Masacre en cárcel de Brasil era “una tragedia anunciada”

 

complejo penitenciario Anisio JobimLa rebelión en una cárcel brasileña que derivó en la matanza de 56 presos era una “tragedia anunciada” debido en parte a las pésimas condiciones de los presidios y a la falta de control del Estado, afirma la investigadora en asuntos de violencia, Camila Dias.

AFP





Y la guerra entre facciones que está detrás de la masacre en Manaos no se acabará en el corto plazo, asegura en una entrevista con la AFP esta doctora en Sociología, profesora de la Universidad Federal del ABC y autora del libro “Primer Comando de la Capital – Hegemonía en las prisiones y monopolio de la violencia”, sobre ese grupo criminal, el mayor de Brasil, implicado en la rebelión en la cárcel amazónica.

Pregunta: ¿Podía preverse lo que ocurrió en Manaos?

Respuesta: Era una tragedia anunciada. El informe del Mecanismo Nacional de Prevención a la Tortura vinculado a la Secretaría de Derechos Humanos de inicios de 2016 apuntaba a la tensión entre los grupos de presos y a la precariedad de las instalaciones en esa unidad, específicamente. Y creo que no sólo no se hizo nada para impedirla, sino que además se facilitó, vista la enorme cantidad de armas de fuego en poder de los presos. Hay que preguntarse qué intereses están detrás de esto.

P: Decimos que esta masacre es producto de una guerra por el narcotráfico entre facciones criminales que operan dentro de los presidios. ¿Puede explicar mejor ese conflicto?

R: Esto es efecto de una política de encarcelamiento en masa que produce y amplifica las pésimas condiciones de las prisiones brasileñas. En medio de una extrema precariedad y de necesidad de protección, el surgimiento de las facciones es una forma de sobrevivencia. En 2015/2016 surgieron tensiones entre las dos mayores facciones de Brasil, el Comando Vermelho (CV) y el Primer Comando de la Capital (PCC), lo que elevó la inestabilidad. El Estado no tiene condiciones para controlar a los presos y una ruptura entre estos grupos aumenta la violencia al provocar una alineación de los grupos locales, que están presentes en todo Brasil, a uno u otro de estos grupos mayores.

P: ¿Y esa guerra se traslada fuera de los presidios?

R: Es un conflicto que comienza dentro de las cárceles y puede llegar a las calles, pero es esencialmente una disputa dentro de las prisiones. Lo que pasa es que en Brasil los grupos que actúan de manera más contundente en la economía ilícita de la droga son aquéllos que fueron creados dentro de las prisiones [como el PCC y el CV, ndlr] y que dentro de las cárceles tienen su centro de actuación.

P: En la masacre de Manaos participó el grupo Familia del Norte (FDN). ¿Quiénes son, es una fuerza emergente?

R: Es una facción que existe hace diez años, originaria de la región amazónica con fuerte presencia en el norte de Brasil y que actúa dentro y fuera de las prisiones. Fuera de la cárcel su actuación se concentra en la frontera norte, un lugar muy estratégico por ser una de las puertas de entrada de la cocaína. Y en torno a la FDN hay una cuestión de valoración de lo local, de preservar el control y la autonomía de la región contra los intentos del PCC de establecerse en ese lugar.

P: ¿Es esperable que estas guerras entonces continúen?

R: A no ser que los líderes de los grupos consigan entenderse a través del diálogo, ya que la guerra los debilita a todos, no creo que pueda ocurrir en un escenario muy próximo, sobre todo después de la carnicería de Manaos.

P: ¿Qué debe hacer el Estado brasileño para enfrentar esto?

R: A través de políticas de medio y largo plazo que reduzcan la vulnerabilidad de determinados segmentos de la población, que prioricen la prevención antes que la represión y que tengan como objetivo la reducción del encarcelamiento. Fuera de eso, cualquier otra propuesta de efecto inmediato como las que han sido anunciadas – transferencia para el sistema penitenciario federal, construcción de más prisiones – no resolverán el problema, sólo satisfarán a la opinión pública hasta que ocurra una nueva tragedia.