Ágora de ideas: Aislar el radicalismo, por Leonardo Morales P.

Ágora de ideas: Aislar el radicalismo, por Leonardo Morales P.

thumbnailleonardomorales

Cuando los radicalismos atrapan y secuestran a la razón poco importa establecer la orientación política de uno u otro radical: ¿Qué satisfacción puede producir saber queun determinado radicalismo es de izquierda o de derecha?

Por Leonardo Morales P. / @LeoMoralesP





Qué diferencia puede haber entre el asesinato del cual fueron objeto en Ekaterimburgo el último Zar ruso, Nicolás II y su familia, por órdenes de Lenin y ejecutada por Yákov Yurovski, y las desapariciones y asesinatos que acontecieron durante las dictaduras de Videla en Argentina y de Pinochet en Chile. ¿Será posible justificar una por ser de izquierda o a la otra por ser de derecha? Más bien, ¿no deberían ser las dos enérgicamente reprochadas por haber atentado contra la vida humana?

Cuando los radicalismos de uno u otro lado, derecha o izquierda, se imponen frente al buen juicio y la razón, terminan coincidiendo en sus actitudes. Dicho de otra manera, ese ejercicio ocioso de buscar determinar el lugar espacial de un determinado radicalismo solo nos indica su parecido y coincidencia.

¿En que pueden diferenciarse los radicales, que los hay, vinculados o pseudovinculados a la MUD, que propugnan intensa y públicamente el abandono del diálogo, de aquellos, agnados al PSUV, que insistentemente se oponen a cualquier acuerdo para la superar la crisis política? Seguramente en bastante poco, pero coincidencias hay muchas.
Oponerse al diálogo es como ejercer el no ver, es negarse al conocimiento. El dialogo busca a través de la interacción de los individuos compresión acerca de una realidad. Insistir en dialogar consigo mismo para encontrar verdades absolutas revela un estado de precariedad mental e intelectual porque nadie dialoga con su Yo. Se dialoga con el otro, con aquel, compartan o no pareceres. Huir del dialogo es internarse en las sombras de las equivocaciones particulares o, peor aún, cobijarseen sus intereses mezquinos y particulares.

El fin de la política no puede estar sujeta a individuos ensimismados en sus propios pensamientos, convencidos, por sí mismos, de que sus ideas y propósitos son los que interesan a la política. Muy escaso servicio hace a la solución de los más importantes problemas del país las posiciones maximalistas del “No volverán” y del “Es ahora”.

El establecimiento de un espacio para el diálogo con presencia de factores extraños al país es consecuencia, entre otras tantas, de las posiciones extremistas y radicales de los actores políticos que condujeron a la cosecha de significativos grados de desconfianza que imposibilitaron que los escenarios consagrados por la democracia y la misma Constitución ejercieran las funciones que les son propias. Quizás la élite gubernamental, que ha gobernado por casi dos décadas, controlando todos los poderes, nunca imaginó que el voto popular daría al traste con la panfletaria expresión del “No volverán” y que perderían la mayoría en el Poder Legislativo.

Este espacio de diálogo, consustancial con la democracia y la libertad, debe y tiene que rendir resultados; el gobierno tiene sus francotiradores que permanentemente colocaran obstáculos para el arribo y concreción de los acuerdos. Maduro es el más interesado, dada la escasa legitimidad de su gobierno, en que éstos se cumplan. Sus radicales, de pocas convicciones democráticas, entienden la política como el ejercicio del poder por el poder – “forma degenerada del ejercicio de cualquier forma de poder”- y siempre contemplaran la violencia y la pólvora como medio de perpetuación. La MUD, por su lado, no está exenta de pontificadores de verdades universales.

Ambos, gobierno y oposición, deberán zarandear a los extremismos que condenan a la política al mutismo y a las cavernas.

@LeoMoralesP.