Libertad: ¿Un Derecho y un Deber?, por Cristina Barberá González

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Tomado del Diccionario de la Real Academia Española

Libertad: 1. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. 2. f. Estado o condición de quien no es esclavo.





Derecho: 9. m. Facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida. 10. m. Facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor, o que el dueño de una cosa nos permite en ella. 11. m. Facultades y obligaciones que derivan del estado de una persona, o de sus relaciones con respecto a otras. El derecho del padre. Los derechos humanos.

Deber: 1.Estar obligado a algo por la ley divina, natural o positiva. U. t. c. prnl. Deberse a la patria. 2. tr. Tener obligación de corresponder a alguien en lo moral. 3. tr. Cumplir obligaciones nacidas de respeto, gratitud u otros motivos.

Podríamos pensar que un ser que viene al mundo nace con el derecho de ser cuidado y amado por sus padres, de ser nutrido física y espiritualmente (no me refiero al aspecto religioso, me refiero a su ser) para con el tiempo alcanzar su autonomía y libertad. Este es su derecho. Sin embargo el pequeño no tiene los recursos para saber de esto más allá de su primaria intuición y se encuentra en una situación de total dependencia del mundo externo que lo deja al fin al cabo impotente y sumiso ante ella. No tendrá claro cuáles son sus derechos o habrían sido si no los tuvo hasta muy maduro. Con suerte, en su adolescencia comienza a darse cuenta y a explorar de qué se trata su libertad, trasgredirá ciertas normas pre-establecidas en un sentido exploratorio del mundo, se arriesgará y con suerte también aprenderá a responsabilizarse de las consecuencias de  sus actos propios, dándose cuenta que libertad no es igual a “NO LIMITS”. En este sentido profesionalmente entendemos la rebeldía adolescente como necesaria y saludable para la conquista de la identidad y autonomía. Ya siendo un ser maduro podrá tener conciencia de esto, tomar postura al respecto y ejercer su libertad como mejor le parezca.

¿A dónde quiero llegar con esta introducción? Nuevamente a la situación país que nos atañe. ¿Cuál es la conciencia cívica de nuestro derecho a la Libertad y Autonomía? Nuestra actualidad opresiva y populista nos demuestra cada día que hemos quedado despojados de este derecho ciudadano y humano que no es gratuito. De ahí pues se desprende el título de esta reflexión. ¿Cuando el derecho se transforma en un deber? ¿O será que ambos constructos están estrechamente conectados? Mientras no seamos metafóricos niños en total dependencia de nuestros padres, entendiéndolos en Venezuela como nuestros “representantes políticos”, ambos conceptos se acercan. La libertad es también una responsabilidad.

El niño no ha escogido a sus padres. Si tuvo el azar de nacer en un entorno negligente y que maltrate su posibilidad de crecer pasará mucho tiempo en poder cuestionarlos, rebelarse y buscar su propio camino, tomando lo que tal vez si haya podido recibir de ellos, si tiene recursos internos para hacerlo; sino quedará sumiso a estas figuras y a su discurso para siempre. La total dependencia no le deja otra opción a su mente que idealizarlos y defenderlos de cualquier cuestionamiento o reclamo pues surge el terror a perderlos y quedar en una situación de desamparo, insoportable.

A contrario del niño desvalido, el cuerpo de la ciudadanía sí escogió a sus representantes; tanto quien eligió al régimen como quien eligió a la “oposición”, mas hoy quisiera hacer énfasis en el último grupo dadas las circunstancias actuales. Esta escogencia “libre” se da bajo un discurso en cierta medida coercitivo pues al presentarse como la única opción “contraria” al sistema operante, la amenaza de desamparo se hace inminente. A mi manera de ver esta perspectiva es la que por mucho tiempo ha sustentado el apoyo casi incondicional a los dirigentes de la MUD a pesar de sus repetidos “errores”, acciones que a fin de cuentas más que debilitar al régimen parecen haberlo estabilizado. Para muestra pensemos en los resultados hasta ahora del diálogo reciente. Los opositores a la dictadura han quedado bajo la propuesta política actual como el niño aterrorizado. Cuántas veces hemos escuchado “son la única opción que tenemos, hay que apoyarlos”. Y lo seguirán siendo, perpetuándose la fantasía de desamparo, si los seguimos ubicando en ese lugar y a nosotros en el lugar de niño desvalido, en total dependencia.

A mi entender, esta situación es una trampa que no se discierne fácilmente. Si no cuestionamos este lugar “único” de “salvación”,  no se deja espacio para que otros recursos y alternativas se desarrollen en lo interno ni externo. El circuito queda cerrado. La endogamia, entendiéndola como modelo de circuito cerrado, a cualquier nivel, biológico, psíquico, y político, tiene altísimos costos para el desarrollo. De esto se desprende lo vital que es romper con esquemas de total dependencia y que ejercer la libertad exige entonces gran esfuerzo y coraje para enfrentar temores.  

El discurso populista se dirige frontalmente contra esta propuesta pues venden la idea al ciudadano de que el estado le proporcionará todo lo que necesita casi gratuitamente. Los derechos y deberes se separan;  se rompe el puente que los une, se pierde la articulación entre el esfuerzo y la gratificación. Volviendo al escenario político opositor actual, es importante resaltar que la oferta política en Venezuela mantiene esta línea discursiva. De las pocas medidas que ha tomado la asamblea nacional, ahora mayoritariamente “opositora” y que celebró de forma ruidosa, fue entregar títulos de propiedad a los habitantes de la gran misión vivienda. Esta medida no es más que una muestra de  “un mejor populismo”.

Si bien el estado debe ser garante de que ciertas condiciones existan,  deberían ser “condiciones suficientemente buenas” y no invasivas para propiciar el crecimiento y autonomía del individuo, que refuercen su capacidad de avanzar y la tan saludable gratificación que viene con el esfuerzo. El discurso en cuestión arroja al individuo al lado opuesto fomentando la vivencia de invalidez y desamparo. Pensemos por ejemplo un momento en las bolsas CLAP más allá de su lugar como medida ineficaz para un problema tan grave como la escasez, pensemos su alcance simbólico. El derecho a ser un individuo libre, agente de sus circunstancias, en condiciones que favorezcan su propio y singular desarrollo se pervirtió al derecho a una bolsa de comida. Personas hoy en día recurren a la violencia para asegurarse su bolsa CLAP ¿Cuántas protestas ocurren diariamente en zonas populares del país porque la bolsa no llega? Son pues los efectos de estos sistemas: distorsionar y pervertir principios básicos de una existencia digna y autónoma.

El discurso “opositor” en su ideología también populista y socialista nos ha arrojado a la total dependencia de sus decisiones y acciones, sugestionándonos además a aplaudirlas. ¿Podemos pensar que hace más de lo que hemos podido reconocer nos están ofreciendo alternativas que son vulgares réplicas de las bolsas CLAP?  Sin irnos mucho tiempo atrás, ¿no son los triunfos del diálogo un ejemplo de lo que planteo?  

Felizmente pareciera que las recientes decisiones de la MUD han tocado las fibras de una toma de conciencia que tenemos pendiente. Muchos venezolanos hoy se sientan más libres de cuestionar a la supuesta “única vía” que tenemos los venezolanos para conquistar la Libertad. Celebro profundamente estas nuevas posturas en la sociedad de civil que nos empujan a emanciparnos de discursos que nos someten mas que invitarnos a crecer

Existen innumerables técnicas de lucha no violenta para derrocar regímenes totalitarios. Los remito en este sentido a la lectura de la obra de Gene Sharp: De la Dictadura a la Democracia  ( http://www.aeinstein.org/wp-content/uploads/2013/09/DelaDict.pdf ) Técnicas que no son ni electorales ni dialogantes por cierto. ¿Otra promesa tipo CLAP de la dirigencia en nuestras circunstancias actuales?

La invitación es entonces a no conformarnos con las innumerables y disfrazadas bolsas CLAP que nos ofrecen. La invitación es a empoderarnos y dejar de ser niños en total dependencia de nuestros dirigentes. Ellos deben ser nuestros representantes y canalizadores del pensar ciudadano, cuidadores de la condiciones para la libertad e individualidad, no al contrario. ¡No estamos desamparados si somos libres!

Cristina Barberá González.

(Psiquiatra/Psicoterapeuta Psicoanalítica)