Las FARC celebran su última Navidad en armas

Las FARC celebran su última Navidad en armas

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Después de 52 Navidades con los fusiles en la mano, los guerrilleros de las FARC están viviendo las fiestas de 2016 con una mezcla de emoción y temor: este será el último año que pasen el 25 de diciembre con armas y lejos de sus familias.





Los guerrilleros hoy no temen una incursión del Ejército, un bombardeo o un combate, se encuentran preagrupados en zonas definidas, con el cese el fuego vigente y a la espera de que el Estado termine de acondicionar las áreas a las que deben acudir para dejar las armas y desmovilizarse.

Uno de esos puntos está situado en la aldea Los Robles, del municipio de Buenos Aires, en el Cauca, uno de los departamentos del suroeste más golpeados por el conflicto armado, donde los miembros de las FARC disfrutan de un ambiente festivo, según pudo constatar Efe en una visita al lugar.

Al campamento no le faltan las tradicionales imágenes ornamentales navideñas, luces o la pólvora con la que los colombianos acostumbran a celebrar estas fechas.

Su rutina, sin embargo, sigue siendo la propia de la guerra: se levantan antes de que el sol raye el horizonte, desayunan y rompen su día a día al dirigirse en camioneta al sitio en que celebraran la Nochebuena.

Las mujeres muestran que ser guerrillera no está reñido con la coquetería y se maquillan entre ellas, se aconsejan sobre belleza femenina y se ponen el pantalón verde de rigor que adornan con las camisetas blancas por la paz que usan en todo el país.

La escena bélica queda incompleta: ninguna porta armas y bailan hasta bien entrada la madrugada.

Entre ellos hay dos rostros bien conocidos, la holandesa Tanja Nijmeijer y Miguel Ángel Pascuas, conocido como “Sargento Pascuas”, uno de los cofundadores de las FARC en el año 1964.

A la escena acuden como convidados de piedra los guardias, responsables de la seguridad del campamento y los únicos que llevan armas en un lugar que han bautizado como “Nueva Colombia”.

En el campamento, asolado por el duro clima de la región y a unas cinco horas de Cali, capital del vecino departamento de Valle del Cauca, por trochas de tránsito casi imposible, la Navidad ha reunido a buena parte de los miembros del “Bloque Alfonso Cano”, entre ellos a los participantes del último gran ataque que cometió la guerrilla.

Fue el 14 de abril de 2015 en la aldea de La Esperanza, que forma parte del municipio de Buenos Aires. En total, diez soldados fueron muertos por los guerrilleros cuando se encontraban descansando en un polideportivo y veinte más resultaron heridos.

Ese ataque, cuando las FARC se encontraban en cese el fuego y el Gobierno había suspendido los bombardeos contra sus campamentos puso en serio riesgo el proceso de paz que culminó, tras duros reveses, el pasado 24 de noviembre con la firma de un acuerdo de paz que puso fin a más de medio siglo de conflicto armado.

Hoy esos guerrilleros que participaron en el ataque observan los pendones con los que han decorado el campamento sus compañeros de armas y que abogan por la implementación pronta y efectiva del acuerdo de paz.

También alegan sobre la situación mundial y, como si conocieran ya las últimas declaraciones del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, piden que cese “la creciente amenaza nuclear”.

Igualmente hay espacio para lo que denominan “El mural de la memoria”.

En ese espacio reproducen fotos de guerrilleros icónicos de su movimiento que ya fallecieron como “Manuel Marulanda”, fundador de las FARC, o “Jacobo Arenas”, considerado el primer motor ideológico de la guerrilla.

Tampoco faltan los de “Alfonso Cano”, quien estuvo al frente de las FARC entre 2008 y 2011, o de “Carlos Patiño”, conocido entre los guerrilleros como “Caliche”.

Todos los que ven esos carteles se hacen una pregunta: “¿Cuál será mi futuro?”

De momento no tienen una respuesta clara, saben que la Ley de Amnistía que acordaron en los diálogos de paz y que está siendo tramitada en el Congreso les concederá a muchos el perdón jurídico.

También saben que podrán acogerse a los planes de reinserción que prevén un pago ligeramente inferior al salario mínimo durante dos años y la enseñanza de oficios.

Sin embargo temen por su integridad. “¿Mi próxima Navidad? Eso es tan incierto” subraya “Amanda”, con más de ocho años en la guerrilla, que no tiene claro si el Gobierno les cumplirá las promesas.

Lo haga o no, está claro que está será la última vez que al lado de la comida navideña los miembros de las FARC tengan un fusil y un uniforme de camuflado.