Inconsciente y política, por Ronald Portillo

Inconsciente y política, por Ronald Portillo

thumbnailRonaldPortilloNo hay porque ocultar el escepticismo, probablemente calculado, que ha tenido el psicoanálisis para con los asuntos de política, sobre todo si consideramos una de las dimensiones que corresponden al campo de acción de la política: el gobierno.

Freud consideraba que el oficio de gobernar está marcado por un imposible.

Siempreva a existir en los sereshumanosalgoqueescapa a la acción de gobernar, algoque se resiste a ser gobernado o controlado. Existe un imposible de gobernar en la masa social. Se trata de unelemento del orden de lo real queescapa a todatramitación o regulacióny no existeposibilidadalguna de medianamentellegar a gobernarun país si no se tiene en cuentaese real, expresión tanto del inconsciente como de la fuerza pulsional de los habitantes de un país.





Este aspectocondujo al fundador del psicoanálisis a considerar que la civilización está afectada por un malestar ineliminable, imposible de domesticar por ningún proyecto político, es el planteamiento que constituye el eje central del ensayo “El malestar en la civilización”.

La política se encuentra enmarcada en la clásica tensión aristotélica entre lo privado y lo público. El descubrimiento freudiano del inconsciente viene a fracturar esas polaridades aristotélicas. El inconsciente y sus manifestaciones – formaciones las llama Jacques Lacan- desbordan continuamente lo privado para acceder al espacio de lo público.

Sueños, lapsos, actos fallidos, olvidos, chistes, fantasías, manifestaciones todas del inconsciente, están permanentemente, a diversa escala, incidiendo en el campo de la política. Sirva de ejemplo el caso del Presidente de la AsambleaNacional de un país, que en el momento en que debía dar por abierta una sesión, en la que se iban a debatir leyes muy importantes para la República, tuvo el siguiente lapsus: “ se declara cerrada la sesión “. Clara demostración de cómo una formación del inconsciente de un sujeto, algo privado, hace irrupción en la escena de lo público, con las correspondientes e inevitables consecuencias.

No sabemos a ciencia cierta lo ocurrido con Carlos Ocariz y el uso de la expresión “personas detenidas” en lugar de “presos políticos”. ¿Se trató de un lapsus inconsciente o fue un acto deliberado? En todo caso es innegable que el uso de una expresión por otra ha traído importantes consecuencias para la oposición.

La pregunta que se hace el psicoanálisis con relación a la política tiene que ver con la articulación de lo privado con lo público, el pasaje de lo particular del sujeto a la dimensión de lo colectivo de la masa, la conexión de lo singular con lo social. Este pasaje se designa con el nombre de identificación.

En una masa social existen dos tipos de identificación: la identificación con el semejante, aquel que es como yo, y la identificación que se hace al líder, aquel al que se idealiza  y se lo sitúa en una  posición de comando, aquel al que la masa coloca en un nivel superior. De tal manera que el fundamento de la masa está dado por el conjunto de los que se identifican entre sí, conjunto que logra consolidarse en la medida en que erige a un líder en la posición del Ideal. Por esta vía, todos los integrantes de la masa quieren parecerse a él. Gracias a esta identificación  pasan a  compartirse las mismas ideas, los mismos objetivos, las mismas simpatías y por supuesto el mismo líder. Es impensable concebir una masa social cohesionada sin líder. En nuestro criterio este factor ha contribuido grandemente en los diversos traspiés dados por la Mesa de la Unidad. Quizás su pecado original tenga que ver con la ausencia de un líder. Hay  liderazgo pero no hay  líder, que cohesione, que aglutine, que conduzca a ese gran Otro que es  la masa opositora.

Lacan afirmaba  “el inconsciente es la política”, se refería a que tanto para el inconsciente como para la política, el Otro es una instancia indispensable. Tanto el uno como la otra comportan un mensaje dirigido al Otro. No existen ni política, ni inconsciente sin el Otro.

La diferencia estriba en que mientras el sujeto del inconsciente no quiere saber nada de eso, lo reprime, el político lo sabe completamente, de allí que elija palabras que puedan tocar la sensibilidad de la masa, palabrasque la gente, el Otro, quiere oír. Una condición indispensable para el ejercicio de la política consiste en también saber escuchar lo que dice el Otro de la masa social.

@rapcho.