Ciudades de muerte, por Luis Eduardo Martínez

Ciudades de muerte, por Luis Eduardo Martínez

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Leo “Ciudades de Vida y Muerte” que mi buena amiga María Gabriela Hernández, diputada a la Asamblea Nacional, me regaló días atrás.

Por Luis Eduardo Martínez Hidalgo 





El autor, Pedro Briceño León, aborda con la rigurosidad del investigador el drama de la violencia y la inseguridad en las ciudades de América Latina. Seguramente no fue por azar que seleccionó al subcontinente como marco geográfico para su trabajo ya que de las 10 ciudades más violentase inseguras del mundo en el 2015, 9 son latinoamericanas, según informe de la organización civil mexicana “Seguridad, Justicia y Paz”.

El estudio que investiga el número de muertes violentas en ciudades de más de 300.000 habitantes y el de muertos por cada 100.000 habitantes concluyó queCaracas fue la ciudad con la tasa de homicidios más alta del mundo seguida de San Pedro Sula, San Salvador, Acapulco, Maturín, el Distrito Central de Honduras, Valencia, Palmira, Ciudad del Cabo en Sudáfrica y Cali.

En el caso venezolano, según el documento presentado por la ONG, “representa un gran desafío determinar la incidencia real de los homicidios en este país, pues los gobernantes en lugar de transparencia y rendición de cuentas prefieren el ocultamiento o la propaganda, muchas veces basada en mentiras”. “Seguridad, Justicia y Paz” consultó fuentes oficiales y también se apoyó en notas de prensa según explica el informe que agrega que si se suman los índices de violencia en todas las ciudades venezolanas, nuestro país tiene la tasa de muertes violentas más alta del mundo.

Todo indica que los resultados en el 2016 serán peores y que en la lista de las 10 ciudades más violentas e inseguras del mundo 4 venezolanas, Maturín, Caracas, Puerto Ordaz y Valencia, serán incluidas, en principio, en las posiciones 1, 2, 7 y 10. Que la capital monaguense encabece a las ciudades más peligrosas del planeta no solo avergüenza sino que es la mejor demostración de la incapacidad de la sumatoria de gobiernos –nacional, regional, local- por garantizar la seguridad en la otrora apacible “Sultana del Guarapiche”.

León otorga muchísimo peso a la institucionalidad, la exclusión, la desigualdad y la desagregación urbana en el drama de la violencia y la inseguridad citadina y va al fondo cuando carga una gran responsabilidad de lo que sucede junto con el gobierno a la familia, la escuela y las iglesias. Curiosamente para aquellos que reclaman “más gobierno” –y en ellos en más de una ocasión me incluyo yo- el autor advierte que en Venezuela hay “un exceso de gobierno que pretende controlar y regular todo y al final no logra siquiera hacer cumplir las leyes básicas ni mucho menos castigar culpables”.

El autor de “Ciudades de Vida y Muerte” dibuja como alternativa “Ciudades de Ciudadanos” en las cuales la existencia de un pacto social entre las personas que las habitan sea la plataforma para una existencia segura y digna. Suscribo su tesis y de manera intuitiva la he venido proclamando en cada oportunidad que se me presenta: los problemas son de todos, sin excepción, las soluciones deben ser de todos.