Luis Alberto Buttó: Nuevo año, nueva época

Luis Alberto Buttó: Nuevo año, nueva época

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El momento histórico que atraviesa el país le exige al pueblo venezolano no conformarse con la celebración elemental del año emergente. Más allá de la circunstancia cronológica, la nobleza obliga y el compromiso demanda: es tiempo de que aspiremos a más, cuando menos al advenimiento de una nueva época.

Época luminosa donde ejercer el derecho al disenso no sea considerado traición a la patria y no prive la bastarda creencia de que la política es la continuación de la guerra por otros medios, razón por la cual el opositor es tildado de enemigo interno al que hay pulverizar por cualesquiera medios, todos ellos constitutivos de represión desatada en términos selectivos y/o generalizados. Época donde ciertos civiles, con o sin posición de mando, dejen de ser acomplejados enanos mentales que asumen como propia, aunque ello desdiga de su esencia, la cosmovisión militar que, como la historia se ha cansado de demostrar, no enrumba nación alguna sino que la destruye hasta los cimientos. Época donde el país no sea el cuartel donde nos han encerrado a punta de discursos vergonzosamente tartajeados y de hueras y desfasadas consignas.       





Época digna donde, con base en el principio de juridicidad, los actos del poder se sometan estrictamente al mandato de la ley y no sean más la nefasta consecuencia de caprichos infantiles, ignorancia entronizada, resentimientos no superados, improvisación impúdica, artilugios destinados a preservar el obsceno aprovechamiento del andamiaje gubernamental, insania mental no tratada. Época donde el único reinado aceptado sea el del Estado de Derecho y donde la institucionalidad sea fiel garante de las libertades civiles y políticas de todos y cada uno y no opere para ir en contra de la gente y sí para defenderla del abuso de los gobernantes. Época donde la hegemonía de inspiración totalitaria no tenga cabida alguna y los poderes actúen en contrapeso y balance para que los desafueros del inmoral, en caso de no poder evitarse, lleguen a castigarse a partir de la aplicación de la norma. Época inspirada en el estudio de sociedades en las cuales se cree a pie juntillas en lo perentorio de honrar el pacto social expresado en la Constitución y que ésta no debe ser maloliente trapo estrujado por tiranos tristemente orgullosos de su condición tercermundista.

Época prometedora donde la transparencia en el manejo de las arcas nacionales no sea manido comodín citado en cadena nacional y la representatividad implique la obligación del funcionariado de rendir oportunamente cuentas de la gestión emprendida, para que así el escrutinio público pueda juzgar con propiedad el cumplimiento del objetivo empeñado o la desviación de los recursos generada en la idea de que el país es bodega personal dispuesta para el usufructo deshonesto. En fin, época identificada a partir del hecho de que el autoritarismo sea sólo mal recuerdo y no rémora atravesada en el tránsito hacia el progreso.  

Esa época vendrá, pero es dable advertir que no lo hará abrazada con las doce campanadas inmortalizadas en el poema consabido. Será realidad cuando, de una vez y para siempre, los venezolanos entendamos que la ciudadanía se construye articulando intereses personales con responsabilidad colectiva, que reclamar derechos pasa por cumplir con el deber de atender el llamado de lo público, que sin la ruta trazada por ideologías adaptadas a los cambios globales se vive de sobresalto en sobresalto y se experimenta con el fracaso y que el ejercicio de la política sin instrucción previa conlleva al triunfo de la onanista banalidad manifestada aquí y allá en tantas redes sociales.

¡No abandonemos la esperanza! ¡Feliz amanecer de un nuevo país para todos!        

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3