Juan Claudio Lechín: La creación del radicalismo islámico

Juan Claudio Lechín: La creación del radicalismo islámico

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Después de la caída de la Unión Soviética, occidente demonizó a un raquítico radicalismo islámico. Es un antiguo ardid para construir un enemigo necesario para los imperios pero al ser mal administrado produjo un efecto mariposa contrario. Hoy ése fundamentalismo infunde un terror muy superior a su capacidad militar y organizativa porque Occidente —que por más de un milenio combatió guerras con ferocidad singular—, de pronto se muestra histéricamente vulnerable ante las pocas bajas que este conflicto le produce y con esta extraña actitud amilanada le entrega al fundamentalismo la capacidad de paralizar occidente a partir de acciones militares marginales.

Como en toda relación neurótica, Occidente quiso también mostrarse como benefactor alegando lástima, esa forma engañosa de superioridad, en lugar de revelar que necesitaba mano de obra barata ya que su propia población estaba más dedicaba a los rentables servicios y ya no a lo industrial. Acogió masivas migraciones islámicas sin las precauciones necesarias: sin detectar a los combatientes y separarlos de la gente pobre y necesitada; y sin estimar qué cantidad aproximada de migrantes podía insumir su sociedad y encauzarlos dentro de sus valores. Esas desatenciones sembraron el enemigo en su interior. Como occidente se mantiene dentro de un pensamiento político estancado a mediados del siglo XX, se deja matonear ideológicamente por el comunismo y no considera que las migraciones —como cualquier otro movimiento social—, son armas políticas irregulares.





La debilidad más importante de occidente, sin embargo, es mantener su lógica militar convencional cuyo radar no registra la eficacia de la guerra asimétrica que ya les infligió derrotas en Dien Bien Phu, en la ofensiva del Tet, en la infiltración china y castrista y en el cierre de operaciones de sus transnacionales mineras en el tercer mundo dizque por bloqueo de movimientos sociales “pacíficos”. Occidente está otorgando victorias inmerecidas a sus enemigos simplemente porque su soberbia insiste en preser4var sus lógicas y en vender una imagen de conmiseración y no de civilización.