticos ciudadanos, proactivos en la solución de los problemas de interés público y que se sepan elegir y sepan reclamar al elegido.

Por las anteriores razones, los protagonistas políticos del dialogo no deben actuar como los músicos del Titanic, es decir, de espaldas a la realidad de un país que se está hundiendo en una profunda crisis. Se requiere que la dirigencia política sensata -de todos los bandos- entienda que lo que está en juego es el supremo interés nacional y no la rebatiña por espacios de poder o mezquinos intereses políticos y se abra al debate sobre estas cuestiones fundamentales, con una visión compartida con todo el liderazgo del país, es decir, convocando a la participación de otras instituciones nacionales, de la iglesia, los sectores productivos, las universidades y academias, los medios de comunicación, colegios profesionales, sindicatos y organizaciones estudiantiles, a fin de lograr los resultados deseados con la premura que exigen las difíciles circunstancias que vive Venezuela y preservando un ambiente de paz y estabilidad democrática.